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Carta a Camila Vallejo

Querida Camila,...

No puedo dejar de pensar en una escena que ocurre al final de “Amuleto”, breve pero importante novela de Roberto Bolaño. En ella, acaso simbólicamente, las juventudes latinoamericanas marchan alegres e incautas hombro con hombro hacia el abismo.

Bolaño denuncia ante el futuro un crimen del pasado; la pérdida de una generación de jóvenes idealistas, latinoamericanos, que fueron sacrificados ante la realidad. Hoy, ante una realidad que no podría ser más pesimista, volvemos a vivir tiempos de esperanza.

Querida Camila,…

No puedo dejar de pensar en una escena que ocurre al final de “Amuleto”, breve pero importante novela de Roberto Bolaño. En ella, acaso simbólicamente, las juventudes latinoamericanas marchan alegres e incautas hombro con hombro hacia el abismo.

Bolaño denuncia ante el futuro un crimen del pasado; la pérdida de una generación de jóvenes idealistas, latinoamericanos, que fueron sacrificados ante la realidad. Hoy, ante una realidad que no podría ser más pesimista, volvemos a vivir tiempos de esperanza.

Somos otra vez los jóvenes los que hacemos cara a la crisis, los que decidimos nuevamente ser idealistas. No porque seamos ingenuos sino, porque por el contrario, entendemos que los únicos cambios que valen la pena son los imposibles. Porque para cambiar la realidad se necesita valor y creatividad y el pesimismo nunca es creativo.

En otras palabras, los jóvenes latinoamericanos volvemos a ser convocados para emprender una marcha juntos. Sin embargo, esto nos pone ante una cuestión fundamental: ¿Cómo aprender del pasado e incorporar a la historia para anticipar nuestros errores? Me parece que un primer paso deseable es construir un verdadero diálogo dentro de la juventud ajeno al discurso o al meeting político.

Es preciso un intercambio de preguntas, puntos de vista y un fluir de ideas que trascienda el asambleísmo, la demagogia y que de sentido y dirección a nuestras inquietudes, a nuestro andar. Acaso esta carta es tan sólo una insinuación de ese intercambio.

Los jóvenes de México y Chile compartimos un diagnóstico sobre la realidad. Urgen cambios profundos en los sistemas políticos de nuestros países. Por ello es importante construir un diálogo plural en torno al futuro que deseamos construir.
Una pregunta inicial sería ¿Cómo trascender la política de las manifestaciones masivas? Porque si bien es cierto que allí nacen y adquieren su fuerza nuestros movimientos, también debemos ser conscientes de que para lograr las transformaciones a las que aspiramos se necesitarán construir nuevas formas de participación en la vida pública. Por eso es tan importante que la creatividad a través del arte y la cultura acompañe siempre nuestros movimientos. Nuestra fuerza no sólo yace en la indignación sino en nuestra capacidad creativa para alentar otros futuros, cuestión que determinará nuestra trascendencia. Es menester tener un discurso vivo y actual, que esté a la altura de los problemas que buscamos resolver y que no agote su ímpetu constructivo cayendo en retoricas desgastadas y lugares comunes. Necesitamos ser capaces de construir  un discurso nuestro, nuevo, que dé sentido a este tiempo que vivimos. Y te preguntó: ¿Qué debe incluir este nuevo discurso?

Sólo intercambiando ideas en torno a preguntas como las que aquí planteo lograremos dar vitalidad y viabilidad a un movimiento que trasciende fronteras nacionales.  Si bien alguna vez se nos reprochó a los jóvenes ser apáticos e indolentes, hoy queda claro que al menos un sector de estas juventudes desea intervenir en su destino. Es una tarea imposible que más vale inmediatamente comenzar. Ya se dio un primer paso pero ahora es fundamental no compartir el destino de las generaciones que Bolaño narra en “Amuleto”. Justamente como parte de una generación que compartió nuestros anhelos de transformación, Roberto Bolaño viajó de Santiago a México D.F. y atestiguó aquel gran crimen que se perdió en el abismo. Esta carta emprende el viaje en contrasentido, de México D.F. a Santiago de Chile para intentar evitar que vuelva a suceder lo mismo. Que comience el diálogo.

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