No hay imagen disponible

Hogar, dulce (y renovado) hogar

Ese día no le quedó más opción que pedir prestadas dos latas de atún.

Gloria Méndez sabía que si no lo hacía, su hijo Chuy de 15 años y ella no tendrían qué comer esa semana.

Su situación era igual a la de millones de mexicanos que viven al día. Y mientras en las noticias se hablaba de desaceleraciones, depreciaciones y falta de inversión, Gloria lo vivía en carne propia: en su cartera.

Ese mismo día, la despensa de la Estancia Infantil Coahuila en Saltillo, estaba bien surtida. 

"A mí nadie me había dado nada"
Gloria Méndez

Ese día no le quedó más opción que pedir prestadas dos latas de atún.

Gloria Méndez sabía que si no lo hacía, su hijo Chuy de 15 años y ella no tendrían qué comer esa semana.

Su situación era igual a la de millones de mexicanos que viven al día. Y mientras en las noticias se hablaba de desaceleraciones, depreciaciones y falta de inversión, Gloria lo vivía en carne propia: en su cartera.

Ese mismo día, la despensa de la Estancia Infantil Coahuila en Saltillo, estaba bien surtida. 

Ahí, Gloria trabajaba como ayudante general. Hacía de todo. Asistía a los niños, participaba en la limpieza y en lo que hiciera falta. Era buena en su trabajo, por eso se animó a pedir las latas de atún.

La extraña petición llegó a oídos de la directora del centro infantil, ella sabía que Gloria y su hijo no la estaban pasando bien. 

Quiso hacer algo por Gloria y le llamó a otras directoras de estancias para organizar algo por su compañera de trabajo.

Varias funcionarias y funcionarios del DIF Saltillo se reunieron y se preguntaron: ¿en qué situación estaría Gloria para pedir prestadas dos latas de atún? ¿La cosa no pintaba bien.

Sin embargo, evitaron hacer lo que muchos esperarían de un funcionario público: sacar dinero de las arcas municipales para hacer una “buena” obra.

No esperaron a que se asignara alguna “partida” especial o a integrarla a algún programa de beneficencia. 

No había tiempo qué perder. Echaron manos a la obra y se decidieron a ayudarla mediante sus propios medios. Les llamaron a compañeros, contactos y amigos para intentar cambiarle la vida a una mexicana necesitada.

Fijaron la fecha para el 11 de diciembre, el día que a Gloria le cambió la vida.

El ‘makeover’

Gloria Méndez vive en la calle 24 de la colonia Lomas de Zapalinamé, al oriente de la capital coahuilense.

En esa zona los problemas son comunes; inseguridad, asentamientos irregulares, desabasto de luz y agua son noticias de todos los días.

Aunado a eso, la casa de Gloria está en una calle sin pavimentar. Su hogar es un cuarto de 3.40 por 4.20 metros y ahí en ese reducido espacio vive con su hijo Chuy, quien estudia la secundaria por la tarde.

Hasta ese lugar llegaron un día los compañeros de trabajo de Gloria para tomar nota de lo que necesitarían.

El plan era riesgoso. Juntos decidieron hacer una intervención al estilo “Extreme Makeover”, un popular programa de televisión en el que en un día renuevan un hogar mientras el protagonista sale de su casa.

El chiste es sorprenderlo y que no se entere hasta al final del día. Gloria trabajaba de 7 a 6 de la tarde. Tenían pocas horas.

Lo siguiente era conseguir un “cómplice” que les ayudara, y Chuy era el candidato ideal.

Hecha la conspiración, se llegó el día de hacer el “makeover”.

Esa 11 de diciembre por la mañana Gloria salió a trabajar al DIF. A los pocos minutos Chuy recibió a los voluntarios que querían sorprender a su madre.

Cuando llegaron todos pudieron ver las condiciones en las que vivía la familia.

El techo del pequeño cuarto casi se estaba cayendo, había humedad por todos lados.

Madre e hijo dormían en una cama individual, no tenían comedor ni refrigerador. Comían en una silla, con el plato en el regazo.

Estaban además “colgados” de un poste de la CFE y no estaban conectados al drenaje de la ciudad.

Desde temprano Chuy vio desfilar a un ejército de personas que comenzaron a llevar todo tipo de cosas.

Chuy se inquietó, comenzaron a sacar las pertenencias de su madre; ropa, muebles, sábanas. “Me va a matar mi mamá”, alcanzó a decir, nervioso.

Pronto se tranquilizó cuando comenzó a llegar lo que sus amigos habían conseguido.

Frente a él vio desempacar cortinas, sábanas, toallas y hasta ropa nueva.

Mientras eso sucedía, un contratista puso a su equipo a conectar el drenaje y la luz del que ya tenían contrato. El techo lo impermeabilizaron, lo pintaron y resolvieron los añejos problemas de humedad.

Llegaron también un comedor nuevo, un refrigerador y dos camas. Chuy tendría donde dormir “a pierna suelta”.

Pasaban las horas y los voluntarios poco a poco cambiaban el rostro del hogar de los Méndez.

La casa había quedado irreconocible.

Llega la sorpresa

Eran cerca de las 7 de la tarde cuando Gloria terminó su jornada de trabajo en la estancia infantil.

Ese día fue diferente, un amigo del trabajo se ofreció a darle “raid” hasta la puerta de su casa.

La empleada del DIF agradeció el gesto y se “dejó querer”.

Al acercarse a su casa observó un movimiento inusual afuera de su puerta. Se puso nerviosa, pensó que algo malo había sucedido.

Se bajó del carro y ya la estaban esperando. Reconoció algunos rostros de sus compañeros. 

No se imaginaba lo que estaba por suceder. Caminó unos pasos y le abrieron la puerta.

“Esta es tu casa nueva”, dijo la coordinadora de Estancias al mostrarle el renovado espacio.

“Y todavía te falta más, Chuy fue nuestro cómplice y lo hicimos con mucho cariño”.

Gloria no alcanzaba a dar crédito a lo que veía. 

Ahí frente a sus compañeros de trabajo, su hijo y sus cosas nuevas, no encontraba las palabras.

“A mí nadie me había dado nada”, alcanzó a decir y se puso a llorar.

Esa noche Gloria apagó la luz y durmió como hace muchos años no lo hacía, en una cama solo para ella.

Ya no necesitó las latas de atún. Ese día su despensa amaneció totalmente llena.