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Agua y aire: las deudas pendientes

Mientras estamos de vacaciones, las quejas disminuyen porque nuestra atención está en otros lados. Pero innegable es que los problemas persisten. Que los altos niveles de contaminación del aire disminuyen, por ejemplo, en tanto no hay demasiados autos circulando en las calles, pero eso no es indicador alguno de esperanza. Como tampoco lo es que […]

Mientras estamos de vacaciones, las quejas disminuyen porque nuestra atención está en otros lados. Pero innegable es que los problemas persisten. Que los altos niveles de contaminación del aire disminuyen, por ejemplo, en tanto no hay demasiados autos circulando en las calles, pero eso no es indicador alguno de esperanza.

Como tampoco lo es que mientras para algunos abrir la llave y que salga agua es una cotidianidad, para otros implique recortes o desabastecimiento de agua. Que incluso, hemos dejado del lado en el tema de los debates de los ríos, la contaminación del agua. Mucho se discute sobre la urbanización pero no sobre el vital líquido y los derrames de aguas negras y otras sustancias que siguen sin ser castigados.

La importancia de lo que viene con las nuevas administraciones y un Congreso del Estado casi renovado (con excepción de quienes ya estaban y vuelven) es que debemos subir a la agenda no sólo de cuidado medioambiental, sino de desarrollo económico las condiciones de calidad de agua y aire en las que vivimos los habitantes de la Zona Metropolitana de Monterrey.

Esto es de suma importancia puesto que en los índices de desarrollo humano, económico y social en el mundo, cada vez más se incluyen para la calidad de hábitat y vida los que involucran la condición de estos elementos que son poco visibles.

La productividad de las empresas, las inversiones extranjeras, el crecimiento de las industrias creativas y las aspiraciones de las nuevas generaciones a vivir en entornos amables y limpios, está cambiando la tendencia en el mundo en la que se creía o veía a las ciudades industriales como la “panacea” del desarrollo. Esto ya no es más y no es el futuro de los próximos años de las urbes del mundo.

Ante la migración cada vez más acelerada en distancias y tiempos más cortos, no sólo se debe contar con servicios, infraestructura y oportunidades de servicios públicos o privados, sino calidad de agua y aire.

De esos dos elementos depende la vida humana y el talento para sobrevivir se irá a anidar a aquellos lugares en donde ambos no hagan falta ni sean mortales para la vida. Recordando que, actualmente, esa contaminación está causando con la misma velocidad rápida enfermedades crónicas y muertes (sobre todo en poblaciones vulnerables como infantes o adultos mayores).

Estamos en una encrucijada por el cuidado medioambiental porque ya no hablamos de territorio sino de recursos básicos para la supervivencia. Habremos de tomar en cuenta estos sucesos para que esa agenda no sea olvidada entre temas insulsos. Esta legislatura como los Alcaldes deberían estar previendo que así como otros derechos emergentes, se han estado postergando en los últimos años las acciones contundentes que no permitan lo que la realidad nos alcanzó: ser una de las ciudades más contaminadas de América Latina y, para el colmo, tener un rezago en el cuidado y abastecimiento de agua que está dando señales y evidencias.

Por tanto, la deuda pendiente no debe ser menospreciada… ¿Qué pasaría si tuviéramos una justicia real respecto a los delitos ambientales? Ésta es sólo una de las preguntas que tenemos que hacernos ante el escenario adverso en el que persisten las omisiones.

Porque está emergencia ya no está para “cuide el agua y no salga de su casa” o para las múltiples recomendaciones apelando a la voluntad de la gente que quizá no llegue nunca porque no estamos educados o no nos interesa.

Tenemos que hacer más. Los gobiernos en el mundo están en los países avanzados poniendo más atención en esto. Las diversas autoridades Nuevo León con tomadores de decisión que entran, todavía puede hacer más. Que aunque no se note o aunque no nos importe, sin agua y sin aire no podemos vivir, eso está comprobado. Más nos vale saldar la deuda a tiempo.

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