Políticamente incorrectos

El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte aseguró el viernes que le gustaría matar a millones de adictos a las drogas, comparándose con Adolfo Hitler y haciendo una brutal referencia al Holocausto.

 

Pero también llamó “hijo de puta” al presidente Barack Obama y mandó “al infierno” a la Unión Europea.

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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Hitler masacró a tres millones de judíos. Ahora hay aquí tres millones de adictos. Me gustaría masacrarlos a todos” 
Rodrigo DutertePresidente de Filipinas

El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte aseguró el viernes que le gustaría matar a millones de adictos a las drogas, comparándose con Adolfo Hitler y haciendo una brutal referencia al Holocausto.

 

Pero también llamó “hijo de puta” al presidente Barack Obama y mandó “al infierno” a la Unión Europea.

 

Y es que parece que el enorme rechazo a la política tradicional ha conducido a la aparición de nuevas figuras en el juego electoral que transgreden el código de conducta “políticamente correcto”.

 

Esto ha engendrado a una nueva generación de populistas, esos políticos convencidos de encarnar la voluntad del pueblo y que han encontrado en el discurso más bien apolítico, la mejor manera de ser elegidos.

 

Frente a un crecimiento económico que está luchando para traducirse en mejoras reales sobre el terreno, Duterte no solo señala a la élite, sino que constantemente utiliza palabras de extrema violencia con la promesa de erradicar el narcotráfico y la pobreza en algunos meses.

 

Y a pesar de haber tenido un crecimiento del 7 por ciento en 2013, una cuarta parte de los filipinos todavía viven con menos de 1.30 dólares al día. El presidente Duterte, que juramentó la investidura el 30 de junio por un período de 6 años, también planea restaurar la pena de muerte y matar a miles de criminales.

 

En un archipiélago marcado por veinte años de dictadura de Ferdinand Marcos, ¿cómo entender el éxito de Rodrigo Duterte? ¿Es el ascenso de los candidatos políticamente incorrectos, la manifestación de una ola mundial de populismo?

 

De Donald Trump a Rodrigo Duterte, ¿cómo el discurso de estos nuevos líderes, a menudo populistas, está cambiando el panorama político?

 

Si el término populismo recubre la expresión más amplia del significado, entonces algunos podrían decir que son la encarnación de la democracia.

 

La cual, garante de las libertades y el Estado de derecho, permite la expresión de lo opuesto. Por lo que acusar a una buena parte de la población de estar gravemente equivocada por elegir ese discurso, es constitucionalmente ilegitimo.

 

En ese sentido, favorecer un discurso racista o misógino en detrimento de un proyecto de nación, es hoy sinónimo de ser un candidato “anti-sistema”.

 

Trump, un punto de inflexión

 

Donald Trump perdió un debate, pero no la guerra. Y cualquiera que sea el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos el 8 de noviembre, gane o pierda, Trump ya es un punto de inflexión en la democracia de la primera potencia mundial.

 

Reducirlo a sus excentricidades, sus mofas, su ignorancia, su aparente vulgaridad o su racismo sería hacer un análisis bastante corto. Pues, ¿es realmente Donald Trump un accidente político? ¿O son los populistas la encarnación de nuestro propio sistema democrático?

 

Y es que, en la primavera de 2016, los medios de comunicación estadounidenses fueron víctimas del síndrome de Frankenstein: perdieron el control del monstruo que ellos mismos crearon. Y Trump es el resultado de una gran revuelta en contra de las élites, y del orden implantado en Washington.

 

Ya que existe una abismal distancia entre los medios de comunicación y la clase política; y lo que piensa y siente el país profundo que no tuitea, ni ve CNN: los primeros, no dan crédito del fenómeno Trump, ese magnate con ínfulas de superioridad que los trata con desprecio y condescendencia. Y los segundos, le dan la bienvenida a las promesas de un candidato prometedor que les “construiría un muro para protegerlos de inmigrantes peligrosos y pondrá fin a los acuerdos de libre comercio que se llevan sus empleos al extranjero”.

 

Violó los códigos de conducta

 

El abandono de la verdad como valor de referencia del discurso político es premiado con los votos en las urnas

 

Cuando el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte trató a Obama de “hijo de puta” y mandó a la Unión Europea “al infierno”, violó todos los código de conducta. 

 

Más grave aún, el debate político europeo está infestado de este tipo de discurso. La campaña para el Brexit en la primavera, fue un festival de mentiras.

 

Boris Johnson argumentó que la adhesión de su país a la Unión Europea les costaba a los británicos unos 350 millones de libras -unos 404 millones de euros- por semana y que Turquía sería admitido en 2020.

 

Lo profesaba con certeza cínica, a pesar de saber que todo era falso, y además, fue recompensado con el puesto de jefe de la diplomacia británica para negociar la salida de Gran Bretaña, una vez que Theresa May ocupó el lugar de David Cameron como Primera Ministra.

 

En Francia, las transgresiones del Frente Nacional -sumadas a las del expresidente y de nuevo candidato Nicolás Sarkozy- no respetan ni el Estado de derecho, ni el factor humano, ni el calentamiento global, ni los antepasados de la nación.

 

Y es que, el abandono de la verdad como valor de referencia del discurso político es premiado con los votos en las urnas, relegando a los investigadores por dos factores: la disminución de la credibilidad de los expertos y el auge de las redes sociales, que se nutre de fuentes de información fragmentada.

 

Y para aquellos que, en la política o en los medios de comunicación, siguen considerando la verdad como la norma, el reto es enorme, pues la pérdida de credibilidad de la palabra de expertos y periodistas es directamente proporcional al enojo de las masas contra las élites y el status quo.

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