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Añejo espionaje

Como si no fuera poca la polémica que envuelve a la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, por sus siglas en inglés), una nueva revelación pone en entredicho su trabajo.

Documentos desclasificados que datan de la década de 1970 revelan que la agencia monitoreó de manera secreta a importantes figuras como los prominentes activistas por los derechos civiles Martin Luther King Jr. y Whitney Young, un periodista de The New York Times y un columnista de humor de The Washington Post, congresistas y hasta el boxeador de peso completo Muhammad Ali.

El abogado de la NSA que revisó en su momento este programa dijo que la operación era francamente ilegal
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Como si no fuera poca la polémica que envuelve a la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, por sus siglas en inglés), una nueva revelación pone en entredicho su trabajo.

Documentos desclasificados que datan de la década de 1970 revelan que la agencia monitoreó de manera secreta a importantes figuras como los prominentes activistas por los derechos civiles Martin Luther King Jr. y Whitney Young, un periodista de The New York Times y un columnista de humor de The Washington Post, congresistas y hasta el boxeador de peso completo Muhammad Ali.

La NSA les siguió el rastro debido a las preocupaciones del entonces presidente Lyndon B. Johnson de que su activismo en contra de la guerra de Vietnam hubiera sido financiado o apoyado por potencias extranjeras, especialmente la extinta Unión Soviética.

El Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington inició en 2006 la petición de desclasificación de documentos de comunicaciones secretas durante la Guerra Fría, endosado en un estudio de varios volúmenes denominado “Criptología Americana durante la Guerra Fría”.

Sin embargo, no fue hasta este miércoles cuando el Panel de Apelación de Clasificación de Seguridad Interinstitucional liberó la información de los tomos en los que, entre otros aspectos, se menciona la lista de objetivos espiados durante esos años.

Otros tiempos, mismas razones

A partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la creación del Acta que provee mecanismos para obstruir al terrorismo (USA PATRIOT, por sus siglas en inglés), dotó al gobierno las facultades necesarias para rastrear y prevenir futuros atentados.

Durante el mandato de George W. Bush, la también denominada Acta Patriota autorizaba el monitoreo de blancos con potencial de perpetrar terrorismo doméstico.

En 2011, el presidente Barack Obama extendió la duración del acta cuatro años más y amplió su capacidad de vigilancia.

No fue hasta este año cuando el excontratista de la CIA, Edward Snowden, filtró miles de documentos al periodista Glenn Greenwald, quien los publicó a través del diario británico The Guardian.

En las publicaciones, Greenwald puso al descubierto el programa PRISM, una compleja red de recopilación de datos y actividad de los usuarios de Internet.

Además, se develó la intromisión en los registros telefónicos de millones de clientes del gigante de las telecomunicaciones Verizon.

Edward Snowden abrió la “Caja de Pandora” y los destapes continuaron: el espionaje a las comunicaciones de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y del mandatario mexicano Enrique Peña Nieto cuando todavía era candidato al poder Ejecutivo.

Este caso, aunque pudiera parecer poco coyuntural, pone en evidencia los alcances de la NSA y de las demás instancias de inteligencia del gobierno de Estados Unidos en pos de proteger la seguridad nacional.

En el archivo desclasificado, con el número de referencia A523696 se lee: “En 1967 el país parecía estar por incendiarse. Las protestas contra la Guerra de Vietnam se volvieron comunes y los disturbios en los centros urbanos de Estados Unidos destruyeron virtualmente secciones de Los Angeles y Detroit”.

“El presidente (Lyndon B.) Johnson deseaba saber si los movimientos antibélicos domésticos recibían ayuda de fuera”, continúa el documento.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), en conjunto con la Oficina Federal de Investigación (FBI) y la NSA reunieron los nombres que completarían la lista de “sospechosos de terrorismo interior y de ser radicales extranjeros”.

“La lista de vigilancia eventualmente se completó con mil 600 nombres en los que se incluyeron personajes como el columnista Art Buchwald, el periodista Tom Wicker, los líderes en derechos civiles Martin Luther King y Whitney Young, el boxeador Muhammad Ali, e incluso políticos como Frank Church y Howard Baker”.

El proyecto MINARET empleó “procedimientos inusuales” como la distribución de reportes sin una “serialización” –quienes los leían no podían saber de qué agencia se originó– por lo que el abogado de la NSA indicó que “las personas involucradas parecían entender que la operación era de mala reputación si no es que francamente ilegal”.

LOS MONITOREADOS

Los activistas

Martin Luther King estaba en la mira del FBI desde la famosa Marcha de Washington en 1963. Se autorizó la vigilancia a sus comunicaciones por las sospechas de que tuviera conexión con el Partido Comunista, en vista que uno de sus consejeros, Stanley Levinson, era un antiguo miembro de esta corriente política.

Whitney Young, presidente de la Liga Urbana, se ganó su lugar en la lista –al igual que casi todos los involucrados– por su oposición a la Guerra de Vietnam. Irónicamente, Young era una persona cercana al presidente Johnson, ya que pertenecía al “gabinete de derechos civiles” de la Casa Blanca, además de mantener una buena relación con el mandatario.

Los periodistas

Tom Wicker era el jefe de la oficina de Washington D.C. del diario The New York Times, en el que escribía editoriales fuertemente críticas al conflicto bélico en Asia.

Art Buchwald, columnista de humor del periódico The Washington Post, entró a la lista del programa MINARET por sus comentarios mordaces. Por ejemplo, después de un reportaje del Post en el que se comentó que al gobierno de EU le costaba 332 mil dólares matar un enemigo, él recomendó, sarcásticamente, mejor ofrecer a los desertores una casa de 25 mil dólares, más una televisión a color, educación para sus hijos y una membresía para un country club.

Los políticos y el boxeador

El senador Frank Church, miembro del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta, era un detractor moderado de la Guerra de Vietnam.

Se oponía al conflicto porque lo consideraba una “guerra política” militarmente imposible de ganar.

Por su parte, el boxeador Muhammad Ali, antes llamado Cassius Clay, fue incluido en la lista por sus esfuerzos de evitar entrar en la leva.

“Yo solo puedo pelear guerras declaradas por el mismo Alá”, dijo Ali después de haberse convertido al Islam.

El caso más extraño fue el del senador Howard Baker, ya que era partidario de la guerra y de la política sobre Vietnam de la administración de Nixon.

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