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Todos a temblar

En marzo de 2014 la prensa brasileña publicó un reportaje con un montaje muy particular: la cara del expresidente del Parlamento brasileño, Eduardo Cunha reemplazando la cara de Frank J. 

Underwood, el ambicioso senador demócrata de la serie de televisión “House of Cards”.

 

16
millones de dólares fue evaluado el patrimonio de Cunha en 2008, por el Banco Merrill Lynch en Suiza

En marzo de 2014 la prensa brasileña publicó un reportaje con un montaje muy particular: la cara del expresidente del Parlamento brasileño, Eduardo Cunha reemplazando la cara de Frank J. 

Underwood, el ambicioso senador demócrata de la serie de televisión “House of Cards”.

 

Tras una carrera marcada por la corrupción, el enriquecimiento personal y el complot parlamentario Cunha fue detenido en Brasilia este miércoles 19 de octubre.

 

Sin embargo, la decisión de aprehenderlo podría traer fuertes dolores de cabeza a muchos de sus partidarios en Brasilia, pues Cunha es conocido por su imprevisibilidad y temido por su poder para dañar.

 

El día que el expresidente de la Cámara de Diputados de Brasil era llevado detenido, varias personas que lo esperaban frente a la sede del Instituto de Medicina Legal de la ciudad de Curitiba, le gritaron: “Entrega a todo el mundo”.

 

Ahí, el exparlamentario fue sometido al protocolario examen médico-legal tras su detención,  pero más allá de los secretos de alcoba de Cunha, que podrían ser simplemente un farol, el progreso de la investigación “Lava Jato” tiene paralizado al mundo político brasileño.

 

Y es que algunas versiones aseguran que si Cunha acepta un acuerdo para colaborar con la Justicia, sus declaraciones podrían salpicar con denuncias de corrupción a cerca de un centenar de parlamentarios y a varios de los ministros del actual presidente brasileño, Michel Temer.

 

Y aunque todos los ojos se centran en el proceso penal que enfrenta el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien también es objeto de tres cargos –por lavado de dinero, tráfico de influencias, corrupción y pertenencia a una organización criminal- lo cierto es que la detención del expresidente de la Cámara de Diputados, es una señal de que nadie es inmune.

 

Todos los que pensaron que después de la destitución de Dilma acabaría la crisis política en el país, se equivocaron: todo sigue siendo inestable.

 

Y los analistas creen que existe una alta posibilidad de que la situación política sumada a la fatiga social resulta en una combinación explosiva para el actual gobierno.

 

Incluso Michel Temer decidió repentinamente adelantar su regreso de Japón, aunque de acuerdo con la presidencia, “la decisión no tendría relación con la prisión preventiva de Eduardo Cunha”.

 

Incluso el secretario de prensa, al ser interrogado sobre el tema, negó cualquier regreso precipitado.

 

Acusado de corrupción y lavado de dinero, el ultraconservador evangélico de 58 años –a quien le gustaba empezar el día con una oración o un verso de los Evangelios en su Twitter- ya está en “prisión preventiva y por tiempo indefinido”.

 

La orden la giró el juez Sergio Moro por estar implicado en la investigación “Lava Jato”, un caso de desvío de fondos relacionados con el grupo petrolero Petrobras.

 

En el reportaje, Cunha no solo es representado como la figura principal en el seno de la política brasileña gracias a una red estratégica de alianzas, sino que asegura que su influencia -muy por encima de la investidura presidencial- logró orquestar con éxito el impeachement  de Dilma Rousseff.

 

Así que al parecer, nadie está a salvo.

 

Efecto dominó

 

Este economista de formación ha sido objeto de fuertes acusaciones durante más de un año. Pero fue solo después del final de su mandato en el Parlamento que cayó en las redes del juez Moro.

 

Miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) al que también pertenece el actual presidente Michel Temer, es el hombre señalado de desatar y orquestar en la sombras, la destitución de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT).

 

Poner tras las rejas al enemigo jurado de Dilma, debería contribuir a mejorar la imagen de la justicia y del juez Moro, acusado de favoritismos por los militantes del partido de la expresidenta.

 

Y es que, una parte de la población, exasperada por los escándalos de corrupción, se inquietó de que la justicia aprisionara únicamente a los “caciques” del PT, dejando a Cunha “suelto y disfrutando tranquilamente de sus paseos por Copacabana”.

 

El declive del pastor

 

La suerte de Enrique Cunha empezó a cambiar el 5 de mayo pasado cuando las acusaciones en su contra –por corrupción y lavado de dinero- orillaron al Tribunal Supremo Federal a apartarlo de su cargo como presidente de la Cámara de Diputados de Brasil.

 

Dos meses después, apareció llorando ante las cámaras para presentar su renuncia definitiva a la presidencia de la Cámara.

 

“Estoy pagando un alto precio por haber dado inicio al impeachment”, sostuvo.

 

Cunha, el arquitecto del “impeachment” contra Dilma Rousseff, estaba perdiendo poder e popularidad e influencia directa en los diputados del Congreso brasileño.

 

Las acusaciones de la Fiscalía lo señalaron como el dueño de cuentas en Suiza por más de cinco millones de dólares alimentadas de sobornos de Petrobras.

 

Cunha siempre lo negó.

 

Pero las autoridades revelaron cientos de onerosos gastos del exfuncionario y su familia. Desde viajes a Miami por más de 43 mil dólares, hasta gastos de su esposa en la exclusiva tienda de Channel en Nueva York.

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