El fin de la pobreza

Eliminar la pobreza extrema en el mundo es una cruzada en la que se ha ocupado el mundo occidental durante los últimos 50 años... sin mucho éxito.

Aunque se han gastado grandes cantidades de tiempo, dinero y esfuerzo humano, aún vivimos en un mundo donde alrededor de 3 mil millones de personas viven con menos de 2.50 dólares al día.

Desde el inicio de los 60, se ha buscado enfrentar indicadores de miseria como la falta de acceso a la educación, la desnutrición infantil, la falta de acceso a agua potable, entre otras variables.

A través de nuevos estudios, se mide cuánto dinero se necesita para alcanzar un objetivo e incrementar la eficiencia de la ayuda foránea

Eliminar la pobreza extrema en el mundo es una cruzada en la que se ha ocupado el mundo occidental durante los últimos 50 años… sin mucho éxito.

Aunque se han gastado grandes cantidades de tiempo, dinero y esfuerzo humano, aún vivimos en un mundo donde alrededor de 3 mil millones de personas viven con menos de 2.50 dólares al día.

Desde el inicio de los 60, se ha buscado enfrentar indicadores de miseria como la falta de acceso a la educación, la desnutrición infantil, la falta de acceso a agua potable, entre otras variables.

Dentro de la discusión sobre la forma más efectiva de enfrentar esta condición, generalmente se llega al mismo dilema: ¿puede el apoyo foráneo aliviar a la pobreza?

Economistas como Jeffrey Sachs y otros exponentes de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, auspiciados por la Organización de las Naciones Unidas, argumentan que las soluciones para la pobreza existen y que solo falta el compromiso financiero para cumplirlas.

Otros autores, como el economista Bill Easterly, han señalado que el apoyo económico otorgado a los más pobres no ha creado un crecimiento sustentable, y hasta pudo haber sido contraproducente.

Ponerse creativos

Actualmente se discute una nueva tendencia en el área del desarrollo económico que busca encontrar un enfoque diferente al combate a la pobreza.

Economistas como la doctora Esther Duflo, del MIT, se han propuesto una nueva estrategia para enfrentar el tema.  Lo llaman la experimentación creativa para el combate de la pobreza.

La idea es que en lugar de derrochar más dinero en estrategias que suenan razonables, pero no han sido probadas, estos científicos hacen ensayos aleatorios controlados para un componente muy particular de la pobreza, como la vacunación de niños en la India o el uso de mosquiteros para combatir la malaria.

El experimento consiste en probar cómo la sociedad a estudiarse reacciona ante incentivos.

Por ejemplo, buscan estudiar si el regalar mosquiteros hará que la gente los use más que cuando se los vendían; o si el ofrecer un kilo de lentejas a toda familia que vacune a sus hijos los incentivará a hacerlo más pronto.

La particularidad de estos experimentos de políticas sociales es que tratan con una región o comunidad homogénea y maneja los incentivos de manera aleatoria a individuos de la región, dejando a un lado el grupo controlado al que no les ofrece los mismos incentivos.

De tal forma, al contrastar entre aquellos expuestos al experimento y los aislados, pueden hacer evaluaciones rigurosas y específicas para ver si es que afecta y en qué medida lo hace, las políticas sociales propuestas.

Cómo usar bien tu millón de pesos

Este tipo de experimentos se han empezado a propagar en los últimos cinco años, y se han empezado a mostrar conclusiones muy interesantes.

Por ejemplo, el Laboratorio Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), una red de 70 profesores afiliados, crearon un experimento para combatir la deserción escolar, donde se mostraba el impacto específico que tendría un gasto de 100 dólares en diferentes políticas sociales.

Tras su experimento pudieron mostrar que pagarle a los padres por llevar a sus hijos a la escuela no causa un impacto positivo, mientras que regalar los uniformes costearles la comida en la escuela trae un aumento significativo en los años de estudio que los alumnos toman.

Pero lo que aparentemente es la mejor inversión para la educación es dar información sobre la diferencia de ingresos que obtienen los alumnos graduados en comparación con los que no terminan el nivel de estudios propuesto en el experimento.

Dicha información, proporcionada a los padres y alumnos, aumentó desde 3.1 años más de educación en la República Dominicana, hasta más de 20 años en Madagascar.

En otro ejemplo, un grupo de científicos estudió el efecto real que tuvo el dar pláticas sobre el

VIH en niñas de 15 años. Notaron que las charlas no tuvieron un efecto particular, pero el informar a las niñas sobre la tasa de VIH relativa entre hombres jóvenes y señores adultos redujo la propensión de embarazo y contagio del VIH en sus siguientes cinco años por 67 por ciento, en comparación con quienes no tuvieron la plática.

¿La solución?

Tales experimentos de política social han sido criticados por discriminar entre los sectores a estudiar, y tomar regiones completas para sus experimentos sin su permiso o consentimiento.

Aún así, los científicos que abogan por esta técnica se complacen de sus resultados. Al emplear políticas que han sido probar de forma específica, se puede medir exactamente cuánto dinero se necesita para alcanzar un objetivo, e incrementa la eficiencia en el mecanismo global de ayuda foránea.

Ahora se sabe que solo se necesitan 300 dólares para salvar a un niño a través de la vacunación, y también 300 para proteger a otro niño a través del uso efectivo de mosquiteros.

Mientras no existe una solución mágica para la pobreza, ni un helicóptero que salve al mundo de la miseria, tal vez estemos cerca de entender el camino específico para alcanzar los objetivos trazados hace 50 años, y hasta con descuento.