Revolución en curso

El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) la llama  cuarta revolución industrial. El avance vertiginoso en el campo de la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la impresión de tres dimensiones y la biotecnología no sólo prometen progreso, sino una profunda disrupción en los mercados laborales.

45%
de las actividades pagadas pueden ser sustituidas por tecnología ya existente, de acuerdo a la firma de consultoría McKinsey
La susceptibilidad de que un empleo sea desplazado por el avance tecnológico no depende en gran medida de la industria, sino de si en éste se realiza una actividad rutinaria
“Ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos”
J. R. R. Tolkien
Lawrence Katz, profesor de economía en Harvard, dijo al diario The New York Times que, por mucho, el avance tecnológico será la mayor fuente de disrupción de los mercados laborales en el largo plazo
“Sin una acción urgente y canalizada a administrar esta transición de corto plazo y a la construcción de una fuerza laboral con habilidades a prueba de futuro, los gobiernos tendrán que enfrentar un creciente desempleo y desigualdad; mientras que los negocios tendrán una menor base de consumidores”
Klaus SchwabPresidente ejecutivo del WEF

El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) la llama  cuarta revolución industrial. El avance vertiginoso en el campo de la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la impresión de tres dimensiones y la biotecnología no sólo prometen progreso, sino una profunda disrupción en los mercados laborales.

Un análisis del WEF encontró que, en términos netos, se perderán cinco millones de empleos para el 2020 debido a la creciente automatización del trabajo. El estudio abarca a las 15 mayores economías del mundo, entre las que se incluye México.

En la década de los 30, el economista inglés John Maynard Keynes acuñó el término “desempleo tecnológico”, el cual hace referencia a los trabajadores que han sido desplazados por la automatización de sus actividades.

El cambio en la narrativa política que tuvo lugar en el 2016, marcado por el triunfo electoral de Donald Trump y la salida de Reino Unido de la Unión Europea, pone de relieve que un profundo cambio en los mercados laborales se encuentra en curso.

Este fenómeno se ha vuelto patente en las industrias de manufactura de las economías avanzadas. La revista MIT Techonological Review, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, refiere que, en Estados Unidos, se han perdido uno de cada tres empleos manufactureros desde que éstos alcanzaron su mayor nivel a finales del siglo pasado.

De acuerdo a cifras oficiales, el número de trabajadores empleados en el sector secundario de Estados Unidos se ha reducido en cinco millones desde el año 2000.

A pesar de que la globalización y la tercerización de empleos a países emergentes con bajos costos laborales han jugado un papel relevante en esta dinámica, la automatización es referida por el consenso de economistas como el factor más relevante para esta pérdida de empleos.  

Lawrence Katz, profesor de economía en Harvard, dijo al diario The New York Times que, por mucho, el avance tecnológico, será la mayor fuente de disrupción de los mercados laborales en el largo plazo.

Empleos en riesgo

Klaus Schwab, presidente ejecutivo del WEF, expresó su preocupación: “Sin una acción urgente y canalizada a administrar esta transición de corto plazo y a la construcción de una fuerza laboral con habilidades a prueba de futuro, los gobiernos tendrán que enfrentar un creciente desempleo y desigualdad, mientras que los negocios tendrán una menor base de consumidores”.

Investigaciones como la de David Autor, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts, sostienen que el progreso tecnológico siempre crea más empleos de los que destruye.

No obstante,  esto podría ser diferente en la denominada cuarta revolución industrial, dada la magnitud y naturaleza del cambio en los mercados laborales.

En el 2013, Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, publicaron un estudio en el que concluyeron que el 47 por ciento de los empleos en Estados Unidos se encuentran en “alto riesgo” de ser desplazados por la automatización.

El cálculo es secundado por un reporte independiente elaborado por la firma de consultoría McKinsey, en la que se estima que, con la tecnología existente, el 45 por ciento de los empleados pagados podrían ser automatizados.

Ésta parecía ser una preocupación exclusiva de los trabajadores del sector manufacturero, pero ahora el avance tecnológico también representa una amenaza para empleos profesionales como los analistas médicos, financieros, contadores, ejecutivos de ventas, pilotos de avión, agentes de bienes raíces e incluso escritores técnicos.

Frey y Osborne consideran que los empleos que son más susceptibles a ser reemplazados se encuentran en las industrias de transporte, logística y “apoyo para oficina”, una categoría que incluye a recepcionistas y personal de seguridad.

Alerta de desigualdad

Los economistas laborales detectan una tendencia que está fuertemente asociado con el avance tecnológico. Desde finales del siglo pasado, se ha presentado una “polarización del empleo”.

Mientras que los trabajos altamente especializados y nada especializados han crecido de manera consistente, los empleos que requieren de una especialización media se han mantenido constantes.

De esta observación se desprende una conclusión: la susceptibilidad de que un empleo sea desplazado por el avance tecnológico no depende en gran medida de la industria, sino de si en éste se realiza una actividad rutinaria o no.

El avance tecnológico implica una brecha de ingreso más amplia entre la fuerza laboral y los dueños del capital. En ese sentido, si la tendencia de polarización del empleo se acentúa en el corto plazo, los efectos en la desigualdad de ingreso podrían ser mucho mayores a los de la dinámica actual.

Los efectos de la automatización requerirán de nuevos mecanismos institucionales que limiten las consecuencias adversas de este fenómeno en el ámbito social.

Economistas como Yanis Varoufakis, ex minsitro de finanzas de Grecia, han propuesto la implementación de un modelo que garantice un derecho universal al ingreso de capital que haga frente a los efectos de la automatización.

Aunque la medida aún está lejos de concretarse, la conceptualización de este tipo de políticas públicas podría convertirse en un punto de partida para un mundo que podría cambiar radicalmente en poco tiempo. El consenso de analistas coincide en que el 2017 fungirá como un medidor de la velocidad de este cambio.

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