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¿De quién es el espacio público?

En la ciudad en donde las personas nos vemos obligadas a realizar algunos, o todos los traslados diarios en automóvil, es común pensar que los espacios públicos deberían pensarse como uno de los derechos para la comodidad de los automovilistas. 

Pero no sólo es una cuestión de pensamiento, cada vez que los planeadores, los políticos o los constructores, plantean una obra física vierten sus conceptos, presupuestos y diseños, en obras físicas no pensadas para los espacios de los automovilistas, sino para los automóviles.  

La coincidencia no es fortuita. 

En la ciudad en donde las personas nos vemos obligadas a realizar algunos, o todos los traslados diarios en automóvil, es común pensar que los espacios públicos deberían pensarse como uno de los derechos para la comodidad de los automovilistas. 

Pero no sólo es una cuestión de pensamiento, cada vez que los planeadores, los políticos o los constructores, plantean una obra física vierten sus conceptos, presupuestos y diseños, en obras físicas no pensadas para los espacios de los automovilistas, sino para los automóviles.  

La coincidencia no es fortuita. 

El modelo de ciudad que se ha forjado en Monterrey, en donde aparentemente el automóvil no es accesorio sino indispensable, los lugares que ocupa se convierten también en una demanda y hasta en una exigencia ciudadana que es muy válida: ¿por qué tendría que padecer de falta de vías o estacionamientos si tal parece que no hay otras formas de movilidad en la ciudad?… Esa es la pregunta cotidiana. 

Pero, este modelo que copiamos con lo peor de Estados Unidos en urbanismo (como lo es Texas), y lo peor de la administración pública y los intereses privados en nuestros municipios locales, ha gestado resultados de la misma magnitud de su origen que, además o para variar, no son únicos en Monterrey, sino en las ciudades de América Latina y que están lacerando la calidad de vida social. 

Tan sólo el anuncio de los últimos días, en donde nos enteramos que Monterrey está a la cabeza de la lista de las ciudades más contaminadas del mundo, y saber que hay datos que demuestran que la contaminación atmosférica proviene en un 80 por ciento de las fuentes móviles (es decir, los autos), y el 20 por ciento de las fuentes fijas (las fábricas), esa suma es prácticamente mortal. 

Pero eso tampoco significa que la solución sea “terminar” con los automóviles. 

Aunque aparezcan otras alternativas de movilidad como la bicicleta o autos de energía eléctrica, será muy difícil –quizá tarea de años- desplazar este modelo. 

¿Seguiremos en el futuro moviéndonos en auto?, sí es un hecho irrefutable.  

Sin embargo, lo anterior tampoco significa que todos los espacios de la calle deban ser exclusivamente para los automóviles. 

Que si realmente pretendemos apostar por otra calidad de vida social (hablemos más en esos términos porque las tendencias en la infraestructura van y vienen), debemos anotar que el abuso de este medio de transporte en todas sus formas, incluyendo las visiones políticas y las políticas públicas urbanas, se traduce tangiblemente en la misma situación en la que estamos parados. 

La pacificación del tráfico, es entonces, una de las metas por las preocupaciones más importantes de algunas de las estrategias de las ciudades en el mundo. 

Eso y la convivencia espacial de diversos medios de movernos, incluyendo la de caminar. 

Cada vez que escucho una queja sobre lo que en el laboratorio que dirijo estamos haciendo respecto a ese espacio público, tengo esa misma lógica. 

No estamos desapareciendo a los autos, como lo he mencionado. 

Pero estamos haciendo desplazamientos de máximo 10 cajones de estacionamiento, contra 80, o hasta más restantes, en donde la gente puede “parquear”. 

Si sabemos matemáticas haremos cuentas para entender que no significa quitarle espacio al auto, pero que sí representa un equilibrio para tener espacios humanos que realmente dignifiquen lo público. 

Porque a una de las muchas conclusiones a las que he llegado cuando me hago esta pregunta, es una respuesta muy simple, pero al mismo tiempo de profundidad: El espacio público es espacio y es público. 

No es de los automóviles.

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