Una republicana en el trono

Con el tiempo y las transiciones, España se ha vuelto condescendiente.  Así pareció cuando ocurrió la boda del príncipe heredero, Felipe de Asturias, con Letizia, una plebeya que escribía su nombre con falta de ortografía. 

Los cambios entre el conservadurismo de una tradición de profundo catolicismo, exacerbado con la represión del franquismo, y la sorpresa de verse de pronto casi tan liberales como los republicanos en el exilio que antes era obligatorio odiar, facilitaba las cosas.  España había pasado mucho como para ser inflexible.  

Norma Garza Norma Garza Publicado el
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Con el tiempo y las transiciones, España se ha vuelto condescendiente.  Así pareció cuando ocurrió la boda del príncipe heredero, Felipe de Asturias, con Letizia, una plebeya que escribía su nombre con falta de ortografía. 

Los cambios entre el conservadurismo de una tradición de profundo catolicismo, exacerbado con la represión del franquismo, y la sorpresa de verse de pronto casi tan liberales como los republicanos en el exilio que antes era obligatorio odiar, facilitaba las cosas.  España había pasado mucho como para ser inflexible.  

También los Borbón le dieron una oportunidad a Letizia al aceptarla como heredera al trono aunque fuera plebeya, liberal, trabajadora, moderna, divorciada… y atea. 

Era como tener una posición en el Palacio. Y así lo celebraron. 

Letizia ahora será reina en un movimiento que, si hubiera sido diseñado por la mejor agencia de relaciones públicas, no hubiera caído tan bien a un pueblo español que no termina de aceptar una monarquía que tuvo un paréntesis de 44 años. 

Como si movieran una pieza maestra para acomodar las cosas, es probable que este matrimonio sea la salvación de una monarquía debilitada por los excesos del rey, la corrupción en la Casa Real y la antipatía de los españoles, acrecentada por la profunda crisis económica. 

Letizia, aunque aliada de los sufridos españoles, tendría que soportar las críticas y los embates de primos resentidos, examigos que buscan fortuna con viejas fotografías, y los tradicionalistas que no acaban de entender cómo una princesa puede ser tan protagónica. Felipe, ya casi rey, se observa tranquilo para asumir el reinado de la mano de su esposa y así garantizar que Doña Leonor pueda algún día lucir la corona. 

Eslabón entre realeza y pueblo

Todo empezó a cambiar en la vida de Letizia Ortiz en el año 2003. Su relación con el príncipe de Asturias se mantenía en secreto mientras ella trabajaba para TVE. Después vino la boda en 2004 y Letizia, acostumbrada a narrar la noticia, protagonizó todos los noticieros. 

Ella misma dudaba que pudiera enfrentarlo y la primera muestra de que debía adaptarse, callarse casi siempre y guardar un perfil bajo, fue cuando le quitó la palabra a su novio en la misma rueda de prensa en donde se anunciaba el compromiso. Letizia se delataba y el rey le pidió cordura mientras ella estaba decidida a no acatarlo. 

Lo demás han sido ataques de la prensa y muchos rumores sobre su mala relación con su suegra, su suegro, y hasta con el príncipe, de quien se ha asegurado que estaba a punto del divorcio. No hay tal, y todo indica que Letizia llegará al trono de España sin un raspón. Muy lejos de los arranques de Lady D, la británica que, siendo de sangre azul, no supo adaptarse a la parafernalia e hipocresía.

El último reto que enfrentó la princesa plebeya fue el libro escrito por su primo David Rocasolano, quien la presenta muy lejos de la virtud que tradicionalmente reflejan los reales.

A más de un año de su lanzamiento, “Adiós princesa” sigue entre las 15 biografías más vendidas de Amazon, ha superado los 35 mil ejemplares en cinco ediciones. Pero su autor, que amenazaba con otro libro aún más revelador, ahora ha desaparecido, igual que su blog y cuenta de Twitter. El contraataque real resultó en una acusación de supuesta corrupción en el  caso de Ciempozuelos. 

Pero la periodista no claudica y también dio la cara, de indiferencia, cuando aseguraban que había roto relaciones con su familia política. La prudente reina Sofía la había regañado en público y la foto en la que se hacía evidente un desacuerdo se filtró, aunque nadie lo confirmó.

Últimamente se habla también de enojos, explosiones, berrinches o actitudes de diva, además de su afición por las cirugías plásticas y los tratamientos faciales. Letizia ha cambiado, pero es indudable que sigue firme y que será coronada. 

Para muchos, ella es el punto que neutraliza la insultante monarquía para los liberales españoles. Además, es tan pecadora como cualquier ciudadano y significa la pieza del rompecabezas que podría perpetuar una monarquía en crisis. Un eslabón estratégico que conecta la sangre azul, con la de cualquier español.

Y habrá, también, una reina Letizia con personalidad propia, carácter fuerte y mucha determinación hasta para controlar sus nervios y parecer, sin duda, una plebeya, y republicana, muy bien adaptada. 

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