No hay imagen disponible

Robo de smartphones: el crimen del milenio

Laura Estrada caminaba con un amigo por la Ciudad de México cuando un hombre le puso una navaja en el cuello y otro una pistola en la espalda solo para robar su celular.

“Ni siquiera me pidieron cartera, dinero o nada”, cuenta Laura, “les di el celular que llevaba, que estaba en pésimas condiciones. No les gustó, y se cuchichearon que si servía o no. Dijeron que no, que no era un iPhone o algo bueno y nos dejaron ir”.

10
Veces más puede alcanzar el valor de un celular robado al revenderlo en Brasil, China o África
https://www.youtube.com/watch?v=EUudabqML8s

Laura Estrada caminaba con un amigo por la Ciudad de México cuando un hombre le puso una navaja en el cuello y otro una pistola en la espalda solo para robar su celular.

“Ni siquiera me pidieron cartera, dinero o nada”, cuenta Laura, “les di el celular que llevaba, que estaba en pésimas condiciones. No les gustó, y se cuchichearon que si servía o no. Dijeron que no, que no era un iPhone o algo bueno y nos dejaron ir”.

Este es un ejemplo de la ola criminal que se está convirtiendo en un dolor de cabeza para países de todos los continentes y niveles de desarrollo: el robo de smartphones. 

Gobiernos de países como Estados Unidos (EU), Reino Unido, Sudáfrica, Colombia y Rusia reportan la existencia de grupos delictivos que se dedican de forma exclusiva a robar teléfonos inteligentes para luego empeñarlos o venderlos en el mercado negro.

El hurto de estos dispositivos, un delito con tintes cada vez más violentos, trae  pérdidas de 7 millones de dólares diarios a nivel mundial, fuera de EU.

El problema alarmó a finales del año pasado, cuando la Policía de Colombia, donde al año se roban cerca de 1.6 millones de celulares, confiscó a dos cárteles de droga un cargamento de 400 teléfonos móviles procedentes de EU.

El contrabando de estos dispositivos es un negocio rentable para los delincuentes, pues los gadgets incrementan hasta 10 veces su valor en China, África o Brasil, donde el mercado negro es enorme debido a los altos impuestos de importación.

En Estados Unidos, el 33 por ciento de los robos corresponde cada año al robo de smartphones, lo que significa que 1.6 millones de estadounidenses fueron víctimas en 2013 de este delito, que deja un costo de 30 mil millones de dólares anuales.

En Londres, las autoridades informan que cada mes se roban 10 mil celulares, por lo que su gobierno se sumó a Nueva York y San Francisco en una campaña que exige a las compañías bloquear los aparatos cuando se denuncie su robo.

Sin embargo, en naciones como Rusia y Corea del Sur, donde se debaten tácticas de seguridad que implican lectores de tarjetas SIM y números seriales, las propuestas se consideran una invasión a la privacidad. 

Una obsesión sin precedentes

El furor que provocan los smartphones en la sociedad es un fenómeno sin precedentes que se debe principalmente a factores como su costo, la interfaz y el desarrollo de aplicaciones, explican expertos en entrevista con Reporte Indigo. 

¿Había pasado algo parecido con un producto antes?, se le pregunta a Diego de los Reyes, especialista en tecnología con estudios en el Tecnológico de Monterrey.

“No a este nivel”, responde, “algo que se olvida es que realmente hace poco tiempo que iniciaron. En el 2007 el iPhone cambió la industria, creando esta línea de productos”. 

Lo preocupante del hurto de estos dispositivos móviles, destaca, es que la gente carga en ellos su vida entera, pero no toma con seriedad su protección.

“El robo a smartphones es como el robo de carteras, las mismas precauciones generales deben existir”, afirma.

“Va más allá de detalles personales, y puede llevar a robo de identidad. Generalmente, acceso al smartphone da acceso al correo electrónico, y la posibilidad de ‘posar’ como esa persona”, añade.

 De los Reyes expone que los celulares tienen más alcance en el mercado que otros dispositivos porque ofrecen muchas funciones por menos dinero. 

“El más claro movimiento es el de gente de clase baja saltándose la computadora como su acceso a Internet“, indica,  “un smartphone es más barato que una computadora completa y una renta mensual de Internet, y le sirve en general para lo mismo”.

Por su parte, el investigador en semiótica cognitiva Esteban Fredin coincide al señalar que la interfaz de los móviles los vuelven un éxito en el mercado formal e informal.

“Es algo tan fácil que hasta un bebé puede entender como funciona”, asevera.

“Las PC utilizan la metáfora conceptual del escritorio y con ello heredan mucho de las complicaciones de un escritorio real”, agrega, “los smartphones y tablets, en cambio, están centrados en las apps”.

Los teléfonos inteligentes han tenido mayor penetración porque nacieron en la era del Internet, al igual que los jóvenes de ahora, precisa Fredin.

“Es como una suerte de metagadget o gadget con más gadgets”, dice, “entonces tienes un práctico aparato donde cabe una cámara, todos los mapas del mundo, bibliotecas enteras.

“Al final con un smartphone con una buena serie de apps te sientes como una suerte de James Bond con tanto gadget”.

En palabras de las víctimas

Hay delincuentes que desprecian dinero, tarjetas de crédito y carteras, pues solo van tras los smartphones. Víctimas de este delito, en México y el mundo, relatan sus experiencias a Reporte Indigo.

“A mí casi me lo roban en Egipto cuando un ‘guía’ muy ‘amable’ se ofreció a tomarme fotos con mi iPhone. Suerte que lo pude alcanzar después de que se dio a correr, ¡hasta dejó atrás a su camello!”.
> Rafael Zurita, mercadólogo. Egipto.

“Fui a una discoteca y cuando estaba pagando una bebida abrí mi bolsa para sacar la cartera, pero mi celular se cayó de la bolsa y cuando me estaba agachando a recogerlo un tipo se agachó, lo agarró y se fue entre la gente. Así de descarado”.
> Grace Od, estudiante. Barcelona. 

“Me asaltaron en Reforma, al norte de Tlatelolco, cuando alrededor de ocho jóvenes con pistolas y cuchillos pidieron que mis dos acompañantes y yo les entregáramos nuestros celulares”.
> Diego Rodríguez, estudiante. Ciudad de México.

“Justo cuando mi amiga azotó la puerta del taxi, me di cuenta que había dejado el celular en el asiento, pero como el taxista se puso un poco agresivo no lo devolvió. Lo primero que hice fue hablarle a mis papás para que no los extorsionaran”.
> Diana Ortega, periodista. Monterrey. 

 

 

 

Te puede interesar