Hay ventajas por género

Identificar la discriminación, y las razones por la que se comete, es un asunto que ha fascinado a los científicos sociales por mucho tiempo, pero que ha resultado ser increíblemente difícil de hacer en la práctica.

El problema principal recae en las diferencias que puede haber entre diferentes personas, pero que no sean relacionadas con su género.

Por ejemplo, una empresa podría contratar a un hombre en lugar de una mujer, basándose en su experiencia previa u otro atributo que tiene poco que ver con su género.

Identificar la discriminación, y las razones por la que se comete, es un asunto que ha fascinado a los científicos sociales por mucho tiempo, pero que ha resultado ser increíblemente difícil de hacer en la práctica.

El problema principal recae en las diferencias que puede haber entre diferentes personas, pero que no sean relacionadas con su género.

Por ejemplo, una empresa podría contratar a un hombre en lugar de una mujer, basándose en su experiencia previa u otro atributo que tiene poco que ver con su género.

Economistas de la Universidad de George Mason y la Universidad de Filadelfia decidieron experimentar en un mercado si el género tiene algo que ver con lo que se cobra por un servicio.

Oferta inicial

Ellos escogieron el servicio de taxis en Lima, Perú. En ese mercado se acostumbra preguntar primero el precio del viaje al taxista, y después hacer una oferta que el taxista acepta o rechaza.

Los investigadores contrataron a varias personas y les dieron el mismo guión a seguir: ofrecer la misma cantidad por un viaje idéntico.

El resultado es curioso: El segmento beneficiado de la población son las mujeres.

Los taxistas, una y otra vez, aceptaban las ofertas de las damas, mientras que la misma oferta, hecha por un hombre, la rechazaban.

Los investigadores explican que quizá se deba a que los taxistas creen que los hombres tienen más dinero disponible. Notaron que el mercado es tan competido, que había taxistas que esperaban atrás por si la primera oferta era rechazada.

Así que instruyeron a los actores a hacer un ligero cambio en el experimento.

Ahora, el cliente rechazaba al primer taxista sin importar el precio que éste les daba, e hicieron la oferta al segundo, que estaba esperando y ya había visto el incidente.

El segundo taxistas aceptaba la oferta sin importar el género de quién la propusiera.

Cuando notaban que el cliente estaba dispuesto a irse caminando en lugar de pagar un precio

mayor, el taxista  aceptaba cualquier tarifa y ya no esperar más clientes.

Los investigadores concluyen que en este caso, la necesidad económica es mayor a cualquier discriminación que los taxistas pudieran tener.

Esto probablemente sirva también para explicar por qué  las personas con ingresos más bajos son los que menos discriminan.

En los barrios de cualquier gran metrópoli, uno puede encontrar a personas de toda característica física haciendo negocios, cosa que es más difícil de ver en ciudades lujosas.

Sería interesante hacer el experimento en México, quizás aquí, por no ser un mercado tan competitivo, el dinero sí importa.

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