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Un guerrero en el cielo

Cuando Ximena Guadalupe ingresó al hospital “Miguel Hidalgo” de Aguascalientes no tenía ninguna posibilidad de vida. A sus cuatro de años de edad, con un cuadro pulmonar agudo y el antecedente de haber nacido sin poder respirar, los médicos que la atendieron dijeron que su muerte era solo cuestión de días; su padres no se resignaron y mejor se sujetaron de la fe: pidieron al beato José Luis Sánchez del Río, el Niñito Cristero, que la salvara.

El acto oficial de canonización del Niño Cristero ocurrirá el próximo 16 de febrero, cuando el Papa Francisco visite la ciudad de Morelia

Cuando Ximena Guadalupe ingresó al hospital “Miguel Hidalgo” de Aguascalientes no tenía ninguna posibilidad de vida. A sus cuatro de años de edad, con un cuadro pulmonar agudo y el antecedente de haber nacido sin poder respirar, los médicos que la atendieron dijeron que su muerte era solo cuestión de días; su padres no se resignaron y mejor se sujetaron de la fe: pidieron al beato José Luis Sánchez del Río, el Niñito Cristero, que la salvara.

Paulina Gálvez Ávila, madre de Ximena Guadalupe y oriunda de Sahuayo, tomó la imagen del Niñito Cristero y comenzó a pedir su intercesión ante Dios. Habló con él. Le lloró. Estrechó su imagen en el pecho y le contó lo que aquella niña era para su vida. Los siguientes tres días pasaron entre la oración y las visitas al hospital.

Era el verano del 2011. Ximena Guadalupe había comenzado con una gripe que fue evolucionando al nivel de pulmonía típica. Cuando el doctor Rosendo Sánchez la recibió, fue claro: la ciencia no podía hacer nada en ese caso. Pidió a sus padres resignación. Ximena ya no respiraba. La auxiliaron con ventilación mecánica luego de la muerte cerebral decretada.

Paulina Gálvez no se rindió. En la cama donde el cuerpo de la niña parecía dormido, le dejó la imagen del Niñito Cristero. La colocó cerca de su cabeza, para que no la abandonara. La última posibilidad médica era cortar medio pulmón en espera de que la infección respiratoria cediera, pero aun así, de vivir, Ximena tendría secuelas graves. Tendría por siempre una vida vegetativa.

Al día siguiente de la operación, acompañada de las oraciones de su madre y de la imagen del beato, en la sala de terapia intensiva, la niña movió un pie. Esa fue la señal que desde el cielo le llegó a Paulina para que no cesara en sus ruegos. Ella entendió el mensaje y fue más insistente con sus rezos.

Dos días después, Ximena apretó la mano de su madre mientras Paulina insistía en la intercesión divina. Ella le colocó la imagen del Niñito Cristero sobre su cuerpo y Ximena comenzó a convulsionar. Ante los ojos de los médicos que la atendían se trataba de un infarto con el que se estaba despidiendo de la vida. Pero no fue así.

“La imagen de Joselito le dio vida a mi hija”, cuenta Paulina con la emoción de la alegría quebrándole la voz. 

El médico Rosendo Sánchez no daba crédito a lo que estaba viendo. La ciencia médica no tuvo injerencia alguna en ese hecho. “Es un milagro”, le dijo a la amorosa madre que abrazaba el cuerpo de Ximena y no dejaba de agradecer hablándole en voz alta al beato José Luis Sánchez del Río. 

No era la primera vez que el Niñito Cristero estaba de su lado; apenas a los cuatro meses de embarazo ya había evitado la muerte prematura de Ximena, cuando los médicos en Estados Unidos le habían dicho de la incompatibilidad sanguínea entre madre e hija, lo que hizo que naciera sin poder respirar.

Con el corazón lleno fe, Paulina había pedido al beato por la vida de su hija. 

Hoy Ximena tiene 8 años de edad y la única secuela de su padecimiento es todo el amor que de ella se desprende.

Será un santo

El obispado de Zamora, a cargo de Carlos Cázares Suárez, reconoció la existencia de un milagro en el caso de Ximena Guadalupe. Se inició la causa de canonización, designando como vicepostulador al señor Carlos Berumen. Fueron también nombrados el padre Miguel Espinoza del Río, como Juez delegado; el padre Jesús Ruíz Ochoa, como promotor de justicia; el doctor Manuel Hinojosa, como médico perito y Mario Higareda Degollado, como Notario Actuario.

