¿Nuevos 
intermediarios políticos?

La democracia en América Latina no goza de buena prensa en los días que corren: disconformidades, demandas aplazadas y ajustes interminables abonan a ello.

La democracia en América Latina no goza de buena prensa en los días que corren: disconformidades, demandas aplazadas y ajustes interminables abonan a ello.

Sin embargo, un elemento que no se ha llegado a dimensionar en su justa medida, lo constituye quizás el creciente déficit de una ciudadanía efectiva en el continente, pues en la mayor parte de los países de la región acontecen eventos políticos que ponen en relieve lo complicado que sigue siendo la construcción institucional democrática y su consecuente instauración legítima en el colectivo social y en su paisaje de valores, principios, actitudes y conductas.

El inicio de siglo no estuvo libre de obstáculos, pues recurrentes muestras de malestar ciudadano con los contenidos y formas de la conducción de la política por parte de sus gobernantes se manifestaron con mayor regularidad en el país, a través de movilizaciones sociales, que pocas veces se observaron en las décadas anteriores.

Este malestar ciudadano pone en evidencia que los partidos políticos registran pérdidas sustantivas en sus niveles de confianza y legitimidad.

Los partidos políticos locales son vistos como partes subsidiarias de organizaciones políticas de mayor relevancia, esto es, como filiales de partidos políticos de alcance nacional. 

Sin embargo, diversos estados del país han visto surgir partidos políticos desde lo local, que no tienen vínculos formales con partidos nacionales; actualmente existen en el país 18 con registro vigente.

Estudios recientes de Europa y Centroamérica revelan que los partidos locales están haciendo mejor las cosas, pues con un pequeño número de miembros activos son capaces de enriquecer la política local con nuevas líneas divisorias entre intereses locales y supralocales, permitiendo la entrada de nuevas temas en la agenda política, pues por sus características ideológicas y organizacionales están en mejor posición para organizar el involucramiento político ciudadano.

Así, en la segunda década del siglo 21 se presentan sendos desafíos a los que deberá hacer frente la democracia mexicana, si es que se pretende mejorar su calidad.

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