El fracaso de Fausto

Cuando ganó las elecciones estatales de noviembre del 2011, Fausto Vallejo Figueroa se apuntaba para ser el mejor gobernador de Michoacán.

Venía de una elección en donde había derrotado al propio presidente de la República, el panista Felipe Calderón que apoyó irrestrictamente a su hermana Luisa María, candidata del PAN a la gubernatura.

Contaba, además, con el apoyo del entonces candidato del PRI a la presidencia, Enrique Peña Nieto y, sobre todo, tenía el apoyo de más del 70 por ciento de los michoacanos. Ningún gobernador del estado había llegado con tan buenos augurios.

En un discurso a la vieja usanza del PR, Fausto Vallejo Figueroa recurrió al librito rojo de la política: dió una interminable danza de números

Cuando ganó las elecciones estatales de noviembre del 2011, Fausto Vallejo Figueroa se apuntaba para ser el mejor gobernador de Michoacán.

Venía de una elección en donde había derrotado al propio presidente de la República, el panista Felipe Calderón que apoyó irrestrictamente a su hermana Luisa María, candidata del PAN a la gubernatura.

Contaba, además, con el apoyo del entonces candidato del PRI a la presidencia, Enrique Peña Nieto y, sobre todo, tenía el apoyo de más del 70 por ciento de los michoacanos. Ningún gobernador del estado había llegado con tan buenos augurios.

Vallejo Figueroa asumió el mando del gobierno con el reclamo generalizado de la sociedad, que pedía una revisión a fondo de las finanzas estatales, tras el saqueo en la administración de Leonel Godoy. 

En plena campaña, se había comprometido a una reforma estructural de la administración y a un manejo austero y eficiente de los recursos. Expuso a la luz pública desvíos de 35 mil millones de pesos, atribuidos al gobierno de Godoy. Pero, de repente, todo se tornó oscuro. 

Fausto Vallejo Figueroa comenzó a tocar la realidad. Saltó a la escena pública  su cuestionado estado de salud, que se evidenciaba cada vez más en el deterioro físico. 

Los actores políticos comenzaron a cuestionar su honestidad. 

Salió a la luz que había mentido al electorado a quienes, en campaña, siempre les dijo que estaba “pleno de salud”. 

A solo diez días de su mandato, surgió el grupo de autodefensas de Michoacán como respuesta al abandono de las políticas de trabajo a favor de la gente del interior del estado. El reclamo contra Vallejo Figueroa fue que solo gobernaba para sus amigos y para algunos sectores de la sociedad de Morelia. 

El paraíso se convirtió en infierno

En plena irrupción de los grupos de civiles armados -que justificaron su presencia ante la pasividad del gobierno estatal para someter al crimen organizado- Vallejo Figueroa solicitó una licencia.

El 18 de abril del 2013, el gobernador –a quien también se le relacionó con el crimen organizado- pidió ausentarse del cargo “por motivos de salud”. 

Fue autorizado a retirarse y amplió su ausencia. 

El 18 de julio de ese mismo año, presentó una segunda licencia para mantenerse alejado de la gubernatura. Al frente de la administración estatal fue instituido como interino el que era el secretario de Gobierno, Jesús Reyna García.

La incapacidad para encarar los retos de Michoacán fue evidente. 

Por un lado, un gobernador enfermo que quería hacer política desde el hospital, por otro, un gobernador interino sin atribuciones para remover a los amigos del hospitalizado. 

La violencia entró en una escala que obligó al gobernador con licencia a retornar a su puesto, pese a que no estaba en plenas condiciones de trabajo, luego de la operación de trasplante de hígado a la que fue sometido. 

Así, Fausto Vallejo Figueroa regresó y convulsionó al estado. 

Fue recibido con atentados a las instalaciones eléctricas de 19 municipios de Michoacán por parte del crimen organizado, a finales de septiembre del 2013. Él siempre minimizó la violencia generalizada en Michoacán.

Los atentados y las ejecuciones aumentaron. 

Los grupos de autodefensa se posicionaron de la entidad y encararon su propia lucha contra los miembros del cártel de Los Caballeros Templarios. 

El gobierno de Vallejo Figueroa solo observó las confrontaciones que se comenzaron a dar a plena luz del día en cualquier punto de la entidad. Al Gobierno Federal no le quedó otra opción que desplazar al estatal y asumir el control de la seguridad de Michoacán.

Se designó entonces al abogado Alfredo Castillo Cervantes como Comisionado para la Paz de la entidad. El nombramiento, desplazó al gobernador a un plano secundario dentro de la administración de Michoacán.

Con todo el respaldo de la Federación

Ayer, al leer el mensaje político con motivo de su Segundo Informe de Gobierno, el gobernador Fausto Vallejo Figueroa mostró el músculo político.

 “Me quedo”, dijo, para acallar los rumores que auguraban la presentación de la renuncia definitiva al cargo, por incapacidad.

En un discurso a la vieja usanza del PR, Vallejo Figueroa recurrió al librito rojo de la política: distrajo a la aburrida concurrencia con una interminable danza de cifras. 

Hizo un discurso político, no para informar ni para afianzar su posición, sino para ganar titulares en la presa de la entidad. 

Le puso a la lectura su toque personal. Presumió el apoyo de Televisa con la instalación de un CRIT, pero no le dijo a los michoacanos lo que sustrajo de las arcas para entregárselo a la empresa a cambio de ese favor.

El gobernador de Michoacán recalcó –para confrontar cifras con la inversión federal realizada en los últimos días- que durante sus dos años de gestión, se ha invertido un aproximado de 56 mil millones de pesos.  

Dichos fondos, recalcó, han sido invertidos en varios programas sociales, entre ellos 235 programas de inversión que pretenden el combate a la pobreza en la entidad.

Antes de su discurso, el gobernador ya había dicho ante los diputados del Congreso local que en los próximos días iniciará al poder legislativo una serie de propuestas de reformas a la Constitución local, que vengan a empatar con el desarrollo de la política del presidente Enrique Peña Nieto. 

Como epílogo de su mandato -al que le restan 18 meses de trabajo- instruyó a sus colaboradores a que se quiten la corbata y se arremanguen la camisa para atender las demandas de la gente más necesitada.

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