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Movimiento nuevo, agenda antigua

En cualquier movimiento social, la claridad es primordial. 
Parte del éxito inicial de #YoSoy132 se debió a que tenían un reclamo social obvio y con el cual muchos se identificaron.

Desde entonces, muchos han estudiado las ramificaciones políticas y sociales de la nueva organización estudiantil.

Sin embargo, quizás deslumbrados por su fuerza de movilización y la nobleza de sus inicios, pocos han puesto bajo escrutinio algunas de sus propuestas.

En la prisa por cambiar al país, el movimiento ha manifestado sus puntos de vista en temas tan complejos como la economía.

"Métodos que pretenden guiar 
al mundo 
en el nombre 
de la evolución se han vuelto, 
en realidad, ideologías de consentimiento 
y no de rebelión”
Albert CamusEscritor
La premisa básica del movimiento, que el mercado le quita al pobre 
para beneficiar al rico, ha sido señalada por el Nobel Paul Krugman como uno de los cinco mitos 
más comunes de la economía

En cualquier movimiento social, la claridad es primordial. 
Parte del éxito inicial de #YoSoy132 se debió a que tenían un reclamo social obvio y con el cual muchos se identificaron.

Desde entonces, muchos han estudiado las ramificaciones políticas y sociales de la nueva organización estudiantil.

Sin embargo, quizás deslumbrados por su fuerza de movilización y la nobleza de sus inicios, pocos han puesto bajo escrutinio algunas de sus propuestas.

En la prisa por cambiar al país, el movimiento ha manifestado sus puntos de vista en temas tan complejos como la economía.

En ese tema, se notan contradicciones y un tratamiento de propuestas reciclados de antaño.

Sus cuantiosas recomendaciones demuestran que la demagogia de los años 60 no ha muerto y que el movimiento tiene poco conocimiento sobre el tema.

Sería perjudicial, tanto para los comprometidos estudiantes que forman el movimiento como para el país entero, en no señalarlas.

Contra (algunos) 
monopolios

A juzgar por sus comunicados, el grueso de los estudiantes tiene una profunda aversión a los monopolios.

Con justa razón. Uno de los lastres de la economía mexicana es la falta de competencia en sectores primordiales como las telecomunicaciones y los medios de comunicación. Todos podemos estar de acuerdo en ello.

Por lo tanto, uno pensaría que exigirán una serie de acciones más concretas en ese sentido.

Tal vez otra ronda de reformas liberales para corregir este tipo de fallas de mercado o incluso la privatización de Pemex, pues éste al final de cuentas es otro monopolio y es igual o más ineficiente que uno privado.

¡Vaya sorpresa!, descubrir que la dosis recomendada del movimiento es reciclada de los grandes pleitos ideológicos del siglo pasado, y que los economistas serios ya dejaron atrás hace años.

No tratan de buscar cambios graduales hacia un modelo de más libertad individual. No se mencionan siquiera los mercados como eje de mayor competencia.

En sus documentos oficiales se reduce todo el mal del país al modelo neoliberal, que ni ha sido implementado en su totalidad en México.

Mas equivocado resulta al considerar que si en la historia económica de la humanidad una escuela se ha opuesto tercamente, hasta el punto de agredir a muchos, a los monopolios es justamente la neoliberal, que ha justificado las privatizaciones de monopolios públicos a fin de reducir las distorsiones en los mercados.

Se debe trabajar en diseñar organismos que puedan regular eficientemente las fallas de mercado, no en destruir lo que hemos construido.

Sin embargo, en aparente triunfo, pero total incoherencia con sus metas, el movimiento se declara a sí mismo antineoliberal.

Una contradicción de esa magnitud sin duda es grave, pero por lo pronto les daremos el beneficio de la duda.

Pretendamos que se trataban de referir a las causas de la desigualdad de ingreso que se respira en México.

Causas erróneas

Sin embargo, atribuir las causas de tal a políticas de los últimos 20 años no es razonable ni empíricamente correcto.

En un libro reciente, Daron Acemoglu, profesor de economía de MIT, pone el caso de los monopolios en México en contexto.

El autor argumenta que ciertas leyes, como el amparo, han permitido a grandes empresas mantener su poder monopólico.

Coincidentemente, esta ley no es producto de una imposición neoliberal reciente, sino que data desde la constitución de 1857.

Es decir, esta ley y la falta de competencia vigorosa en la política, entre otras cosas, forman un arreglo institucional en el que los mexicanos hemos vivido desde la conquista.

Tal vez una causa que sí ha sido estudiada por académicos, y que resulta lógica, es la de las oportunidades, principalmente en educación.

Ver a la desigualdad desde el punto de vista de los resultados es miope, pues detrás de ello se esconde la desigualdad de oportunidades. El mercado es un mero reflector de tales.

Por lo tanto, preocupados por la desigualdad de ingreso, se esperaría que el movimiento propusiera innovadoras maneras de mejorar la educación.

Más evaluación a los maestros o un programa piloto de vouchers escolares, como ya se hace en Suecia, Canadá e Inglaterra.

Por desgracia las recomendaciones en ese sentido son, una vez más, desgastadas.El movimiento culpa al neoliberalismo de engendrar malas escuelas, se opone a la sana competencia por la calidad y a la evaluación de maestros. Su solución consiste en regresar a un sistema educativo que no funciona.

El problema es que la agenda económica del movimiento no es siquiera cuestión de discusión económica en estos días.

Oportunidad histórica

La premisa básica del movimiento, que el mercado le quita al pobre para beneficiar al rico, ha sido señalada por el Nobel Paul Krugman como uno de los cinco mitos más comunes de la economía.

Es interesante notar que el profesor Krugman no es un gran proponente del libre mercado, inclusive hay quienes lo catalogan como socialista.

Pero no se puede negar su conocimiento del tema: es profesor en Princeton y ganador del Premio Nobel por sus trabajos sobre comercio internacional y macroeconomía.

Su incongruencia obvia, como criticar a solo ciertos monopolios y además oponerse a la privatización de otros, como Pemex, y la radicalización de sus propuestas, alejan a muchos que concordamos en algunas de sus intenciones iniciales.

#YoSoy132 tiene una oportunidad histórica.

La función original del movimiento, demandar democracia mediática, logró un consenso generalizado.

Sería una lástima desperdiciarlo evocando a conceptos económicos anticuados y erróneos, o tratando de arreglar al país en una sentada.

Pero sobre todo, el movimiento no debe convertirse en lo que tanto se opone referente a las televisoras: obstinados y subjetivos, catalogando de corrupto o saqueador a cualquiera que esté de acuerdo con la agenda económica liberal.

Señalar a quienes defienden otra postura económica o excluírlos del debate no solo es antidemocrático, sino que envuelve al movimiento en un aire de retraso ideológico.

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No en un sentido de no cumplimiento de acciones concretas, mismas que son propuestas por asambleas locales y que son llevadas a cabo por ellas mismas. Sino en un sentido, en donde esas acciones, formuladas por las mencionadas asambleas, adquieren un sentido de mayor fuerza, en tanto a que no hay un conjunto de acción colectiva.