¿Profecías o mitos?

En 1878, Carroll Wright, jefe del Buró de Estadística de Massachusetts, Estados Unidos, se dio a la tarea de acabar con un rumor.

Sumidos en una crisis de confianza, los empresarios del estado creían que había un número importante de desempleados, y por lo tanto la economía iba por mal camino.

Wright decidió contabilizar a los desempleados por primera vez en la historia del país.

Supo que para disipar el rumor, y además para hacer más fácil el conteo, era necesario solo contabilizar a los adultos que podían trabajar, y que además querían, pero no encontraban empleo.

1983
Año en el que se decretó la creación del INEGI.
"No me preocupo por el déficit. Ya está lo suficientemente grande para que se cuide él solo"
Ronald Reagan Ex presidente de EU

En 1878, Carroll Wright, jefe del Buró de Estadística de Massachusetts, Estados Unidos, se dio a la tarea de acabar con un rumor.

Sumidos en una crisis de confianza, los empresarios del estado creían que había un número importante de desempleados, y por lo tanto la economía iba por mal camino.

Wright decidió contabilizar a los desempleados por primera vez en la historia del país.

Supo que para disipar el rumor, y además para hacer más fácil el conteo, era necesario solo contabilizar a los adultos que podían trabajar, y que además querían, pero no encontraban empleo.

Los resultados fueron alentadores, tan solo 22 mil personas estaban oficialmente desempleadas. Los empresarios, aliviados ante la noticia, comenzaron a contratar.

A petición del gobierno federal, Wright encabezó el nuevo Buro de Estadística Laboral.

Nace así lo que hoy se conoce como la encuesta de desempleo que se publica cada primer viernes del mes.

Wright y el equipo que lo ayudaba no imaginaban hasta dónde llegaría el monstruo que creaban.

La tasa de desempleo, calculada por una encuesta representativa, nunca estuvo hecha para mover mercados o predecir fluctuaciones. Se creó como un registro público y nada más. Y se conocían sus limitaciones.

Incluso los legendarios rivales económicos, Friedrick Hayek y John M. Keynes, podían estar de acuerdo en que el número servía para poco sin mayor contexto o con una tendencia clara.

Sin embargo, hoy en día, tan solo minutos después de su publicación, los mercados oscilan salvajemente ante la burda estimación.

Millones de dólares se invierten o se retiran y miles de periódicos, blogs y artículos informativos circulan con uno de dos veredictos: o la economía esta bien, o la economía está mal.

Datos como éste tienen poco sentido como indicadores, pues en su primera publicación tiene errores. Su intención no es predecir sino, como diría Wright, solo registrar el pasado.

Adelantarse al mercado

Sin embargo, existen ya una infinidad de indicadores parecidos que mueven al mercado.

Tal es el caso de la confianza del consumidor, que pretende hacer lo mismo que Wright haría en un principio con los empresarios, pero en esta ocasión, con los consumidores.

Este consiste de una encuesta que se hace a consumidores de manera telefónica sobre lo que esperan ganar y consumir en el futuro próximo.

Si tienen planes para comprar cosas más caras, se dice que hay una alta confianza del consumidor.

Primero administrado por la Universidad de Michigan, hoy en día se publica por Conference Board, inc.

Este indicador es importante porque resalta la transformación que han dado en el psique colectivo.

Los indicadores de registro como esos, hasta hace pocos años eran solo objeto de estudio para académicos, quienes buscaban comprobar o refutar sus teorías empíricas.

Hoy se hacen por y para el sector privado, que apuesta sobre un juicio que se emite en cuestión de segundos y que carece de contexto.

Algo diferente, pero cercano, sucede en México. En 1983, por decreto presidencial se crea el INEGI, instituto autónomo diseñado para recopilar datos, entre ellos la tasa de desempleo.
Usando la misma metodología que Wright, y que es generalmente aceptada en todo el mundo, el INEGI encuesta a las personas sobre su condición laboral.

Pero la historia no para ahí. El INEGI, siguiendo la moda global de publicar más información, ha creado también su indicador de confianza del consumidor, confianza del productor, entre otros.

Estos últimos sí tienen como objeto estar adelantados a los mercados.

La diferencia reside en que se toman relaciones económicas que son generalmente probadas y visibles, y se calculan con una metodología distinta.

El problema con utilizar algunos indicadores equivocados es que llevan a caer en maldiciones autoimpuestas.

Es decir, se crean situaciones en las que las simples expectativas de lo que está ocurriendo en la economía se cumplen por las decisiones que se toman en base a ello.

Por ejemplo, si una persona observa un dato alto de desempleo, que puede ser producto de un error estadístico común, o una simple alteración cíclica, ella tomará decisiones que impactan a la economía, como comprar menos o dejar de contratar.

Las expectativas de tantas personas terminan por convertirse en realidad y pronto la economía se encuentra en problemas solo por las creencias generalizadas de que está en malas condiciones.

Por supuesto que alegar por el fin de la publicación de estos datos no es el punto a discutir. pues representan un bien público importante, que dan certeza a los mercados y permiten a investigadores y gobiernos observar el impacto de políticas públicas.

Sin embargo, se le haría un bien a los mercados financieros si la publicación de datos muestrales y que no están hechos para predecir, fueran al menos tomados más como estimaciones y menos como evidencia a favor o en contra del desempeño económico por venir.