Dicen que la lluvia lava las heridas, pero el dolor permanece como una mancha que no logra irse aunque pase el tiempo y los años.
La calma llega al terminar la borrasca, aunque en los corazones se guarde el recuerdo de un pasado imborrable. Y Miriam sabe lo que fue vivir a través de la incesante tormenta de injusticias que no vio venir y solo le cimbró al pasar.
Lo mismo le ocurrió a Adela, quien en las palabras de Cortázar, no eligió la lluvia que le iba a calar hasta los huesos y que todavía en el presente le carcome hasta la médula de su alma.