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360 grados Los indecisos, la masa crítica

La mirada 360 grados es aquella que puede ver la realidad sin prejuicios, ideologías ni dogmas. Es la mirada integradora del corazón.

Todos los juicios son producto de la moral de los buenos contra los malos. Entre más extremista es nuestra visión, más moralista es la forma de ver las cosas.

La adicción social más dañina es el querer tener la razón. Todas las guerras son declaradas, en nombre de la moral, por alguien que quiere tener la razón

La mirada 360 grados es aquella que puede ver la realidad sin prejuicios, ideologías ni dogmas. Es la mirada integradora del corazón.

Todos los juicios son producto de la moral de los buenos contra los malos. Entre más extremista es nuestra visión, más moralista es la forma de ver las cosas.

El amor es al revés, no juzga, acepta la realidad tal y como es. La moral es conservadora, el amor es transformador. Muchos de ultra derecha deberían de recordar las palabras de Jesús: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Y muchos de la ultra izquierda las de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno, a pensar y ser diferente, es la paz”.

La adicción social más dañina es el querer tener la razón. Todas las guerras son declaradas, en nombre de la moral, por alguien que quiere tener la razón.

La razón es intolerante por naturaleza: ve la realidad en blanco y negro. Es la vieja película de la serpiente que nos arrastra, con el veneno de la dualidad, al drama de los buenos contra los malos.

La mirada 360 grados es la visión del águila que une y sincroniza los extremos, las alas, para impulsarnos a volar hasta donde la imaginación se atreva.

Cambiar la mirada es un acto de valentía, es más cómodo seguir arrastrándose entre las intrigas de la razón donde la culpa siempre es de otros y la responsabilidad jamás es compartida.

Querer tener la razón es el dios de la guerra que nos ha gobernado desde hace siglos.

Todo lo que nos divide es el miedo a perder la razón; lo que nos une es el amor al prójimo. Ver la realidad con amor, tolerancia, es aceptar que el poder de transformación está en cada uno. Echar la culpa a diestra y siniestra es negar el poder propio.

Ver al diferente como opuesto, ya no como contrario, es dar a luz una nueva visión. Los opuestos son complementarios, la luz se enciende cuando logramos trascender los propios prejuicios.

La conciliación de los opuestos es el camino hacia la paz y la armonía.

En el 2000 voté por Fox para presidente y por AMLO para el DF. En el 2006 voté por AMLO, principalmente por la indignación que me causó la mentira del desafuero, un crimen a la incipiente democracia, y por la posterior campaña de miedo y odio que sembró el PAN.
En 2009 anulé mi voto en protesta contra todo el sistema político.

A como están las cosas hoy, anular el voto no es una opción: el riesgo que existe a perder el terreno ganado en la democracia es real y peligroso.

Como indeciso independiente, en lo personal, me queda elegir a Alguien entre, Uno de Dos: AMLO en primera instancia, y Josefina, más por ser mujer que como panista, muy distante por ahora después de caer en la tentación de revivir la campaña oscura del 2006. Sembrar miedo y odio es cosechar violencia y sangre, como ya lo comprobamos este sexenio.

Sin embargo, reconozco como pensamiento válido, y correcto, el de aquellos indecisos que ven sus prioridades al revés: primero Josefina, y luego AMLO.

Los indecisos somos los indignados, en nuestras manos está el poder creador de otra realidad.

La política se volvió circo, maroma y teatro con tal de ganar el poder. El interés ciudadano quedó supeditado a los intereses partidistas.

El sistema político está podrido de avaricia, corrupción y egoísmo. Es por ello que hoy los indecisos, o independientes, somos una buena mayoría, la decisiva. Somos la masa crítica.
Me encantaría que ese Alguien, Uno de Dos, encarnara en verdad la visión 360 grados del corazón. Hay que transformar la indignación en creación. Cambiar el enfoque del Estado actual para poner la atención en el arte, la cultura, la comunicación, la educación, la salud, la ciencia y el deporte, y así elevar el Espíritu: México es un país de corazón, no un Estado policíaco.

Por mi raza hablará el Espíritu, además de ser el lema de la UNAM, es un augurio de lo que puede pasar si nos enfocamos en lo que nos une.

Me encantaría que ese Alguien, Uno de Dos, se comprometiera a rescatar la sabiduría de las raíces de nuestros pueblos originales. Para que el águila nacional vuele, antes tiene que abrazar sus raíces.

¿Cómo queremos que el árbol produzca mejores frutos si las raíces están mal nutridas? Son deplorables las condiciones de marginación e injusticia de los indígenas, los dueños originales de estas tierras según la Constitución.

La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas dice la primera oración de la Carta Magna. No puede existir un México grande sin que les demos a Los Ancestros el valor y la grandeza que tienen.

Hoy el país está descompuesto porque no hemos respetado la composición original.

Me encantaría que ese alguien, Uno de Dos, encarne la visión de la paz, el humanismo perdido, y el valor a la vida. La frase de amar al prójimo, no tiene por ningún lado un asterisco que diga: siempre y cuando no sea político, narco, periodista, publicista, prostituta o lo que sea.

Lo mismo pasa con la frase que se le atribuye a Juárez: respetar es tolerar. Los nuevos tiempos nos piden una congruencia total entre lo que decimos y hacemos.

Ya no basta ser creyente, ahora hay que crear, con los actos y las obras, lo que en verdad se cree. Ya no es posible hacer campaña contra al aborto, en defensa de la vida, mientras se aplaude de pie la guerra de los miles de ejecutados.

Ya no es válido ser de izquierda y a la vez ser intolerante y moralista. La incongruencia es la madre de la doble moral.

La mirada 360 grados se enfoca en lo que nos une, por ello saca lo mejor de nosotros.

Los latidos tienen, infinitamente, mayor poder que los miedos. Juzgar al opuesto como rival a muerte, es seguir alimentando con odio al dios de la guerra.

Me encantaría que en el 2012 la serpiente de la dualidad transmute por fin en el águila real mexicana. Y que tanto sacrificio humano ofrendado en este sexenio, sirva para desterrar de una vez por todas el miedo y el autoritarismo como forma de gobierno.

Huitzilopochtli, dios de la guerra, se va en definitiva cuando Cristo-Quetzalcoatl retorna en forma de una conciencia colectiva de unidad y paz. Los indecisos somos la masa crítica que se ocupa para que ello suceda.

Estoy consciente de que para que esto suceda, ya en lo colectivo, los indecisos independientes tenemos que llegar a un acuerdo previo a las elecciones.

La masa crítica se logra en unidad: Uno de Dos. Divididos no nos alcanza. Y ese Alguien ya no será el representante de los azules, los amarillos o los rojos, sino que encarnará el arcoiris completo, la visión del águila real.

Uno de Dos, la conciliación de los opuestos que enciende la luz del nuevo México. Yo lo creo.