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Confesiones de un warsie

Ayer fue para mí uno de los días más importantes del año. No, no me casé, ni tuve mi primer hijo. Fui al estreno de Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015), la séptima entrega de la saga que hace casi 40 años revolucionó la forma de ver ciencia ficción en el cine. La promesa se cumplió a las legiones de fanáticos, chavorrucos como yo, después de tres años de espera desde su anuncio, en medio del rumor y el furor. Regresamos a aquella galaxia muy, muy lejana, con rostros conocidos y sangre nueva.

Ayer fue para mí uno de los días más importantes del año. No, no me casé, ni tuve mi primer hijo. Fui al estreno de Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015), la séptima entrega de la saga que hace casi 40 años revolucionó la forma de ver ciencia ficción en el cine. La promesa se cumplió a las legiones de fanáticos, chavorrucos como yo, después de tres años de espera desde su anuncio, en medio del rumor y el furor. Regresamos a aquella galaxia muy, muy lejana, con rostros conocidos y sangre nueva.

Durante toda la semana pensé qué escribir que no se haya mencionado antes sobre la última película de La Guerra de las Galaxias, como muchos que rozamos la barrera de los treinta la conocimos cuando se transmitía doblada al español en el Canal 5, en esos maratones televisivos que incluían la trilogía de Volver al Futuro (Robert Zemeckis, 1985-1990) y corríamos por el VHS para copiarla. Cuando esto se publique ya habrá miles de reseñas que analicen la superproducción de 200 millones de dólares.

Así que me dedicaré a confesar mi amor por Star Wars. ¿Por qué? Porque soy un warsie, uno de los millones de fanáticos que fue marcado en su infancia por la experiencia de ver las películas y que ahora regresa a la misma puerilidad. Fue el creador de la saga, George Lucas, quien nos dio la esperanza que necesitábamos en su ópera espacial, el cuento de ciencia ficción que usó de excusa para presentarnos el previsible resultado de la estereotípica lucha entre el bien y el mal.

Tendría unos 7 años cuando vi las cintas con conciencia y no como parte del zapping habitual. Al ver el interés mis padres me compraron los VHS de la primera trilogía y quedé enganchado. Lo recuerdo vívidamente porque tenía esa edad cuando también vi Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993). Los sables de luz y los dinosaurios fueron dos fantasías con las que conviví mucho tiempo. Por esas películas, en gran medida, nació mi amor por el cine.

Mis hermanos tenían juguetes de Star Wars. Para ellos fue una moda pasajera, pero a mí me caló hondo. Al enterarme del irrefrenable ímpetu destructivo de mis carnales descarté cualquier posibilidad de heredar su reino lúdico. Así que en las navidades me regalaron miniaturas de personajes, naves y vehículos. El cielo warsie me había hecho justicia. Después supe que había un Universo Expandido, que si bien no es reconocido como canon en la saga, añade más mitología a la franquicia con cómics, videojuegos, libros y programas de televisión.

Luego, a los 13 años, fui al cine solo a ver el Episodio I en una sala del centro de Reynosa. Repetí el mismo ritual con los Episodios II y III. Después vi las remasterizaciones y presencié el sacrílego acto de Lucas al incorporarles chafísimos e innecesarios efectos visuales. Fueron templos profanados. La edición definitiva de las seis películas en Blu-Ray incluye las versiones originales y las espurias. Yo me quedo con las primeras.

Uno gana dinero de adulto para gastarlo como niño. Así lo he hecho al adquirir memorabilia de Star Wars que siempre quise y antes no podía tener. Por eso los detractores de Lucas dicen que sus engendros fílmicos son los culpables de convertir al público en adolescente. Yo creo que nos devolvió la esencia onírica del cine con Darth Vader (mi personaje favorito), Luke Skywalker, Han Solo, Chewbacca, Leia Organa y Obi-Wan Kenobi, entre otros.

¿Por qué son tan exitosas estas historias? Porque contienen dosis de aventura, emoción y riesgo como las de vaqueros, piratas, y viajes al fondo del mar o al centro de la tierra. Star Wars es esa mezcla de arquetipos bien definidos -la princesa en problemas, el héroe con una misión- a los que les justificamos sus acciones, aunque a veces son disparates (inclúyase sugerentes relaciones incestuosas y serios problemas con la figura paterna). Me cuesta mucho admitir sus fallas e incongruencias, aunque sí comparto un odio, como muchos, hacia el gungano Jar Jar Binks. Hay que disfrutarlas a la velocidad de la luz y evitar responder las tormentosas preguntas.

