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La imagen manchada de México

Yanira y su esposo, Gary, estaban en un autobús, viajando por México de vuelta a los Estados Unidos después de asistir al funeral de un pariente, cuando el vehículo se detuvo en un control militar. 

Los soldados dijeron haber encontrado 12,5 libras de marihuana en un paquete debajo del asiento de Yanira. Arrestaron a esta madre de siete hijos y abuela de dos nietos. 

Gary Maldonado expresa que uno de los soldados le dijo que todo lo que debía hacer para asegurar la liberación de su esposa era pagar multas de 5 mil dólares. 

Yanira y su esposo, Gary, estaban en un autobús, viajando por México de vuelta a los Estados Unidos después de asistir al funeral de un pariente, cuando el vehículo se detuvo en un control militar. 

Los soldados dijeron haber encontrado 12,5 libras de marihuana en un paquete debajo del asiento de Yanira. Arrestaron a esta madre de siete hijos y abuela de dos nietos. 

Gary Maldonado expresa que uno de los soldados le dijo que todo lo que debía hacer para asegurar la liberación de su esposa era pagar multas de 5 mil dólares. 

Gary, frenéticamente, reunió ese dinero, pero nunca tuvo la oportunidad de entregarlo, porque las autoridades mexicanas transfirieron a Yanira a otra prisión. 

Mientras tanto, la familia Maldonado se movilizó —contactó a los medios estadounidenses, contrató a un abogado mexicano y trabajó con el consulado de Estados Unidos. 

Finalmente, surgió un video que apoyaba la aseveración de los Maldonado de que habían subido al autobús sin paquetes. Un juez ordenó que dejaran a Yanira en libertad. 

Obviamente, los mexicanos eligieron incorrectamente la familia con quien meterse.

Ahora, de vuelta en casa, Yanira Maldonado expresó a la estación afiliada a CBS en Phoenix, que quienquiera que plantara las drogas debía arrepentirse y “encontrar un trabajo decente para mantenerse sin imponer a gente inocente una pesadilla, como lo hicieron conmigo y mi familia”. 

Dijo de la ordalía: “No es culpa de México. Es de las pocas personas que me hicieron esto y probablemente [se lo hicieron] a otra gente.” 

Maldonado se ha puesto por encima de la situación, lo cual habla bien de ella. 

Aún así, cuando pienso en la tradición de las fuerzas de seguridad mexicanas, que tratan a los turistas estadounidenses como si fueran cajeros automáticos, me hierve la sangre. 

La pesadilla quizás haya acabado para la familia Maldonado. Pero ni Estados Unidos ni México pueden dejar pasar este asunto. 

Quienquiera haya sido el que colocó las drogas debajo del asiento del autobús no es la única persona que debe arrepentirse. 

Los verdaderos pecadores son los soldados que esposaron a Maldonado y los funcionarios del sistema de justicia penal, que más tarde la pusieron en esa celda de prisión. 

Deben ser sancionados. 

Los funcionarios estadounidenses deben exigir que se identifique a esos bribones, se los arreste y se los procese por cargos de corrupción. 

Esa agente abusó de su autoridad y conspiró para negar —aparentemente a fin de obtener una ventaja monetaria— el debido proceso y para privar de su libertad a una ciudadana estadounidense. 

Si las autoridades mexicanas no tienen los elementos para demostrar la culpabilidad de los autores deben, como mínimo, despedir a los individuos. 

Debe declararse claramente que este tipo de conducta ya no se tolerará, no sólo para beneficio de los estadounidenses que visitan México, sino también para los mexicanos, que están sometidos a este tipo de corrupción todos los días de sus vidas. 

Esto puede sonar increíblemente ingenuo, puesto que la corrupción es un símbolo de México casi tan característico como los mariachis o las margaritas. 

Pero el problema ha sido ignorado por demasiado tiempo, lo cual lo ha empeorado. Que se procese a los culpables debería ser un pedido perfectamente razonable —si hay algo de verdad en lo que los funcionarios mexicanos han expresado a los estadounidenses en años recientes sobre cómo reconocen el problema y están tomando medidas para arreglarlo. 

He estado en la Ciudad de México cuatro o cinco veces en los últimos 15 años para reunirme con funcionarios mexicanos y he oído ese discurso una y otra vez. 

México quiere que los turistas estadounidenses crean que se han realizado cambios radicales, para que éstos continúen gastando dinero del otro lado de la frontera. 

La elite gobernante del país —junto con los funcionarios gubernamentales— se han cansado de los horribles titulares que advierten que México es tan inestable como Pakistán y, en el corredor de la droga, aún más peligroso. 

Mientras los estadounidenses hacen planes de vacaciones, el gobierno mexicano está trabajando como departamento de turismo. 

Quiere que usted sepa que la economía mexicana es fuerte, las playas, hermosas, que el tequila corre y el futuro es brillante. En un nuevo amanecer en México, se nos asegura. 

Díganselo a Yanira Maldonado. 

Obtuvo su libertad. Pero sus compatriotas estadounidenses deben exigir justicia.  

© 2013, The Washington Post Writers Group

 

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