Pierre de Coubertin, padre del olimpismo

Más de mil años después de su última realización, los Juegos Olímpicos revivieron gracias al aristócrata francés Pierre de Coubertin, quien recuperó el interés por juntar cada cuatro años a lo mejor del deporte mundial
Ricardo Resendi Ricardo Resendi Publicado el
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Con la firme convicción de introducir la actividad física en la educación de todo niño, adolescente y joven, el barón Pierre de Coubertin renunció a su vocación como aristócrata para revivir la pasión del deporte a nivel internacional con los Juegos Olímpicos.

En el inicio de su aventura, pese a realizar viajes por Estados Unidos e Inglaterra con la intención de reavivar el espíritu del deporte, los esfuerzos del pedagogo parisino fueron en vano, recibiendo poco interés de Francia, su patria natal, así como de otros países europeos.

Su amor por el deporte lo llevó a no desistir, por lo que en un desesperado intento, el barón Pierre de Coubertin presentó en 1982, ante el Congreso Internacional de Amateurismo, la idea de restaurar los Juegos Olímpicos, logrando el voto unánime por parte del comité.

Entre el entusiasmo y fervor de 750 mil espectadores, el Estadio de atletismo del Panathinaiko, erigido enteramente de mármol blanco del Monte Pentélico, acogió 241 atletas de 14 naciones en la primera edición de los Juegos Olímpicos modernos en 1896.

Al momento, Grecia se encontraba ante grandes problemas financieros e inestabilidad política; sin embargo, el evento fue considerado como un éxito del mundo moderno, caracterizado por su gran organización y cooperación de las naciones involucradas.

Pese a los planes por sumar una gran cantidad de deportes, dentro de los cuales se incluiría el futbol y el críquet, solamente nueve disciplinas fueron incluidas dentro del programa, siendo el atletismo el de mayor alcance.

Con la congregación de deportistas de todo el mundo, los Juegos Olímpicos se convirtieron cada cuatro años en un ritual conmemorativo de la pasión que se celebraba en la Antigua Olimpia y que cultivaba de manera simbólica la noble rivalidad de los atletas.

Considerado como el padre de los Juegos Olímpicos modernos, el barón Pierre de Coubertin recibió el título de Presidente Honorario del Comité Olímpico Internacional, reconocimiento que no le fue entregado a ningún otro miembro de la organización.

El historiador francés desarrolló una doctrina enfocada en la pedagogía de la actividad física, fundó la primera revista dedicada al deporte y constituyó sociedades atléticas en Francia.

Falleció en Ginebra, Suiza, en 1937, luego de dedicar su vida al deporte. Su cuerpo fue enterrado en la Antigua Olimpia, en Grecia, junto a un monumento conmemorativo, donde cada cuatro años su espíritu renace con el despertar de la Antorcha Olímpica.

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