Vendedores de adivinanzas

La demanda por servicios de predicciones se remonta hasta edades antiguas, cuando charlatanes ofrecían sus servicios, convenciendo a muchos de tener conocimientos sobre eventos que por naturaleza son aleatorios.

Un buen charlatán puede convencer a uno de que tiene habilidades únicas, como poder curar enfermedades, predecir a los mercados financieros o aliviarte de tus deudas.

Según una investigación reciente, quizá la razón es que estamos programados para sobreestimar los conocimientos de nuestros semejantes, lo que nos hace propensos a creer en el prójimo.

Eduardo Flores Eduardo Flores Publicado el
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La demanda por servicios de predicciones se remonta hasta edades antiguas, cuando charlatanes ofrecían sus servicios, convenciendo a muchos de tener conocimientos sobre eventos que por naturaleza son aleatorios.

Un buen charlatán puede convencer a uno de que tiene habilidades únicas, como poder curar enfermedades, predecir a los mercados financieros o aliviarte de tus deudas.

Según una investigación reciente, quizá la razón es que estamos programados para sobreestimar los conocimientos de nuestros semejantes, lo que nos hace propensos a creer en el prójimo.

El experimento, llevado a cabo con estudiantes de Tailandia y Singapur, obligaba a cada estudiante a apostar sobre el resultado de un volado de una moneda.

Sin embargo, había sobres con “predicciones” que los estudiantes podían comprar por una módica cantidad y verlos antes del tiro.

Resulta obvio que si la “predicción” del sobre y el resultado de la moneda era el mismo, solo se trataba de suerte, pero los estudiantes pronto comenzaron a creer ciegamente en la sabiduría de los sobres.

Los estudiantes que habían recibido predicciones correctas en los primeros dos intentos eran un 15  por ciento más propensos a comprar la predicción una tercera vez.

En la cuarta ronda, si las predicciones habían resultado correctas, era un 28 por ciento más probable que compraran el sobre, y así sucesivamente.

Incluso estudiantes de alto rendimiento de carreras de ingeniería y de negocios cometían los mismos errores.

Es decir, hasta personas que normalmente son juiciosas y conocen de números, son capaces de pagar por un consejo que simplemente no existe, sino que se trata de suerte.

Predecir crisis

En términos financieros, el consejo al inicio de esta nota no está lejos del corazón. Uno de los charlatanes más exitosos, Carlo Ponzi, quién creó los esquemas de pirámides, sigue siendo imitado con cierto éxito hasta nuestros días, como es el caso de Bernard Madoff, quién creo su propia pirámide multimillonaria y fue descubierto en el 2009.

Asimismo, sobran los analistas financieros que alegan haber previsto la crisis financiera del 2008. Aun y cuando ello habría sido solo un poco de suerte, como los sobres “predictores”, han ganado millones vendiendo sus consejos a personas que siempre están dispuestas a creer en un buen charlatán.

Quizá el único pronosticador que no buscó fortuna para sí mismo, aunque la fama le vino a raudales, fue el ya fallecido pulpo Paul, quien durante el Mundial de Futbol Sudáfrica 2010 acertó al ganador de los ocho encuentros que le pidieron predecir.

Antes de cada juego, los cuidadores del acuario alemán al que pertenecía le hacían elegir su comida de entre dos peceras, cada una con la bandera de los países que se enfrentaban. Así que, al elegir pecera, pronosticaba al ganador.

En los ocho retos que enfrentó, acertó todos, incluso en contra de su país anfitrión, al acertar en la victoria de España sobre Alemania en la semifinal, y el triunfo de España sobre Holanda en la final.

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