De percheros urbanos

El municipio de García en Nuevo León anuncia algo que en 1980 podría parecer motivo de orgullo y progreso urbano: puentes “peatonales”. El entrecomillado es a propósito. En una ciudad donde el diseño y la planeación urbana ha estado sujeta a la infraestructura para hacer circular automóviles es, prácticamente, “simple” para la mayoría de la […]

El municipio de García en Nuevo León anuncia algo que en 1980 podría parecer motivo de orgullo y progreso urbano: puentes “peatonales”. El entrecomillado es a propósito. En una ciudad donde el diseño y la planeación urbana ha estado sujeta a la infraestructura para hacer circular automóviles es, prácticamente, “simple” para la mayoría de la gente pensar que una forma de “proteger” a los peatones es haciéndoles caminar por un paso en segundo piso.

Hoy está comprobado que un modelo de ciudad extendida ha provocado que dejemos a un lado las necesidades básicas de traslado que necesitamos los seres humanos para caminar seguros por el territorio. Con esto, el exceso de uso de automóviles y vialidades, lo único que provocan -ademas de contaminación- es el colapso urbano.

Por lo mismo, lo que debemos proyectar hacia el futuro es promover la movilidad urbana sustentable que incluye un acto tan humano como lo es caminar como un medio de transporte más.

De ahí que los puentes peatonales dejen de cumplir una función obsoleta de una supuesta “seguridad” que en realidad sólo prioriza el paso de vehículos, pero no de las personas.

De hecho, es sumamente difícil que personas con discapacidad, niños, niñas y adultos mayores puedan usarlos con facilidad. En la realidad los puentes son antipeatonales por origen y se han convertido en algo que denomino como “percheros urbanos”. Que han servido más de espectaculares aéreos que dé pasos seguros.

Los únicos pasos seguros que existen son los que hay a nivel de calle. Lamento decirle a la gente de García que no es motivo de orgullo alguno dar marcha atrás en lo que deberíamos tener en infraestructura: escala humana que permita que la prioridad -en serio- sean los peatones. Porque así también se cumple la jerarquía de la movilidad en donde primero son las personas con discapacidad y luego los que caminamos.

Esas escenas lastimosas en donde no se usan los puentes hay que dejarlas atrás. Merecemos vivir en ciudades donde podamos transitar sin exponernos a la velocidad de los autos. La fórmula del presente y el futuro ya no está arriba de los autos, sino obligar a los automovilistas a manejar despacio y frenar ante un semáforo.

Mientras el mundo derriba sus puentes antipeatonales, en García los presentan. Pero esto ya no es 1980.

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