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Armando Vega-Gil

A mis trece años de edad asistí a mi primer concierto de rock. Fue en el extinto centro cultural Arkali, ubicado en una casona de la calle Morelos, del centro de Monterrey, bajo la dirección asociada de la poeta María Belmonte y el activista Esteban Bárcenas.

A mis trece años de edad asistí a mi primer concierto de rock. Fue en el extinto centro cultural Arkali, ubicado en una casona de la calle Morelos, del centro de Monterrey, bajo la dirección asociada de la poeta María Belmonte y el activista Esteban Bárcenas. Aquella ocasión, en la que acompañaba a mis padres, fue inaugurada una exposición de cartones de Horacio Salazar, quien cultivaba entonces un prestigio como monero, y ocurrió el debut en la ciudad de Botellita de Jerez, una de las bandas más representativas del rock mexicano que iniciaba en 1984 su trayectoria con la guitarra de Sergio Arau, el bajo de Armando Vega-Gil y la batería de Francisco Barrios.

Botellita de Jerez fue precursora de la proyección del rock en español, la fusión de ritmos populares nacionales, la alusión a expresiones de la cultura popular, la composición de temas dotados de crítica social y un humor permanente, y la interpretación musical en los linderos de lo teatral, del sketch. El discurso que se explaya sobre lo kitch también fue una de sus contribuciones, con una máxima arraigada: “Todo lo naco es chido”. Yo les digo a mis hijas que Botellita de Jerez puede explicarse como precedente de bandas como Moderatto, por ejemplo, y una referencia para grandes de la música mexicana contemporánea como Café Tacuba, que en su repertorio cuenta con temas originales de los botellita, como la clásica Alármala de tos.

Esta agrupación ha tenido sus crisis y ha tenido sus rupturas y sus reencuentros, sus arrejuntes. Pero, en lo individual, cada uno de sus integrantes originales ha desarrollado sus propias trayectorias creativas, en paralelo a sus respectivas actividades musicales como botellitos. Armando Vega-Gil lo ha hecho desde los quince años de edad como escritor; escritor de poesía, cuentos y guiones.

Celebrado como el Cucurrucucú en Botellita de Jerez, Vega-Gil cumple sus 60 años de edad con vitalidad y jovialidad y con un prestigio bien ganado como escritor, autor de más de 30 libros de poesía y narrativa, particularmente libros para lectores jóvenes y niños, muchos de los cuales le han valido diversos premios y reconocimientos.

Entre sus obras más recientes encontramos la novela Fecha de caducidad, publicada por Alfaguara, escrita en conjunto con la narradora Beatriz Rivas y la periodista Eileen Truax. “El enigma del hoyo en el pantalón”, bajo el sello SM, es su novedad editorial para los primeros lectores. Y su disco “Armando Vega-Gil y su ukulele loco” es lo más reciente musicalmente, aunque está por aparecer un nuevo disco de Botellita de Jerez. En cada uno de estos registros, en la literatura o en la música, Vega-Gil despliega talento, versatilidad, inteligencia aderezada de humor, lo que dibuja una sonrisa permanente cuando uno lo lee, cuando uno lo escucha.

Treinta años después de mi primer concierto de rock con Botellita de Jerez, a mis 43 años de edad, asistí a otra ceremonia rocanrolera encabezada solo por Armando Vega-Gil y su ukulele. Ahora me acompañan mis hijas, y juntos aplaudimos y cantamos las historias del Cucurrucucú sobre la diversidad con la fábula de un macaco y un cochino, o un marciano y un ciempiés, o sobre la escatología como lección cívica con la versión fabulosa de ese himno que mis padres me ensañaron originalmente con la voz de Gabino Palomares, y en el que creemos fielmente: “Si tú quieres ser feliz, mete un dedo a la nariz, si quieres ser otro poco, mete el otro y saca un moco; el moco, el moco, el moco ya lo verás”.

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