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Brasil: la nueva colonia china

La semana pasada, el Banco de Construcción de China, uno de los cuatro mayores bancos de China, compró una participación de 72 por ciento en el brasileño BicBanco por 716 millones de dólares.

Pero a pesar de que la noticia podría verse como una nueva área de cooperación entre dos de las mayores economías emergentes del mundo, no está siendo bien recibida. 

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Millones de dólares es la inversión extranjera directa que China dedicó a Brasil en el 2010, más de 68 veces el tamaño de la cifra del 2009
Muchos de los proyectos chinos que sí han procedido en Brasil involucran la explotación de los recursos naturales del país por parte de paraestatales chinas
"Las personas empiezan a decir ‘espera un momento, estamos creando un enorme déficit comercial con China. Están invirtiendo 20 mmdd y se están llevando todos nuestros recursos. ¿Nos convertimos en una colonia?’”
Derek ScissorsAnalista del Instituto Empresarial Americano

La semana pasada, el Banco de Construcción de China, uno de los cuatro mayores bancos de China, compró una participación de 72 por ciento en el brasileño BicBanco por 716 millones de dólares.

Pero a pesar de que la noticia podría verse como una nueva área de cooperación entre dos de las mayores economías emergentes del mundo, no está siendo bien recibida. 

Entre los mercados emergentes parece existir una gran voluntad por atraer inversiones y crear lazos comerciales con China, pero Brasil, la mayor economía de América Latina, parece no estar satisfecho con esta dinámica. 

¿Debería México, una economía similar y que también busca ampliar sus lazos con China, aprender la lección de la experiencia brasileña?

En medio del vacío de demanda e inversión que creó entre los países desarrollados la crisis del 2008, China ha elegido profundizar sus lazos económicos con Latinoamérica, y se ha convertido en el principal socio económico de países como Brasil y Chile, entre otros. 

Entre el 2000 y el 2012 el valor del comercio entre el gigante asiático y América Latina aumentó más de 25 veces, pasando de poco más de 10 mil millones de dólares (mmdd) a más de 255 mmdd. 

Para Brasil, esto significó que su nivel de comercio con China creció más de 11 veces en casi una década, pasando de 6.5 mmdd en el 2003 a 75 mmdd en el 2012. En el 2009 China se convirtió en el destino número uno de las exportaciones brasileñas, y un año más tarde se convirtió además en el más importante proveedor de importaciones para Brasil y en su principal fuente de inversión extranjera directa. 

Las inversiones chinas en activos brasileños alcanzaron los 20 mmdd en 2010, mientras que en 2009 el total de estas era de tan solo 292 millones de dólares.

Pero ambos países parecen no poder ver el beneficio que el aumento en sus vínculos económicos les ha traído, o si este siquiera existe. 

Socios incómodos

El sitio de noticias Quartz reporta que directivos de otros bancos chinos han expresado que el entusiasmo por Brasil está desapareciendo, en parte debido a la oposición en la opinión pública a la inversión extranjera, y en parte debido a las políticas proteccionistas del gobierno de Dilma Rousseff. 

Reuters indica que casi dos tercios de los 70 mmdd en proyectos de inversión chinos anunciados en Brasil desde el 2007 han sido cancelados o suspendidos.

Por el otro lado, las empresas brasileñas se quejan de la intransigencia de sus contrapartes chinas a la hora de negociar o conseguir financiamiento. Además, muchos de los proyectos chinos que sí han procedido en Brasil involucran la explotación de los recursos naturales del país por parte de paraestatales chinas como Sinopec y Sinochem.

En entrevista con Reuters, Derek Scissors, un analista del Instituto Empresarial Americano, un think tank estadounidense, dice que “lo que sucede es que las personas empiezan a decir ‘espera un momento, estamos creando un enorme déficit comercial con China. Están invirtiendo 20 mmdd y se están llevando todos nuestros recursos. ¿Nos convertimos en una colonia?’”.

Después de que en el verano se firmaran acuerdos comerciales entre México y China en los sectores energético, minero, turístico, comercial y financiero durante la visita del presidente chino Xi Jinping, el país tiene que preguntarse: ¿se repetirá aquí la dinámica vivida entre Brasil y China? ¿Vale la pena poner tanto esfuerzo en atraer la atención del dragón asiático?

El vicio de los commodities

Las economías de Latinoamérica, incluyendo a Brasil y México, son complementarias en cierto modo con la economía China. 

Mientras que en América Latina no hay suficientes ahorros domésticos como para financiar incrementos en la producción de exportaciones y creación de empleos, o para impulsar la infraestructura necesaria, China tiene capital en abundancia, pero necesita los recursos estratégicos que se encuentran en estos países.

La lógica es que la inversión y explotación de recursos naturales en los países en desarrollo eventualmente dejarán suficiente dinero en ellos como para lograr incrementar la producción y exportación de manufacturas más caras, lo cual traerá consigo mayor crecimiento y desarrollo económicos. Sin embargo, la realidad a menudo no corresponde con esto.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha advertido que ejemplos como el brasileño indican que Latinoamérica necesita expandir su estructura productiva para incrementar su productividad a través de mayor inversión, ya que la dependencia económica en la exportación de commodities debilita a la región.

Mientras que el volumen del comercio entre Brasil y China ha crecido, estos vínculos no se han profundizado como los brasileños esperarían, y no se ha impulsado el sector manufacturero de Brasil. 

A pesar de que Brasil aun sostiene un superávit comercial con China, el 80 por ciento de sus exportaciones le corresponde a tres commodities: hierro, petróleo y soya.

Al mismo tiempo, China ha expandido los productos y servicios que le exporta a Brasil, reduciendo progresivamente la diferencia en la balanza comercial brasileña. Lo que es peor, la falta de crecimiento ha lastimado la competitividad de los manufacturadores brasileños, cuyos productos han perdido participación de mercado frente a sus contrapartes chinas.

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