Pesimismo autoimpuesto

La imagen que se tiene de México en el exterior es ambivalente. Por un lado, no solo se percibe al mexicano como un ser alegre y folclórico, sino que también se vislumbra una democracia aceptable, o en ocasiones casi envidiable.

Especialmente si se le compara con los países de Medio Oriente, que recientemente han pagado con sangre la remoción de sus dictadores (o están pagando, como es el caso de Siria). 

Esa misma democracia que inclusive nos permite a los mexicanos residentes en el exterior ejercer fácilmente nuestro voto para los próximos comicios federales. 

La imagen que se tiene de México en el exterior es ambivalente. Por un lado, no solo se percibe al mexicano como un ser alegre y folclórico, sino que también se vislumbra una democracia aceptable, o en ocasiones casi envidiable.

Especialmente si se le compara con los países de Medio Oriente, que recientemente han pagado con sangre la remoción de sus dictadores (o están pagando, como es el caso de Siria). 

Esa misma democracia que inclusive nos permite a los mexicanos residentes en el exterior ejercer fácilmente nuestro voto para los próximos comicios federales. 

Paralelamente, se percibe el México violento, el del crecimiento económico deplorable y el del sistema educativo lamentable. El México que ha cedido su liderazgo regional a Brasil.

Sin embargo, muchos de estos preceptos son autoimpuestos o están inflados de manera artificial. 

Es cierto que la guerra contra el narco es costosa en términos sociales y monetarios, pero la violencia no es exclusiva de México, sino un fenómeno regional ya que otros países, incluso Brasil, presentan tasas de homicidio más severas que la nuestra. Entonces, ¿por qué cargamos todo el peso, mientras Brasil, por ejemplo, goza de buena fama internacional?

Mi intuición me dice –apoyada en un artículo de Jorge Castañeda publicado en El País- que ayuda la autopromoción de cada país. 

Brasil se autoelogia constantemente, en ocasiones de manera exagerada. Es cierto que ha crecido en la última década apoyado por el crecimiento chino. Sin embargo, tenemos un PIB per cápita mayor (en términos PPP), una política macroeconómica más sana y, en el último dato disponible del Banco Mundial, la desigualdad económica sigue siendo mayor allá. 

Además, el país sudamericano, a diferencia de nosotros, tuvo la fortuna de ser empaquetado junto con China e India como un país BRIC, en un hecho que en ocasiones encuentro más de conformidad fonética (se pronuncia igual que brick, ladrillo en inglés) que de análisis económico.

Por lo tanto, si bien es cierto que aún tenemos infinidad de problemas, la forma en que hablamos de éstos al interior resuena de forma potenciada en el exterior. Es permisible presumir nuestros logros y limpiar la imagen de nuestro país.

José Almaraz estudia una maestría en economía en Colchester, Inglaterra.

Te puede interesar