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¿Existen las culpas absolutas?

Resulta muy sencillo culpar a Estados Unidos de la mayoría de nuestros males. ¿Acaso Lyndon Johnson, ese despreciable sujeto de origen tejano, solo comparable con George Walker Bush, su paisano, otro genocida, son responsables de la catástrofe educativa mexicana? 

¿Acaso a James K. Polk, ese malvado rufián que le robó a México más de la mitad de su territorio, se le puede acusar de que a mediados del siglo 19 existieran en nuestro país seis millones de indígenas y mestizos analfabetos, es decir, más del 90 por ciento de la población? ¿Polk, el mendaz, tiene la culpa? 

Resulta muy sencillo culpar a Estados Unidos de la mayoría de nuestros males. ¿Acaso Lyndon Johnson, ese despreciable sujeto de origen tejano, solo comparable con George Walker Bush, su paisano, otro genocida, son responsables de la catástrofe educativa mexicana? 

¿Acaso a James K. Polk, ese malvado rufián que le robó a México más de la mitad de su territorio, se le puede acusar de que a mediados del siglo 19 existieran en nuestro país seis millones de indígenas y mestizos analfabetos, es decir, más del 90 por ciento de la población? ¿Polk, el mendaz, tiene la culpa? 

¿Acaso podemos señalar con un dedo índice flamígero a Franklin Roosevelt como el autor intelectual de la “Dictadura Perfecta” fundada aviesamente por Lázaro Cárdenas, el gran destructor de la economía mexicana del siglo 20? 

Ya, ya sé, ¿podemos formular cargos contra John Kennedy porque en 1950 éramos 20 millones de mexicanos y tan solo 60 años después sextuplicamos la población para llegar casi a 120 millones de compatriotas, de los cales la mitad se encuentra sepultada en la miseria? ¿Debemos sentar a Kennedy en el banquillo de los acusados por la explosión demográfica que devoró las esperanzas de México como una pavorosa marabunta? 

¿Cómo querellarnos contra Clinton por la existencia de 60 por ciento de personas que viven como parásitos en la informalidad sin pagar impuestos ni cooperar al financiamiento del gasto público? ¿A Obama lo vamos a citar para que comparezca ante la justicia por la corrupción que devora a México por los cuatro costados?

Me hacía las anteriores reflexiones cuando caí en cuenta de otro fenómeno similar en una latitud diferente. ¿Israel es el verdadero enemigo a vencer de los árabes? ¿Sí…? ¿Los niños que mueren de hambre en Yemen, la ausencia de instituciones democráticas en el mundo árabe, el analfabetismo, los coches bomba que estallan por doquier en Iraq, el conjunto de atrocidades domésticas, son responsabilidad de Israel? 

La escandalosa corrupción que se padece también en esos países, los paupérrimos niveles educativos, los deprimentes y no menos alarmantes servicios sanitarios, los decadentes sistemas de impartición de justicia, la ausencia de libertades, la presencia de dictaduras en las que prevalece la inexistencia del más elemental estado de Derecho, la falta de respeto ante la vida humana, la presencia de dictadores trogloditas como Yasir Arafat, Alí de Jordania, Abdulá Saleh, de Yemen, Hosni Mubarak, Muamar Gadafi, Bachar el Asad o su hijo, Hamad bin Isa al Jalifa y sus inicuas fortunas depositadas en bancos extranjeros, sus ostentosas inversiones fuera de sus países, todo este escenario fétido, es culpa de Israel, Estado democrático con el que han tenido entabladas guerras interminables que aprovechan los tiranos árabes para purgar a sus países de cualquier germen de oposición? Los sangrientos ataques que estos siniestros carniceros organizan contra su propia gente, ¿también son responsabilidad de Israel?

No creo en las culpas absolutas. Es obvio que Israel no puede ser exonerado de varias acusaciones, pero me parece elemental como ejercicio de autocrítica saber distinguir entre las responsabilidades propias y las ajenas, porque hasta donde yo sé resulta imposible resolver un problema si ni siquiera se reconoce su existencia…

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