El año de las malas noticias

Cada año que llega a su fin se tiende a pensar que se cierra “el peor año” en materia de malas noticias. Sin embargo, este 2016 sí merece una mención especial.

Twitter y Facebook cambiaron la forma de hacer periodismo gracias al testimonio narrado en directo por quienes viven en zonas bombardeadas o de regímenes autoritarios 

Latinoamérica, no fue la excepción. El 2016 fue el año en que la corrupción dejó de ser impune y nos mostró un Brasil convulsionado por la crisis política

Cada año que llega a su fin se tiende a pensar que se cierra “el peor año” en materia de malas noticias. Sin embargo, este 2016 sí merece una mención especial.

Golpes de Estado en Turquía, y Estados sin gobierno, como en España; tensiones nucleares en Asia; y Venezuela, en estado de excepción por la crisis política. Dos ataques que cierran un año terrible y que muestran los alcances de la era moderna del terrorismo: la matanza en Berlín y el asesinato del embajador ruso en Turquía.

Mientras tanto, en Medio Oriente, las tensiones entre Arabia Saudita e Irán ilustran la presente rivalidad entre las dos grandes corrientes del Islam: los sunitas y los chiitas, que se traduce en la crisis de los refugiados y el conflicto en Siria, que ha dejado alrededor de 470 mil muertos, sin mencionar el exterminio que se vive en Alepo.

Todo eso hace del año que termina, sea un punto de inflexión en los tiempos en que vivimos.

Sin duda, las redes sociales jugaron un papel fundamental este año. Twitter y Facebook cambiaron la forma de hacer periodismo gracias al testimonio narrado en directo por quienes viven en zonas bombardeadas o de regímenes autoritarios, y que permitieron recibir información de lugares a los que los corresponsales tradicionales no pueden acceder.

 

Terrorismo a escala mundial

Alemania acaba de vivir una carnicería similar a la de Niza. Y si se habían mantenido hasta el momento, más o menos, inmunes al extremismo islámico, ahora se hacen las mismas preguntas que los franceses: ¿cómo será posible vivir con la amenaza constante? 

Además de Berlín, más de 30 muertos con las explosiones en Bruselas, 84 muertos en la matanza en Niza, 49 personas murieron en una discoteca gay en Orlando. Y en julio, el ataque suicida que dejó a 292 muertos en Bagdad.

Con la “banalización” del discurso de odio y el racismo en Europa, sumado al incremento de actos xenófobos e islamófobos, la amenaza de ataques terroristas se ha convertido en un hecho de la vida cotidiana occidental.

El 2016 vio las guerras en el Medio Oriente expandir la metástasis en toda Europa y derechizar a los movimientos políticos. 

En ese sentido, Berlín no será la última víctima de la guerra entre Europa y el Islam radical: una guerra que las ultraderechas europeas no dejarán de capitalizar en seguidores y votantes. Pues cualquier acontecimiento que involucre el Islam es una excelente tribuna para los populistas.

Europa continuará su declive, no a causa de la amenaza de la islamización, sino por la política derivada del miedo a los extranjeros. 

Y a menos de que el sentido común no se imponga sobre el odio, el 2016 marcará el comienzo de una época oscura, como vaticina Owen Jones en su columna de The Guardian.

 

El año de los referéndums 

Si hubieron dos grandes perdedores este año fueron, en definitiva, las encuestas y los referéndums. 

Ambos incapaces de anticiparse al sentir de los pueblos o de resultados tan inesperados como un Brexit, el No a la Paz en Colombia, y la elección de Donald Trump, que muestran la gran inestabilidad que se vive actualmente.

Paradójicamente, el ‘No’ triunfó en un plebiscito para la firma del acuerdo de paz con las FARC, la guerrilla más sangrienta y longeva del mundo, mientras que contra toda la lógica, el Reino Unido le apostó a lo desconocido saliéndose de la Unión Europea. 

La renuncia de David Cameron y su reemplazo por Theresa May -que deberá trazar la dirección que recorre su país para salir de la Unión Europea-, marcó el principio de la caída de varios líderes mundiales, víctimas de sus propias promesas electorales. 

Así, el 2016 fue el año de los líderes caídos, pues además de David Cameron, vino la dimisión de Matteo Renzi, con la aplastante victoria del No sobre su referéndum. Su dimisión abrió el peor de los escenarios post-referéndum para una Italia de por sí inestable. 

Sin embargo, la dimisión del primer ministro de Islandia fue la primera gran consecuencia política de la investigación de los Panama Papers, la más grande investigación periodística de los últimos años, revelada en abril de este año de manera simultánea por 109 medios de comunicación. 

Pero en materia de filtraciones, el 2016 tampoco fue el mejor año para Hillary Clinton, que se enfrentó al escándalo de los correos filtrados por Wikileaks, que entre otras cosas evidenció su complot contra Berni Sanders y derivó en su derrota frente a Donald Trump.

Latinoamérica, no fue la excepción. El 2016 fue el año en que la corrupción dejó de ser impune y nos mostró un Brasil convulsionado por la crisis política que resultó en el juicio político contra Dilma Rousseff, la primera presidenta mujer de Brasil, y que puso fin a 13 años de gobierno de su partido.

Lo sucedido en Guatemala, aunque de menor repercusión internacional, también resultó ser algo inédito en el continente: Otto Pérez Molina y la que fuera su vicepresidenta Roxana Baldetti fueron encarcelados por corrupción. 

Aunque en Venezuela, el referéndum contra Nicolás Maduro fue sofocado por las instituciones corruptas, la situación en aquel país es económicamente catastrófica y políticamente inmanejable.

Venezuela fue nombrada la peor economía del mundo por el FMI y tras la muerte del líder de la revolución cubana, Fidel Castro, Nicolás Maduro quedó huérfano.

Y con todo eso, los medios de comunicación internacionales se preguntan: ¿si el año 2016 habrá sido el peor que hemos experimentado?

 

Te puede interesar
2016 Decepción anunciada

En 2015 la economía global apenas creció por encima del 3 por ciento, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Éste fue su peor desempeño desde la contracción de 2.1 por ciento registrada en 2009.

Pero lejos de ofrecer un horizonte alentador, los pronósticos económicos ofrecen pocas señales positivas para la economía global. Problemas en China, el continuo hundimiento en el valor de las materias primas y preocupaciones deflacionarias se unen para formar un panorama pesimista.