El Senado de la República se iluminó de dorado por el Día del Cáncer Infantil.

Al cáncer infantil no lo detiene una pandemia

“Al cáncer infantil no lo detiene una pandemia”, dijo Clarita, mamá de una pequeña que lo padece desde hace tres años. Y es que con la llegada del COVID-19 a México, enfermedades como el cáncer, VIH, padecimientos renales, diabetes, cardiovasculares, pasaron a segundo término, y no sólo eso, varios de los medicamentos indispensables que requieren […]

“Al cáncer infantil no lo detiene una pandemia”, dijo Clarita, mamá de una pequeña que lo padece desde hace tres años. Y es que con la llegada del COVID-19 a México, enfermedades como el cáncer, VIH, padecimientos renales, diabetes, cardiovasculares, pasaron a segundo término, y no sólo eso, varios de los medicamentos indispensables que requieren para su tratamiento no se encuentran debido al desabasto que hay en el sector salud.

Desde antes de los primeros contagios por COVID-19, padres de familia ya atravesaban un viacrucis para poder contar con los medicamentos que sus hijos necesitan para subsistir ante un cáncer. Dosis que en el mercado negro sus costos están muy elevados, con el riesgo de que sean de mala calidad, o peor aun, sean apócrifos.

Apenas el lunes pasado se conmemoró el Día Internacional del Cáncer Infantil, una fecha que no solo nos recuerda que en México la principal causa de muerte entre los 5 y 14 años, es el cáncer. Cada año se registran más de 2 mil fallecimientos de niñas, niños y adolescentes por esta causa.

Se estima que en el país, cada año se atienden entre 5 o 7 mil nuevos casos de cáncer infantil, entre los que destacan principalmente la leucemia.

Hoy en homenaje a todos esas niñas, niños y adolescentes que día a día piden un milagro de vida voy a compartir la historia de dos pequeñas que aún cuando están a un paso de la muerte, tienen deseos por realizar. Porque así como al cáncer no lo detiene una pandemia, tampoco los sueños de quienes lo padecen, los detiene un cáncer.

Es el caso de Abril, quien a sus ocho años, sueña con ir a la playa de Acapulco, Guerrero. Abril tenía cinco años cuando le diagnosticaron médula glioblastoma grado cuatro, a sus padres los médicos les dijeron que desafortunadamente ya no hay nada por hacer.

“Quiero relajarme, ver el amanecer y atardecer para después dibujarlos. Quiero ver el mar por última vez”, expresa Abril con una sonrisa.

Como ella, Rocío de 14 años, sueña con conocer a Jesse y Joy, su grupo favorito y visitar el santuario de las ballenas. Rocío padece de rabdomiosarcoma embrionario en senos paranasales y paladar. Le gusta dibujar, le gusta la música. Dice que a pesar de vivir en Los Cabos, Baja California Sur, nunca ha vivido la experiencia de tocar a estos extraordinarios animales marinos.

Historias como las de Rocío y Abril, nos llevan a alzar la voz, a tender redes y a trabajar incansablemente, para que cuenten con un servicio médico de calidad, garantizar todos los medicamentos que necesitan para vivir, y unirnos como sociedad para hacer realidad sus sueños.

Sueños que como niñas, niños y adolescentes se pueden hacer realidad. “Cuando la vida se les agota lo único que les queda es soñar”, afirma Clarita, después de que los médicos le informaron que a Sandra le quedaban seis meses de vida.

En México las probabilidades de vida para las niñas, niños y adolescentes con cáncer infantil es baja, en comparación con países como Estados Unidos, donde su atención es una prioridad.

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