Colombia, ¿qué sigue?

Los colombianos rechazaron este domingo 2 de octubre el Acuerdo de Paz para poner fin a 52 años de conflicto con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

 

La promesa de la paz fue la base de campaña de Juan Manuel Santos y en ello se concentró toda la energía de su administración, sin realizar ninguna otra reforma importante para el país
“Es falso que los acuerdos de paz se puedan renegociar: si estos no se aprueban en el plebiscito, es duro decirlo, pero volvería la guerra” 
César Gaviriaexpresidente

Los colombianos rechazaron este domingo 2 de octubre el Acuerdo de Paz para poner fin a 52 años de conflicto con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

 

El No se impuso contra todo pronóstico con un 50.2 por ciento frente a un 49.8 por ciento a favor del Sí. Un resultado inesperado por haber sido un pacto con un amplio apoyo de la comunidad internacional, empezando por Naciones Unidas.

 

No obstante, el cese el fuego bilateral y definitivo observado el 29 de agosto sigue siendo válido y permanecerá en vigor, aseguró el presidente Juan Manuel Santos. 

Mientras que Timoleón Jiménez “Timoshenko”, líder máximo de las FARC, reiteró el compromiso de la guerrilla “de no hacer uso más que de la palabra como arma de construcción del futuro”.

 

Sin embargo, se trata de un claro fracaso en un proceso de paz que duró cuatro años y que ahora arroja a Colombia a lo desconocido, dejándola entre un limbo jurídico y político. Entonces, ¿hubo exceso de confianza en los números de las encuestas? O ¿ganó la desinformación? 

 

En este escenario histórico, el objetivo que no pudo alcanzar al gobierno de Santos deja varias lecciones que se deberán tener en cuenta en caso de que se presente una nueva oportunidad para seguir con el proceso de paz con el grupo guerrillero.

 

Hubo un ganador y no fue Colombia

 

La polarización entre los partidarios del Sí y los del No se traduce muy bien en la brecha entre el actual presidente centrista, Juan Manuel Santos -que dedicó su mandato a las negociaciones de paz-, y el expresidente Álvaro Uribe, quien dirigió una feroz campaña contra los Acuerdos firmados en La Habana.

 

Además de las encuestas que arrojaron convencidas la victoria por el Sí, Santos creyó que el expresidente Uribe había perdido su poder. 

 

Los votos demostraron lo contrario y, además, que su discurso aún cala en varios sectores del país. 

 

En las últimas elecciones del Congreso, Uribe no sólo fue el senador más votado, sino que el Centro Democrático -partido fundado en 2013 por el propio Uribe-  se consolidó como el principal partido de oposición al gobierno de Juan Manuel Santos. 

 

Y si muchos calificaron a Uribe de loco, y otros aseguraron que era una vergüenza frente a la comunidad internacional, al final, guste o no, la mayoría apoyó su desacuerdo con lo pactado en La Habana y el plebiscito de este domingo coronó a un gran ganador: Álvaro Uribe Vélez. 

 

Plebiscito, promesa de campaña

 

La reelección del presidente Juan Manuel Santos se aprobó por la mayoría de los colombianos en 2014 bajo la propuesta de terminar el conflicto con las FARC por la vía del diálogo. 

 

La promesa de la paz fue la base de su campaña y en ello se concentró toda la energía de su administración, sin realizar ninguna otra reforma importante para el país. Hoy, su popularidad es del 20 por ciento, mientras que la de Uribe llegó al 60 por ciento.

 

Muchos le recomendaron al presidente descartar la idea de un plebiscito para conseguir los acuerdos, precisamente, porque la decisión soberana de conseguir la paz con las FARC ya había sido tomada cuando los colombianos votaron por él. 

 

Desde el punto de vista constitucional, Santos no requería de una refrendación de los acuerdos: el presidente ya contaba con las facultades para llevar a cabo los acuerdos.

 

En ese sentido el presidente tenía de antemano la facultad tanto de firmarlos como de implementarlos sin injerencia de los ciudadanos que ya lo habían elegido. 

 

A pesar de esto, el presidente consideró que los acuerdos debían tener la legitimidad del pueblo a través de un plebiscito. Santos fue víctima de su propio invento.

 

¿Qué pasó el domingo?

 

Concluido después de casi cuatro años de conversaciones bajo los auspicios de Cuba y Noruega, países garantes, así como de Venezuela y Chile, países acompañantes, hubo tres puntos que los opositores encontraron demasiado laxos: una ‘cierta’ impunidad con un tipo de justicia transicional para los exFARC; la idea de una participación política legal con varios asientos en el parlamento; y la asistencia financiera para los exguerrilleros de base. 

 

Esta supuesta “laxitud” fue particularmente intolerable frente a la histórica hostilidad y furia que todavía se resiente en buena parte de la población contra las FARC.

 

En ese sentido, el No fue ampliamente votado en grandes ciudades de provincia ubicadas en los departamentos de las zonas controladas por los grupos armados, en donde se centra la clase media y una élite local importante que ya no toleran la proximidad de las zonas rurales en manos de los grupos armados.

 

Además el ‘perdón’ llegó demasiado tarde. Sólo hasta la semana pasada, en medio del evento de la firma del acuerdo final, Timoleón Jiménez ofreció excusas a las víctimas del conflicto. 

 

Lo mismo con el asunto del dinero. Hace unos días la guerrilla aseguró que declararían hasta el último peso de su economía y que estos recursos servirían para reparar a sus víctimas. Forbes calificó a las FARC como el tercer grupo terrorista más rico del mundo. 

 

¿Qué pasará con el Acuerdo de Paz?

 

Desde el Gobierno se mantiene la postura de que una renegociación es una vía prácticamente imposible. 

 

César Gaviria, expresidente y jefe de la campaña por el Sí, señaló que sobre eso no había certeza y que, en caso de que fuese posible, ocurriría en otro gobierno. 

 

“Es falso que los acuerdos de paz se puedan renegociar: si estos no se aprueban en el plebiscito, es duro decirlo, pero volvería la guerra”, señaló.

 

Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno, resaltó que el tiempo que trascurriría para otra mesa de negociación sería de unos 10 años. 

 

Y ahora, el fracaso de este acuerdo finalmente sumerge a Colombia en punto muerto. 

 

Con una sociedad dividida por la escisión política, la marginación del presidente Santos, y la elección presidencial que se avecina en un año y medio, la pacificación del país aparece nuevamente pospuesta.