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México no es Texas

Más allá de solo abrir la explotación de hidrocarburos al sector privado, uno de los principales objetivos de la reforma energética es impulsar la inversión en la extracción de recursos no convencionales, como el petróleo en aguas profundas y el petróleo y gas de lutitas (mejor conocidos como shale, por su denominación en inglés). 

7.5 a 30
Millones de litros de agua mezclados con otros químicos son necesarios para extraer gas shale de un pozo, según estima la Secretaría de Energía
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Más allá de solo abrir la explotación de hidrocarburos al sector privado, uno de los principales objetivos de la reforma energética es impulsar la inversión en la extracción de recursos no convencionales, como el petróleo en aguas profundas y el petróleo y gas de lutitas (mejor conocidos como shale, por su denominación en inglés). 

Aunque al parecer, se verán frustradas las ilusiones del gobierno de explotar las reservas de gas shale de México, que son de aproximadamente 28.29 miles de millones de barriles de petróleo crudo equivalente (MMMbpce) y las sextas más grandes del mundo. 

Pues aunque lo que se busca es desarrollar un boom de explotación de este recurso, como el que se vive en el sur de Texas, las condiciones en México sencillamente no permiten que esto suceda en el corto plazo.

La revista The Economist hace un análisis de lo que enfrentará México en este tema. 

Reporta que las razones por las cuales en Texas existen miles de pozos de gas shale y en México hay menos de 25 involucran diversos factores, incluyendo las características de los hidrocarburos mexicanos, la carencia de agua en el norte del país y la ausencia de infraestructura en el sector.

El gas equivocado

Debido a que actualmente los precios norteamericanos del petróleo son más altos que los del gas natural, la mayor rentabilidad en la explotación de los hidrocarburos shale está en el petróleo y el gas natural “húmedo” (que se encuentra mezclado con petróleo).

Esto es importante porque, a diferencia de la formación geológica Eagle Ford en el sur de Texas, información de Pemex Exploración y Producción (PEP) señala que la mayor parte de las actuales reservas de gas shale de México (a excepción de la cuenca Tampico-Misantla) son de gas “seco”, como en el caso de las cuencas de Burgos y Sabinas en el norte del país.

Tomando en cuenta que el costo de la explotación de estos recursos es más de cuatro veces más caro que el de los recursos convencionales, las características de los recursos mexicanos resultan menos atractivas que las de los que se encuentran al norte de la frontera.

Sin infraestructura

Otra diferencia entre Estados Unidos y México es el nivel de infraestructura, sobre todo en lo referente al transporte de los recursos extraídos. 

Mientras que Estados Unidos cuenta con una red de más de 492 mil kilómetros de gasoductos (más de 94 mil de estos tan solo en Texas), la red mexicana de gasoductos tiene una longitud de solo 7.6 mil kilómetros.

Para empeorar la situación, la red de gasoductos mexicanos está saturada en algunos tramos, creando cuellos de botella en los flujos de gas del norte hacia el sur y del Golfo hacia el oeste. 

A causa de esto se ha visto un aumento considerable en las “alertas críticas”, avisos que Pemex da a sus clientes para que reduzcan su demanda cuando el suministro de gas es insuficiente. 

Según información del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), del 2010 a la fecha se ha observado un aumento de 125 por ciento en las alertas críticas.

No hay agua

Los problemas de infraestructura de México también involucran el uso de otro recurso: el agua, que es una parte clave de los procesos de fraccionamiento hidráulico (fracking, en inglés) necesarios para extraer los recursos shale. 

Según datos de la Secretaría de Energía (Sener), el fracking requiere de la inyección a presión de 7.5 a 30 millones de litros de agua (mezclados en una solución con otros químicos) por pozo para extraer gas, mientras que un campo con 10 pozos requeriría entre 25 y 40 millones de litros de agua. 

Pero la mayor parte de los yacimientos de gas shale de México se encuentran en zonas que padecen escasez de agua.

Y aunque tanto el gobierno como el sector privado han propuesto construir acueductos para traer agua desde ríos sureños o desde el mar, el problema aun no ha sido resuelto, y continúa representando un obstáculo para la explotación a gran escala del gas shale.

Ley no es atractiva

Otro factor que vuelve menos atractivo a México es el marco regulatorio, desde el manejo de la propiedad hasta el régimen fiscal. 

Mientras que en Estados Unidos la propiedad privada se extiende a los hidrocarburos localizados en un territorio, en México el Estado sigue siendo propietario de los hidrocarburos, aun después de la reforma energética. 

Esto implica que, para que el sistema sea atractivo para las empresas, los impuestos y regalías deberían ser bajas.

Pero los expertos indican que ni en lo que se contempla actualmente en las leyes secundarias de la reforma energética ni en el mediano o largo plazo es probable que se reduzca la carga fiscal en el sector energético mexicano.

Sin la aprobación de las leyes secundarias de la reforma aún no es claro cómo se dará la entrada de las empresas privadas al sector energético mexicano.

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