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Brasil no es el de antes

Brasil reúne todas las características que están haciendo estragos en las economías emergentes: fuerte desaceleración económica, salida de capitales, depreciación significativa de su divisa frente al dólar, así como crecientes tensiones políticas.

En los últimos 13 meses, las cuentas de capital de 19 economías emergentes han sufrido la salida de 940 mil millones de dólares, según una estimación de la firma NN Investment Partners.  La cifra representa el doble del monto que se fugó en los tres trimestres más dramáticos de la crisis financiera global del 2008/2009.

940,000
millones de dólares
es la salida de capitales que han sufrido las economías emergentes en los últimos 13 meses, según la firma NN Investment Partners
La expectativa de alzas de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos ha fortalecido el dólar frente a las divisas emergentes. El real brasileño ha sido de las monedas más golpeadas con una depreciación de 24 por ciento en el último año
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Brasil reúne todas las características que están haciendo estragos en las economías emergentes: fuerte desaceleración económica, salida de capitales, depreciación significativa de su divisa frente al dólar, así como crecientes tensiones políticas.

En los últimos 13 meses, las cuentas de capital de 19 economías emergentes han sufrido la salida de 940 mil millones de dólares, según una estimación de la firma NN Investment Partners.  La cifra representa el doble del monto que se fugó en los tres trimestres más dramáticos de la crisis financiera global del 2008/2009.

Esta coyuntura ha puesto de relieve la transición que vivieron economías como Brasil, quienes pasaron de fungir como uno de los motores de crecimiento global en los años posteriores a la crisis, a representar una carga para la demanda mundial.

Se acabó el jogo bonito

La última encuesta que realizó el banco central de Brasil a especialistas en economía del sector privado revela un escenario pesimista: se pronostica una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de 2 por ciento para este año y de 0.15 por ciento para 2016. Por primera vez desde la Gran Depresión, el país sudamericano enfrentará una contracción económica por dos años consecutivos.

Asimismo, el último reporte oficial sobre actividad económica fue peor a lo esperado. Por séptimo trimestre consecutivo, la inversión registró una baja. Por otra parte, el mercado interno no ha podido salir del estancamiento. Los hogares brasileños se encuentran severamente endeudados, por lo que el consumo interno está limitado.

El motor económico de Brasil en los años de bonanza en que se llegó a registrar un crecimiento anual de hasta 7 por ciento fue el sector externo. La exportación de materias primas, particularmente a una China que se encontraba fortalecida en ese entonces, así como la entrada de capitales derivados de las políticas monetarias expansivas de Estados Unidos financiaron el boom brasileño.

Sin embargo, ahora el ciclo alcista de las materias primas ha terminado y China enfrenta una severa desaceleración económica. La tasa de crecimiento del país asiático es la menor en el último cuarto de siglo.

Además, Estados Unidos se prepara para salir de una década de tasas de interés cercanas a cero y de programas de inyección de liquidez a la economía. La era del crédito barato y de la búsqueda de mejores rendimientos en los mercados emergentes ha terminado.

La expectativa de alza de tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos ha fortalecido al dólar frente a las divisas emergentes. El real brasileño es una de las monedas más golpeadas ya que ha sufrido una depreciación de más de 24 por ciento en los últimos doce meses.

El gobierno de Dilma Rousseff se enfrenta a una complicada crisis política relacionada con escándalos de corrupción. La semana pasada salieron a la calle más de medio millón de personas para protestar contra Rousseff y su partido. Voces que pedían la renuncia de la presidenta hicieron eco en la opinión pública brasileña.

Al igual que otros países emergentes como Turquía, Rusia y Malasia, la combinación de una crisis política con un escenario económico retador ha minado la confianza de los inversionistas.

La calificadora Standard and Poor’s aseguró que de continuar la tendencia de desaceleración en Brasil, rebajará la calificación de deuda de ese país a nivel basura para finales de este año.  Recientemente, la firma cambió la perspectiva brasileña (ubicada apenas un escalón encima del bono basura)desde estable a negativa.

Sin armas para pelear

La falta de capital político no es el único obstáculo que enfrenta el gobierno de Dilma Rousseff. La política económica brasileña está atada de manos, por lo que las herramientas para reaccionar frente a la recesión están limitadas.

La deuda pública de Brasil alcanza alrededor del 60 por ciento de su PIB. El endeudamiento brasileño en los años de bonanza, tanto público como privado, ha orillado al nuevo gobierno de Rousseff ha implementar políticas de austeridad.

La designación del nuevo ministro de finanzas, Joaquim Levy, identificado como un funcionario afín a políticas más amigables al mercado (contrario a la esencia ideológica del Partido del Trabajo de Rousseff), es una señal de este cambio de política.

Dadas las actuales condiciones de debilidad y la caída en ingresos fiscales, el uso del gasto público para estimular a la economía está prácticamente descartado.

El uso de la política monetaria expansiva (recortes de tasa de interés) también está fuera del alcance del banco central. A pesar de la debilidad económica, Brasil registra una inflación que podría llegar a 9.6 por ciento para final de año. El banco central ha elevado la tasa de interés (dañando la actividad económica) en 3.25 puntos porcentuales desde que Rousseff fue reelegida. El país sudamericano cuenta con una de las tasas de interés más elevadas de las principales economías del mundo: 14.25 por ciento, el indicador que podría resumir la debacle brasileña.

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