No hay imagen disponible

De primavera a invierno

Con asombrosa velocidad, Egipto ha pasado de ser una nación en crisis a un estado en verdadero peligro de caer en un prolongado episodio de violencia e incluso en una guerra civil.

Tras la revuelta del 2011 que derrocó al autocrata Hosni Mubarak, las cosas no han sido fáciles. Demasiados grupos tratando de mantener el poder o de alcanzarlo. 

Con las primeras elecciones democráticas del país y la victoria de Morsi el país tampoco logró una estabilidad sólida.

Un columnista egipcio escribió en el diario independiente al-Shorouk que la chispa de la guerra civil había saltado y que ‘la nación está al borde del abismo’
“Lamento que aquellos que se benefician hoy son quienes proponen la violencia, el terror y los grupos más extremos, y ustedes recordarán mis palabras”
Mohammed ElBaradeiExvicepresidente interino y Nobel de la Paz
Tras los disturbios, el gobierno autorizó el uso de la fuerza mortal contra quien ataque a fuerzas de seguridad o a edificios del Estado

Con asombrosa velocidad, Egipto ha pasado de ser una nación en crisis a un estado en verdadero peligro de caer en un prolongado episodio de violencia e incluso en una guerra civil.

Tras la revuelta del 2011 que derrocó al autocrata Hosni Mubarak, las cosas no han sido fáciles. Demasiados grupos tratando de mantener el poder o de alcanzarlo. 

Con las primeras elecciones democráticas del país y la victoria de Morsi el país tampoco logró una estabilidad sólida.

Las preferencias estaban muy fragmentadas y la deriva autoritaria de Morsi fue tensando las cosas cada vez más, disgustando a los laicos o a los islamistas más moderados y también al ejército, un viejo pilar del gobierno de Mubarak que reprimió a los ciudadanos durante la “primavera árabe” y que en esta ocasión dijo estar de su lado.

Ahora, tras el golpe de Estado, el derrocamiento de Morsi, y la matanza de más de 600 seguidores de éste, las grietas sociales y problemas potencialmente explosivos como la cuestión de identidad, los derechos de los cristianos coptos y otros grupos minoritarios además de los valores democráticos nunca han sido mayores.

La Hermandad Musulmana y sus aliados –considerados por la mayoría como radicales– se encuentran en un enconado enfrentamiento con los secularistas, liberales, musulmanes moderados y los coptos, piden la restitución de Morsi y ahora claman, también, justicia por los atroces acontecimientos sucedidos la semana pasada.

Pero fueron las mortíferas redadas policiales del miércoles —que con topadoras blindadas y las fuerzas de seguridad aplastaron dos campamentos de manifestantes— las que conformaron una acción que será recordada como el factor precipitante de un derramamiento de sangre que puede extenderse en el tiempo.

‘La chispa de la guerra civil ha saltado’

“La chispa de la guerra civil ha saltado”, escribió al día siguiente el columnista islamista y escritor Fahmy Howeidy en la edición del jueves del diario independiente al-Shorouk. “La nación está al borde de un abismo”.

Al cóctel se suma el hecho de calificar de “terroristas” a los miembros de la Hermandad Musulmana de Morsi y a sus aliados en los medios estatales, así como las crecientes exhortaciones para que las autoridades tomen una actitud más intransigente hacia los islamistas.

En un esbozo de lo que podría avecinarse en el Estado árabe de mayor población, docenas de ataques revanchistas y choques se propagaron por segundo día el jueves en El Cairo y en otras ciudades, demostrando la capacidad de ataque de los islamistas y mostrando su ira y su rabia por el derrocamiento de Morsi y, sobre todo ahora, por la represión, que ha dejado cientos de muertos.

Jóvenes enfurecidos por la masacre del gobierno atacaron edificios del gobierno y de las fuerzas de seguridad, provocaron incendios, interrumpieron la circulación en los caminos, incendiaron iglesias y atacaron estaciones de policía.

Cuatro agentes –de los 43 que fallecieron en total– murieron en una estación policial en las afueras de El Cairo después que el edificio fue atacado con lanzagranadas. Los atacantes degollaron luego al jefe de policía. Una acción que recordó a la brutalidad registrada durante una respuesta islamista contra el gobierno de Mubarak en los 90 después de que éste usara la fuerza para reprimir, matar y encarcelar a miles de islamistas.

Para responder a esos ataques, que a su vez eran una respuesta a la represión, el gobierno autorizó el jueves el uso de la fuerza mortal contra quien ataque a las fuerzas de seguridad o las instalaciones del gobierno.

El mundo, conmocionado

Mientras tanto, la comunidad internacional condenó ampliamente el uso de la fuerza arrolladora para despejar el miércoles los campamentos de manifestantes. 

La lucha del gobierno contra la Hermandad, respaldado por los militares, hasta el momento ha sido apoyada por muchos egipcios, que son musulmanes pero que consideran a la Hermandad Musulmana como más radical.

“El ejército y la policía responderán con fuerza y la población les apoyará”, dijo un importante abogado y defensor de los derechos humanos, Gamal Eid.

Antecedentes

Millones de personas se lanzaron a las calles días antes del golpe militar del 3 de julio para exhortar a la renuncia de Morsi, indignados por lo que consideraban sus esfuerzos de monopolizar el poder para él y la Hermandad, por no haber aplicado importantes reformas sociales y económicas y por su actitud hostil contra el poder judicial, los medios, los militares y la policía.

Las protestas multitudinarias se transformaron en celebraciones el día de su derrocamiento. Y un similar número respondió a la invitación del jefe militar, el general Abdel-Fatá el-Sisi, para que se congregaran en las calles el 26 de julio y demostraran su apoyo a lass medidas para impedir “la violencia y el posible terrorismo”.

Los militares y la policía también han perseguido a la Hermandad Musulmana y a grupos similares con acciones legales, arrestando a docenas, entre ellos a los líderes de alto rango.

La reacción negativa a la decisión de Mohammed ElBaradei de renunciar al cargo de vicepresidente interino en protesta por la violencia ilustraba la generalizada antipatía hacia la Hermandad y sus aliados. 

El laureado Premio Nobel de la Paz y ex director de la agencia atómica de las Naciones Unidas dijo que dimitía porque no deseaba ser considerado responsable por el derramamiento de sangre.

“Ha sido muy difícil para mí continuar asumiendo responsabilidad por decisiones que desapruebo y temo sus consecuencias”, destacó en su carta de renuncia. “Lamento que aquellos que se benefician hoy son quienes proponen la violencia, el terror y los grupos más extremos, y ustedes recordarán mis palabras”.

Su renuncia fue criticada duramente en público por Tamarod, el grupo de jóvenes que organizaron las protestas multitudinarias antes del derrocamiento de Morsi.

Antes de una protesta masiva convocada por los simpatizantes de la Hermandad para el viernes, el grupo Tamarod, que significa Rebelde, ha instado a los egipcios a que formen comités populares para contrarrestar cualquier tipo de violencia por parte de los islamistas durante las manifestaciones. 

Sin embargo, otros debieron quedar atemorizados ante la violencia que ejercieron contra los simpatizantes de Morsi las fuerzas de seguridad.

(Con información de AP)

Te puede interesar