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El reclamo del Papa

El Papa Francisco I apenas el viernes fue condecorado con el Premio Internacional Carlomagno por su lucha por la paz y la misericordia.

En su discurso, el Sumo Pontífice criticó el camino que está tomando Europa frente a temas como la migración y los derechos humanos.

7%
de los fieles están en Estados Unidos y Canadá
¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones(...), capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?” 
Papa Francisco

El Papa Francisco I apenas el viernes fue condecorado con el Premio Internacional Carlomagno por su lucha por la paz y la misericordia.

En su discurso, el Sumo Pontífice criticó el camino que está tomando Europa frente a temas como la migración y los derechos humanos.

“¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?”, se preguntó.

El Vaticano es uno de los pocos países del mundo en ser gobernado por una personalidad religiosa. Francisco I -el primer Papa no europeo y el primer Papa jesuita- dispone de manera vitalicia de un territorio y de un Estado.

Desde el 2013 es el líder religioso de mil 200 millones de católicos bautizados. Lo que es lo mismo a 1 de cada 6 personas en el mundo.

El 41 por ciento de los fieles están en Latinoamérica. El 24 por ciento en Europa, el 15 por ciento en los países de África, el 7 por ciento en Estados Unidos y Canadá.

La Santa Sede es miembro de organismos internacionales que la reconocen como un aparato diplomático de tiempo completo, que a diferencia de otros países, poseé un Embajador muy singular: el propio Papa, un jefe de Estado cuando le parece oportuno, pero un líder religioso cuando se trata de países con una comunidad de creyentes importante.

A lo largo de 26 años de pontificado –el segundo más largo de la historia–, el Papa Juan Pablo II se movió con gran carisma en la escena internacional. Visitó 129 países, de los cuales muchos recibían a un Papa por primera vez, y recorrió alrededor de un millón de kilómetros participando en cerca de 1500 encuentros con políticos y presidentes de todo el mundo.

 Para muchos, su presencia omnipresente en todo el planeta, se caracterizó por jugar un papel central en el reordenamiento mundial, y principalmente en el debilitamiento del comunismo en Europa.

Ante el más mediático y adorado de los Papas ¿cómo podríamos caracterizar los primeros tres años de Francisco I sobre el escenario internacional?

Desde hace tres años, las visitas de Francisco I llevan, de hecho, a una doble lectura. La primera siempre está relacionada con la realidad local y sus fracturas; y la segunda, recae en las implicaciones geopolíticas de la globalización y sus fatalidades.

En ambos contextos, Francisco I siempre se dirige a un público mucho más amplio que el que tiene enfrente y usa metáforas elaboradas, pero muy bien aplicadas: crítica al modelo político y económico actual, de la misma manera que reabre las discusiones de reconciliación palestino-israelí o descalifica el conflicto armado en Medio Oriente, sin dejar de lado los problemas de corrupción endémica que persisten en los países de América Latina y sobre todo su postura frente a la crisis humanitaria de los migrantes en todo el mundo, llamando a “estigmatizar la globalización de la indiferencia”, a “poner la dignidad de la persona en el centro de la agenda internacional” y a examinar “la periferia” del mundo.

Situación migratoria

La agenda internacional de Francisco I se ve todavía mucho más clara cuando  plantea, por ejemplo, el tema de la migración. La elección de Lampedusa como su primer viaje fuera de Roma, nos dice mucho sobre sus prioridades.

La tragedia marcó a la isla de Lampedusa con la barca que se hundió con unos 500 inmigrantes a bordo, entre ellos niños y mujeres embarazadas, que intentaban alcanzar suelo europeo. Del naufragio, cerca de 300 fueron encontrados muertos, y un centenar logró ser rescatado con vida por pesqueros y patrullas de la Guardia Costera.

En el último año, Francisco ha sido un actor clave en la revisión de las medidas nacionales e internacionales frente a la crisis de migración que enfrenta Europa.

Sin jugar de antagonista, sugiere intervenciones estructuradas que vayan más allá de la urgencia del problema.
En las palabras del Papa, se trataría de una acogida temporal. Esta medida está muy lejos de una Unión Europea que ve la inmigración con posturas polarizadas, es decir, a fin de que las personas se vayan o se queden de forma permanente.

De momento, Francisco I pide a los miembros de la UE tener conciencia política: “No podemos tolerar que el Mediterráneo se convierta en un vasto cementerio” les reprochó en 2014 delante del Parlamento Europeo en Estrasburgo.

Y su mensaje desde entonces ha quedado igual, así se trate de visitar Grecia, Estados Unidos o México:  los países del mundo deben elegir la dignidad humana como el centro de sus agendas políticas.
 
La unión entre iglesias hace la fuerza

En el camino que le condujo a México en febrero del 2016, Francisco I hizo una parada en Cuba que cambió mil años de histórica enemistad con la Iglesia ortodoxa: un líder de la Iglesia católica y un Patriarca ortodoxo no se reunían desde 1054, año en que la Iglesia de Oriente se separó de Roma, a principios de la Edad Media.

Fue en La Habana donde tuvo lugar la reunión con el Patriarca de Moscú, poniendo fin a esta rivalidad entre iglesias con un histórico abrazo, que hubieran deseado haber dado sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede había advertido, antes de la partida del Papa, que este viaje sería ecuménico y humanitario. El ecumenismo -movimiento que promueve la unidad entre todas las iglesias cristianas-, es uno de los hilos diplomáticos de la agenda internacional de Francisco I, después de la inmigración.

Tras la reunión histórica con el Patriarca de Moscú en La Habana, habrá otra en junio en Creta entre todas las Iglesias ortodoxas. Y cuando recordamos el pasado de persecución y repudio que los griegos ortodoxos tuvieron contra los católicos, esta reunión no es para nada un gesto trivial.

Mucho menos lo es el hecho de haber reunido al Patriarca de Constantinopla con el de Atenas, donde también existieron antipatías radicales en el pasado. La declaración conjunta es una verdadera lección de geopolítica que se atreve a mirar la realidad de frente, recordando el origen de las migraciones y la violencia que sufren los civiles.