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El efecto termita

El valor histórico de los edificios centenarios del Centro de Monterrey es simple retórica cuando se trata de poner en práctica su reglamento de Patrimonio Histórico.

Porque cuando la iniciativa privada y las autoridades de los tres niveles descubrieron que con ellos se pueden hacer negocios, las casas centenarias quedaron en peligro de extinción.

“La última vez que las conté, eran menos de 200”, dice Armando Flores Salazar, doctor en Arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

"Estos espacios arquitectónicos tienen una capacidad documental más amplia que cualquier otro tipo de documento"
Armando Flores SalazarDoctor en Arquitectura
"Los propietarios o poseedores de bienes adscritos al patrimonio cultural están obligados a cubrir los gastos de los trabajos de restauración, conservación y consolidación que ordene la autoridad"
Artículo 13Reglamento de Patrimonio Histórico de Monterrey

El valor histórico de los edificios centenarios del Centro de Monterrey es simple retórica cuando se trata de poner en práctica su reglamento de Patrimonio Histórico.

Porque cuando la iniciativa privada y las autoridades de los tres niveles descubrieron que con ellos se pueden hacer negocios, las casas centenarias quedaron en peligro de extinción.

“La última vez que las conté, eran menos de 200”, dice Armando Flores Salazar, doctor en Arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Flores Salazar está indignado porque asegura que los empresarios adquieren estos edificios para disponer de ellos a su gusto, mientras que las autoridades se hacen de la vista gorda.

“Y para muestra están la Universidad Metropolitana y la Universidad Regiomontana. Las dos son de la iniciativa privada y por no hacer un campus, compran edificios en el Centro.

“Tampoco tienen diferencias en sus intenciones de comprar propiedades y dejar que se deterioren, para que luego por ‘seguridad’ echar abajo todo y levantar cinco pisos o siete pisos para su conveniencia”.

Es el efecto “termita”, explica el experto, los mismos empresarios dañan por dentro las vigas de los recintos centenarios para acelerar su deterioro.

De esta manera, por “seguridad” de los peatones, los derrumban por completo para construir uno nuevo, al que le pueden agregar los pisos según los permisos otorgados por las autoridades. 

Pero esta práctica es irresponsable porque los edificios centenarios son de enorme importancia para la comunidad, asegura el profesor.

Ya que se deben de conservar porque sirven como archivo y fueron testigos de la forma de vida de nuestros antepasados.

“En ellos podemos observar cómo vivía la gente, sus tradiciones y costumbres. La arquitectura es un importante archivo, incluso más que cualquier otro tipo de documento de papel. 

“Es evidencia física de nuestra historia y se la están acabando”, detalla Flores Salazar.

Responsables por omisos

Flores Salazar responsabiliza al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a Conarte del estado y al Municipio de Monterrey, de no intervenir en el cuidado de los inmuebles, aunque estén protegidos por sus reglamentos de Patrimonio Histórico.

Ya que estas dependencias también son culpables del deterioro en los edificios centenarios, dice, en las que incluso en algún momento habitaron héroes de la Revolución Mexicana, escritores, poetas y en las que sucedieron hechos históricos para el país, como la batalla contra los estadounidenses  en 1846.

Sin embargo, en la actualidad, los recintos son ocupados por universidades y negocios de diferentes actividades, además de montones de basura, demeritando así el valor histórico de las propiedades que pierden su fachada y estilo original. 

El doctor aseguró que ésta es la razón principal por la que los edificios centenarios del Barrio Antiguo, por ejemplo, lucen tan dañados y olvidados.

En evidente deterioro

En lo que va del año se han registrado dos derrumbes en edificios centenarios, uno de ellos propiedad de la Universidad Metropolitana de Monterrey, en la calle Galeana, entre 5 y 15 de Mayo.

El deterioro se refleja en otro de los inmuebles, donde se encuentra lo que ahora se le conoce como “El Ducto del Diablo”, ubicado en las calles Jesús González Ortega y Platón Sánchez.

Fue aquí que bajo el mando del General Francisco Mejía, el Ejército Mexicano fortificó su defensa en contra de los norteamericanos, el 21 de septiembre de 1846.

Pero hoy, en ese lugar sólo hay un montón de tierra, basura y maleza.

También está la casa del escritor Lázaro Garza Ayala, en la calle Abasolo 924. Y la del poeta José Hinojosa, en Morelos 842. Esta última incluso tiene un letrero con una leyenda que dice “En venta”.

Ambas residencias lucen sin cristales en las ventanas y en un evidente estado de abandono, a pesar de que el Reglamento de Patrimonio Histórico de Monterrey obliga a los propietarios a invertir en la conservación de dichos edificios por ser centenarios.

“Los propietarios o poseedores de bienes adscritos al patrimonio cultural están obligados a cubrir los gastos de los trabajos de restauración, conservación y consolidación que ordene la autoridad. 

“El Gobierno Municipal tomará por su cuenta esos trabajos cuando su propietario esté imposibilitado económicamente y sean inaplazables. 

“La Tesorería Municipal hará efectivo el importe de las obra (sic)”, se especifica en el Artículo 13, 

Pero Flores Salazar aseguró que los reglamentos de Patrimonio Histórico sólo están “de adorno”, pues ninguna autoridad los hace valer.

El experto enfatizó que en Nuevo León hace falta que se promueva más el interés por los edificios centenarios, ya que este tipo de inmuebles sirven para documentar la forma de vida de quienes habitaron la ciudad muchos años atrás.

También es importante, dijo Flores Salazar, que se vigile a la iniciativa privada para evitar que “devoren” los espacios arquitectónicos. 

“Estos espacios arquitectónicos tienen una capacidad documental más amplia que cualquier otro tipo de documento”, agregó, “por eso es importante protegerlos y mantenerlos”.

Flores Salazar dijo que, de lo contrario, el Barrio Antiguo se quedará sin el reflejo de su historia por medio de sus edificios centenarios.

Y para muestra está el Colegio de Especialidades Jurídicas, sobre la calle Padre Raymundo Jardón 855, y en donde una vez vivió el General Joaquín de Arredondo.

A este inmueble, aunque cuenta con una placa que lo identifica como edificio centenario, pareciera como si la historia no le hubiera pasado encima, pues la iniciativa privada se apropió de él.

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