Nunca me vestí de Stormtrooper o tuve un cumpleaños con botargas de los droides C-3PO y R2-D2; mi devoción es cinematográfica. No me da pena admitir que mi corazón de wookie empezó a palpitar al ver el trailer oficial del séptimo episodio ahora a cargo de los estudios Disney, que además lanzarán una serie de spin-offs entre cada nueva película. Más droga para los warsies.

Mi novia me dio una sorpresa y compró boletos para el estreno. Pudo conseguirlos en una discreta sala de un cine en el centro de Monterrey. No se quedó dormida en su butaca, que era lo que temía, como ha pasado en otras ocasiones cuando he querido adoctrinarla en el uso de la Fuerza. Superó la prueba del padawan que aspira a convertirse en Jedi.           

En su infantilismo e inocencia, Star Wars nos regresa al estado más básico del cine. Cualquier análisis académico amargaría este caramelo. Anoche desconecté la parte crítica de mi cerebro y me dejé llevar por el Halcón Milenario. ¿Es buena o mala? Véanla y júzguenla. Fui al cine como fanático y dejé al comentarista en casa. No arruinaré las sorpresas. Lo único que diré es que la franquicia necesitaba renovarse para conectar con las nuevas generaciones.

El veredicto me lo guardaré en un acto de egoísmo cinéfilo. La conclusión se la dejo a los grumpy cats de la critica, como califica un amigo a los que se especializan en reprobar a toda la cartelera comercial. Si la van a ver celebren la oportunidad de hacerlo en pantalla grande, siéntanse afortunados de ser parte del suceso y sean felices, porque la Fuerza los acompaña.

AGENDA CINECLUBERA MTY (ENTRADA GRATUITA)

Cine en el Parque

Viernes 18 de diciembre

Película: “Edward Scissorhands” (Estados Unidos, 1990)

Director: Tim Burton

Lugar: The Food Truck Palooza

Dirección: Alejandro de Humboldt 1001, esquina con Mirador, colonia El Mirador, Monterrey

Hora: 20:30 horas

Domingo 20 de diciembre

Película: “Rise of The Guardians” (Estados Unidos, 2012)

Director: Peter Ramsey

Lugar: Plaza La Purísima

Dirección: Padre Mier, entre Francisco Zarco y Serafín Peña, centro de Monterrey

Hora: 18:00 horas

Viudas Cineclub

Viernes 18 de diciembre

Película: “Star Wars Episodio V: El Imperio Contraataca” (Estados Unidos, 1980)

Director: Irvin Kershner

Hora: 16:40 horas

Película: “Star Wars Episodio VI: El retorno del Jedi” (Estados Unidos, 1983)

Director: Richard Marquand

Hora: 18:50 horas

Sábado 19 y domingo 20 de diciembre

Serie: “Vikingos (1er. temporada)” (Irlanda y Canadá, 2013)

Hora: De 15:00 a 21:00 horas

Domingo 20 de diciembre

Lugar: Viudas T-Shirts

Dirección: Padre Mier #463-A, entre Escobedo y Emilio Carranza, Monterrey

Críticos y criticones

Sábado 19 de diciembre

Película: “Canción de Navidad” (Reino Unido, 1951)

Director: Brian Desmond Hurst

Lugar: Sala 3 de la Cineteca Nuevo León, ubicada en el interior del Centro de las Artes

Dirección: Parque Fundidora, Av. Fundidora y Adolfo Prieto S/N, Monterrey

Hora: 15:00 horas

Ámbar

Miércoles 23 de diciembre

Película: “Before midnight” (Estados Unidos, 2013)

Director: Richard Linklater

Lugar: Ámbar Galería-Cinema-Café

Dirección: Isaac Garza #735 oriente, entre Dr. Coss y Zuazua, Monterrey

Hora: 20:00 horas

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Cuando la semana pasada se publicó la primera parte de la entrevista a Julián Hernández me enteré que mientras veía su última película, Yo soy la felicidad de este mundo (2014), moría de un paro respiratorio la reconocida bailarina Gloria Contreras, quien hizo una aparición en la secuencia de créditos de esta producción. No hubo mejor manera de que el director, inconscientemente, le rindiera homenaje y que ella se despidiera del mundo a los 81 años de edad.