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El día después (de la elección)

Estamos en jornada electoral y la pregunta es casi taladrante: ¿Por quién vas a votar? Análisis “clasemedieros” y “feisbuqueros” hay en todas partes. 

Entre Ivonne, Jaime y Felipe se disputa una de las contiendas con mayor incertidumbre, quizá porque esta generación que va a votar es la primera que cuestiona a los gobiernos locales en turno, quizá el desencanto, quizá el uso de redes sociales. Lo cierto es que es la primera diferente, con otras variables a considerar. 

Estamos en jornada electoral y la pregunta es casi taladrante: ¿Por quién vas a votar? Análisis “clasemedieros” y “feisbuqueros” hay en todas partes. 

Entre Ivonne, Jaime y Felipe se disputa una de las contiendas con mayor incertidumbre, quizá porque esta generación que va a votar es la primera que cuestiona a los gobiernos locales en turno, quizá el desencanto, quizá el uso de redes sociales. Lo cierto es que es la primera diferente, con otras variables a considerar. 

Algo llama mi atención. Los tres punteros (una disculpa de espíritu democrático por no mencionar al resto) apelan al “Nuevo León –pon el nombre de cualquier estado- que queremos”. 

Mi pregunta es si nosotros, en realidad, sabemos o tenemos un mínimo común acuerdo como sociedad si lo que ellos quieren es lo mismo que nosotros queremos. Parece que estoy cantinfleando, pero no. 

Vamos por partes. La primera es que solemos caer en subjetividades de las campañas. 

Así como todas las “miss universo” desean la paz del mundo, todos prometen lo que deseamos desde lo más profundo del corazón: no robos, no corrupción, no tráfico de influencias, por ejemplo. 

No hay nada que lastime más al país que esta clase política indolente ante nuestras exigencias y demandas. Y, ¿realmente estamos de acuerdo en eso?

La segunda. Cuando la realidad real nos alcanza, entonces, eso que deseamos pierde fuerza. Nos volvemos flexibles y tolerantes e, incluso, condescendientes. Y la traducción que hacemos como mexicanos es la filosofía de los diminutivos: “tantito veneno no mata”, “robo, pero poquito” –ésta es aportación de un alcalde conocido-, “qué tanto es tantito”. Ahí, ya no estamos de acuerdo. 

Tercera parte. Cuando la contradicción nos toma descuidados, entonces, no cuadra lo que exigimos cada tres o seis años según sea el caso. 

A veces siento que por eso también no se nos toma tan en serio. Porque descuidamos nuestro changarro con las facultades jurídicas, que la constitución nos confiere como las morales y culturales. 

En pocas palabras, cedemos nuestro poder a quienes supuestamente nos representan. 

Y, así como ellos no se vuelven a parar en donde hicieron promesas de eso que supuestamente “queremos”, nosotros también, para los aciertos y desaciertos, los dejamos solos con una carga que, efectivamente, tienen de forma legal que cumplir. 

Pero que sigue siendo nuestra obligación darle continuidad, observar, vigilar y me atrevo a decir que colaborar. Porque también en eso padecemos del delirio “hago que la virgen me habla”. 

Estas problemáticas tan graves no se van a resolver porque llega tal o cual candidato –pon el nombre que más te guste-. 

Estamos en esa búsqueda necesaria de entender cómo se hace tangible ese algo que queremos, pero que hasta el momento pocos quieren poner de su parte para que suceda. 

Porque aunque esta sociedad se desviva en “likes” y “RTs”, eso sólo cambia la percepción, pero no aporta para la transformación de fondo. 

Somos sociedad, serlo significa ser socios. Y en sociedad, tenemos que afrontar lo que sigue. Dar continuidad a lo que merece la continuidad, exigirla es reconocer que también se han hecho cosas valiosas. 

Así como dar borrón y cuenta nueva a lo que no queremos. Si es así, esta crisis que estamos viviendo tiene que creativamente cambiar. Al final, el rumbo no es como nos dicen en las campañas. 

No depende del día de la elección, depende del día después de la elección, en donde se necesitan esos ciudadanos para saber que queremos lo que queremos.

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