Hector Morales se sienta en una pila de escombros el viernes 12 de octubre de 2018 cerca de su casa, la cual fue destruida por el huracán Michael en Mexico Beach, Florida. (AP Foto/David Goldman)

Cara a cara con la furia de Michael: “Era de vida o muerte”

Michael fue uno de los huracanes más poderosos en tocar tierra en Estados Unidos, y esta comunidad costera de apenas un millar de habitantes estaba en su mira el miércoles. Aunque la mayoría de los pobladores evacuaron antes de la llegada de la tormenta, otros se quedaron y enfrentaron al huracán

MEXICO BEACH, Florida, EE.UU. (AP) — Tom Garcia veía con horror cómo el agua comenzaba a adentrarse por la playa e inundar su casa.

Su esposa le dio un taladro y Garcia usó tornillos para asegurar la puerta delantera y la trasera. Pero pronto la marejada ciclónica de Michael le llegaba al pecho. Sus perros se acomodaron en la cama mientras esta flotaba.

Dijo que usó todas sus fuerzas para mantener cerrada su puerta corrediza mientras las aguas afuera subían más que las que inundaban su casa.
“Era de vida o muerte”, dijo García el viernes entre lágrimas mientras caminaba en medio de la destrucción que dejó el meteoro en Mexico Beach.

Michael fue uno de los huracanes más poderosos en tocar tierra en Estados Unidos, y esta comunidad costera de apenas un millar de habitantes estaba en su mira el miércoles. Aunque la mayoría de los pobladores evacuaron antes de la llegada de la tormenta, otros se quedaron y enfrentaron al huracán.

Las casas fueron destruidas, los vecindarios quedaron sumergidos y los escombros volaron por los aires.

Héctor Morales, un cocinero de 57 años, nunca pensó en evacuar. Creció en Puerto Rico, donde _dijo_ “aprendes cómo sobrevivir a una tormenta”.

Su casa móvil no estaba en la playa. Pero el canal detrás de su casa lleno de muelles para botes se desbordó mientras el huracán se hacía presente. Pronto, dijo Morales, su casa comenzó a flotar.

“El agua llegaba tan rápido que comenzó a entrar por todas partes”, dijo sentado en el exterior sobre una escalera rota encima de un colchón y otros escombros. “Tenía como 3 pies (casi un metro) de agua en mi casa. Ahí fue cuando decidí saltar”.

Salió por una ventana de su casa hacia el techo de su auto. Fue entonces que vio a dos de sus vecinos vadeando por la crecida. Nadó y se aferró a un poste. Luego extendió los brazos para ayudar a la pareja a sostenerse. Juntos avanzaron hasta un bote pesquero que había sido atado a una palmera y se metieron en él.

Morales dejó a sus vecinos en un cuarto de baño debajo de la cubierta del bote y él se quedó en el asiento del capitán. Dijo que estuvieron en el bote por seis horas hasta que los vientos se calmaron y las aguas bajaron.

“Lo perdí todo: mi ropa, mi billetera, las tarjetas de crédito”, dijo. “Pero lo logré”.

Bill Shockey, de 86 años, se negó cuando su hija le suplicó que saliera de Mexico Beach. Dijo que no quería dejar atrás su colección de platos de “Lo que el viento se llevó” y de muñecas antiguas. Así que puso esos objetos en la parte superior de un armario y después se dirigió a la recién construida casa de dos niveles de su hija, ubicada a un lado.

Con algunos habanos en el bolsillo y su gato Andy, Shockey vio la llegada del huracán desde un dormitorio del piso de arriba. El viento arrancó el techo de su casa de un nivel. El agua llegó casi hasta la parte alta de la puerta de su cochera. La casa de uno de sus vecinos fue arrancada desde los cimientos.

¿Estaba asustado? “Más bien, preocupado, diría yo”, afirmó Shockey.

La casa de su hija se inundó en el nivel inferior, pero aparte de eso no sufrió daños. A la casa de Shockey, con 24 años de antigüedad, no le fue tan bien. Pero sus objetos de colección se salvaron.

“Fue una devastación”, dijo, y agregó que planea vender la propiedad en lugar de reconstruir. “Cuando quieran, me mudaré con mi hijo a Georgia”.

Aunque García y su esposa sobrevivieron a la furia del huracán, el viernes había salido a buscar a su hija y a su madre. Kristen Garcia, de 32 años, y su abuela Jadwiga Garcia, de 90 años, se refugiaron en un apartamento en un segundo nivel frente a la playa el miércoles cuando llegó la tormenta.

García dijo que su hija le llamó para decir que el apartamento se estaba inundando y que se habían refugiado en el cuarto de baño. No las ha visto en los dos días que han pasado desde la tormenta, y no ha podido entrar al apartamento.

Tenía lágrimas en los ojos cuando recordó su última conversación.

“Me dijo: ‘Papa, ven’”, relató Garcia. “Le dije: ‘Es demasiado tarde’”.

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