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Casino Royale: La apuesta

El próximo domingo se cumplirán dos años desde ese día, el día en que el futuro se volvió incierto para las familias de las 52 víctimas del atentado terrorista al Casino Royale. 

El fuego consumió algo más que la materia, con él se fue una ciudad del “progreso” y de las “oportunidades”, el Monterrey del imaginario, el que ya no existe. 

Porque aunque muchos todavía se nieguen a aceptarlo, después de ese 25 de agosto la sociedad regiomontana quedó desnuda, descubriéndose a sí misma como una gran permisiva de aquello que juzgaban tanto: el narcotráfico. 

El próximo domingo se cumplirán dos años desde ese día, el día en que el futuro se volvió incierto para las familias de las 52 víctimas del atentado terrorista al Casino Royale. 

El fuego consumió algo más que la materia, con él se fue una ciudad del “progreso” y de las “oportunidades”, el Monterrey del imaginario, el que ya no existe. 

Porque aunque muchos todavía se nieguen a aceptarlo, después de ese 25 de agosto la sociedad regiomontana quedó desnuda, descubriéndose a sí misma como una gran permisiva de aquello que juzgaban tanto: el narcotráfico. 

Habrán pasado 730 días con sus noches desde aquella primera búsqueda inesperada y desesperada. 

La angustia que se convirtió en una pesadilla colectiva. 

Porque, aunque en un principio a los que les sobra la moral y la tienen doble, hicieron críticas que colocaban a las víctimas como únicos responsables al tacharlos como adictos, con el tiempo todos nos tuvimos que dar cuenta que la corrupción y la impunidad en nuestro país son tan lacerantes que eso hubiera podido suceder hasta en un negocio de chicles. 

En un par de días más estaremos contando los 24 meses y desde ninguna de las instituciones de procuración de justicia, más allá del compromiso burocrático y legal que por Ley les corresponde, han dado una explicación amplia sobre lo que sucedió ese día. 

Especulaciones van y vienen sin poder detener la vorágine de pruebas mediáticas que señalan nombres de políticos, funcionarios y empresarios de supuesto prestigio. 

Seguramente, los medios de comunicación en el mundo volverán a repasar esas imágenes con las que pudieron darse cuenta en dónde quedaba la ciudad de Monterrey. 

No faltarán los consuelos de que el “tiempo lo cura todo”. 

Pero hay a quienes no se les olvida ni por un instante que en esa pérdida, lo declaraban los familiares ante también el evidente rezago que tenemos en Protección Civil, lo decía Amara Pedroza en una declaración: “pudieron haberse evitado tantas muertes y tanto dolor; el lugar estaba mal diseñado, sin salidas de emergencia, no hay cultura de la prevención y no hay quién lo regularice. 

“Lo que más me asusta es que veamos esta situación como normales en México, no se vale, te cambian la vida para siempre, cómo afrontas una muerte de este tipo, porque esto no tenía que suceder”.

Porque aunque parezca un cuento mal contado, la realidad es que “la casa nunca pierde” y el dueño del Casino Royale, los perpetradores, los delincuentes y las autoridades implicadas gozan de tranquilidad, e incluso, en algunos casos inmunidad ante la justicia. 

Porque la sociedad lejos de ser empática los dejó en una causa solitaria. 

Porque los políticos al tomarse la foto con los familiares gritan su resignación de “disculpe usted las molestias de vivir en México”. 

A pesar de todo eso, leo emocionada el correo de Amara –hija de Amalia- y siento que la vida colectiva tiene sentido. 

Porque si ella tiene éstas y muchas más razones para no creer, se ha convertido en mi Ana Frank, esa que viendo las atrocidades de la guerra es capaz de escribir al final de su diario: “A pesar de todo sigo creyendo en la innata bondad del hombre”. 

Porque la apuesta no es hacia el “borrón y cuenta nueva”, ¿quién puede borrar ese día? Imposible. 

La apuesta es personal y colectiva sobre lo que estamos dispuestos, para que no se repita la misma historia, para que estos aniversarios dejen de ser un conteo del tiempo y se conviertan en esperanza profunda. 

Reparación del daño, justica y un memorial digno es lo que merecemos, tanto exigir, como contribuir el próximo 25 de agosto. 

Por la transformación de un Monterrey que no está dispuesto a olvidar su apuesta hacia la memoria, la justicia y la paz. 

No.

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