¡Es mucha furia!

Vaya Final épica la que nos entregaron “La Furia” y la “Nazzionale”. El 4-0 fue demasiado castigo. Los Dioses del Estadio se ensañaron con ellos, la Final fue pareja, muy pareja, de ida y vuelta con opciones para los dos lados, sólo que la jerarquía no sólo se presume, se impone y hoy ese privilegio es de España.

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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gol aceptó la selección de España a lo largo de toda la Eurocopa.

Vaya Final épica la que nos entregaron “La Furia” y la “Nazzionale”. El 4-0 fue demasiado castigo. Los Dioses del Estadio se ensañaron con ellos, la Final fue pareja, muy pareja, de ida y vuelta con opciones para los dos lados, sólo que la jerarquía no sólo se presume, se impone y hoy ese privilegio es de España.

Fue pues un gran partido que viene a rubricar el altísimo nivel alcanzado por esta Eurocopa 2012 que nos entrega una España campeón que además logra la hazaña monumental no sólo de ser los mejores de los últimos 10 años, sino reflejarlo en los goles, los resultados y lo más importante, los títulos: Eurocopa 2008 – Mundial 2010 – Eurocopa 2012, el capicúa sin precedentes.

¡Que golazos!

Los dos goles con los que “La Furia” se alza con su tercer título continental, segunda Eurocopa al hilo con Mundial en el intermedio, son auténticos poemas del futbol que homenajean el futbol–arte, el futbol de conjunto, jugadas muy futboleras y no tengo nada contra los golazos producto de la chispa y el talento individual, por el contrario, los disfruto y alabo por igual, solo que para esta España que privilegia precisamente el futbol de conjunto no había más premio que el resolverlo todo en base a esa su cualidad más importante, y así…
Iniesta, el mejor del mundo

¿Y quién más?, avanza cruzando la media cancha con “su” balón atado a su botín con ese hilo mágico e invisible que lo mantiene controlado ahí, ni pegadito ni lejano, Andrés levanta la cabeza observando como Cesc intuye la orden del mariscal Iniesta que le filtra el balón a la zona de los fogonazos de “a deveras”, el corazón del área.

Cesc se mete sacando la bayoneta y dejando el fusil atrás, ahí las armas largas sobran, llega a la línea de fondo y lanza un tremendo chutazo hacia el centro del área italiana, sabedor que  alguno de sus compañeros llegaría a tiempo a la cita con el balón, no podía ser de otra forma, la inercia de la jugada le impedía a Cesc hacer pausa y bajarle kilómetros por hora al balón.

Para meterle la cabeza a ese pedradón se necesita valor y David Silva lo tiene de sobra, poniendo duro el cuello, la cabeza obedece y el golazo es sólo la consecuencia.

El hoy segundo mejor portero del mundo (Iker se puso el sueter de primero) Gianluigi Buffon mete las manos solo para cubrir el expediente, España, el campeón defensor se pone arriba justo cuando el juego se cargaba del lado Azzurri, es la jerarquía que no sólo hay que pasearla, hay que demostrarla. 

‘El niño’ que tapa bocas

Los otros dos son también maravillosas jugadas en donde el látigo del pase inesperado de Xavi dejando sólo en el mano a mano con Buffon a Jordi Alba, quien define con esa clase que los Dioses del Estadio premian con lo que muchos llaman suerte.

Y luego el ingreso del muy cuestionado Fernando “Niño” Torres, el lujo del Chelsea, quien también obedece al chasquido del latigazo que sale del botín del mismísimo Xavi, el del Barsa, al “Niño” que supera en otro mano a mano con Buffon que refleja en su rostro la frustración de ser el más fotografiado del juego, producto de los chutazos y llegadas por todos lados de “La Furia”.

El cuarto gol, el de Juan Mata, es ya un dato para la anécdota, demasiado injusto castigo para los Azzurri que ya estaban casi muertos y fundidos allá adelante, buscando aunque sea el gol de la honra.

No nos vayamos con la finta

El 4-0 así, frío, se ve como una paliza sin misericordia, la realidad es muy diferente, el juego fue muy cerrado, parejo, disputado al máximo durante unos 60 minutos, solo que los de “La Furia” fueron más certeros y precisos a la hora de acercarse al área rival anotando en las pocas que tuvo en esos minutos de intensa ida y vuelta.

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