A ellos les correspondió hacer la documentación del milagro para iniciar la canonización del Niñito Cristero, el que por instrucción del Papa Benedicto XVI ya había ascendido a nivel de beato el 20 de noviembre del 2005, junto con otros 11 mártires mexicanos que participaron en la defensa de la religión católica durante la guerra cristera. La ceremonia de beatificación fue encabezada por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.

Las gestiones de la causa ya tuvieron efecto en El Vaticano. Apenas el pasado 22 de enero, el Papa Francisco reconoció oficialmente el milagro que salvó la vida de Ximena Guadalupe. Con dicha aprobación, la que se hizo en presencia del prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, cardenal Ángelo Amato, solo se espera el decreto papal para que José Luis Sánchez del Río sea elevado a la calidad de santo.

El acto oficial de canonización del Niño Cristero ocurrirá el próximo 16 de febrero, cuando el Papa Francisco visite la ciudad de Morelia. Sostendrá un encuentro con los promotores de la causa y con la familia de Ximena Guadalupe, para de esa forma otorgar a Michoacán a su primer santo, el que sería el santo mexicano número 30.

La vida por la Iglesia

Con apenas 13 años de edad, José Luis Sánchez del Río se fue a la guerra. Nació y creció en el seno de una familia católica. Por eso cuando estalló la Guerra Cristera no lo pensó dos veces: se sumó al movimiento armado en defensa de la fe. Siguió los pasos de sus hermanos mayores, aun en contra de la voluntad de su madre.

Era miembro de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y le molestaba que las Fuerzas Federales que rodeaban el pueblo de Sahuayo no dejaran que se oficiara misa. 

Él nació el 28 de marzo de 1913 y desde los cinco años de edad fue devoto de Santiago Apóstol. En primer año de primaria motivó a sus compañeros de escuela para que antes de iniciar las clases se hiciera siempre una oración. No había celebración religiosa en donde Joselito no estuviera presente.

Por eso se ganó el cariño del párroco del lugar, que le encomendó –a sus 10 años de edad- la guardia nocturna del Santísimo Sacramento (una pieza de oro puro que ambicionaban los soldados apostados en la entrada de Sahuayo), el que resguardó por dos meses armado con una escopeta de chispa.

La guardia al Santísimo Sacramento la mantuvo con sus propios medios. Fue agrupando a los fieles de Sahuayo hasta comandar a 50 hombres, que mantuvieron a raya a las fuerzas federales. Después desgarró el corazón de su madre cuando le dijo que se sumaría a las fuerzas cristeras que en la zona de Jalisco comandaba el general Prudencio Mendoza.

-Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora –le dijo cuando se fue a la guerra.

Los historiadores de la causa para la canonización de José Luis Sánchez del Río, han documentado al menos 6 batallas en las que participó el Niñito Cristero. En toda su intervención en el conflicto armado se destacan actos de heroísmo y fe que motivaron a los otros cristeros a no desistir en su lucha por la permanencia de la Iglesia Católica.

Joselito fue atrapado por las fuerzas federales cuando estaba rezando un rosario en el interior del templo de Santiago Apóstol, de Sahuayo, a donde acudía cada vez que los cristeros regresaban para reagruparse y descansar. Fue preso en la sacristía de esa capilla, en donde –con la sentencia de muerte dictada- lo único que pidió fue que le dejaran ver por última vez a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Después fue desollado de los pies. Los federales lo hicieron caminar por el pueblo hasta el panteón municipal. Rezando el Padre Nuestro recorrió como prisionero las calles de Sahuayo. Fue colgado de un árbol en donde no pudo morir ahorcado. Los rezos que seguían saliendo de su corazón hicieron que fuera descolgado. Murió de un disparo en la cabeza, que sonó en el aire junto con el grito de “Viva Cristo Rey”.

Las batallas 

> Vista Hermosa

En un choque con las Fuerzas Federales, el niño caminó en medio de una lluvia de balas para levantar el cuerpo del sacerdote Rodrigo Luna, que había sido herido. 

> Atotonilco

Cuando el grupo de 11 hombres al que pertenecía quedó en medio de una emboscada, se hincó y comenzó rezar. Pidió hacerse invisible al pelotón de más de 200 soldados que los tenían en la mira bajo fuego constante. Inexplicablemente los soldados dejaron de disparar sobre ellos y comenzaron la retirada.