Cerati. El encuentro con su música y su último concierto en el Auditorio

La primera vez que escuché a Gustavo Cerati fue a los 11 años. Mi amigo de toda la vida y compañero de salón de sexto grado de primaria, Gus, puso a sonar en la grabadora Phillips el recién lanzado “Siempre es hoy”.

Recuerdo ese momento como si fuera ayer, escuchar “Cosas imposibles”, canción con la que abría el disco, cambió el rumbo de mi vida para siempre. El beat inicial, ese golpe arítmico que poco a poco se va acomodando, llegó a mis oídos y retumbó en mi cabeza.

La primera vez que escuché a Gustavo Cerati fue a los 11 años. Mi amigo de toda la vida y compañero de salón de sexto grado de primaria, Gus, puso a sonar en la grabadora Phillips el recién lanzado “Siempre es hoy”.

Recuerdo ese momento como si fuera ayer, escuchar “Cosas imposibles”, canción con la que abría el disco, cambió el rumbo de mi vida para siempre. El beat inicial, ese golpe arítmico que poco a poco se va acomodando, llegó a mis oídos y retumbó en mi cabeza.

Estábamos en medio de un convivio en el salón, a punto de salir de vacaciones de fin de año. Todos los niños de clase no les parecía muy simpática la voz de Cerati, no lo comprendían, quizá. El deseo de las niñas era bailar y el de los niños, imitar sonidos de rap o del naciente reggaeton que ya empezaba a ser la ‘moda’.

La canción nos atrapó tanto, que cada que Gus y yo coincidíamos, no parábamos de escucharla, de cantarla: “Siempre es hoy…ya es parte de mi ser…”. Así el láser recorrió al disco unos cientos de veces hasta que la grabadora colapsó.

Desde ahí, comenzó una etapa de descubrimiento musical del que no me canso, aún a mis 26, de repetir y repetir, captar los detalles mínimos de cada melodía, cada coro.

Escuché el “Amor Amarillo”, su primer álbum solista, y “Bocanada”, el segundo. Me sorprendía cada vez más, hasta que un día me pregunté, ¿de dónde vino, de dónde salió este rockstar? Y el internet lento de la línea telefónica, me llevó a un blog donde decía que era el vocalista de Soda Stereo.

Otro gran descubrimiento del que disfruté aún más. Mi primer acercamiento con Soda fue a través del “Canción Animal”, disco publicado unos meses antes de que yo naciera. Considerado por mí y por varios soderos, el mejor disco de rock que habría dado la música latinoamericana.

Después de una erudita documentación en la música de Cerati y Soda, de escuchar a sus influencias, como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Vox Dei y hasta David Bowie, llegó la oportunidad esperada: el rockstar argentino se presentaría en mayo en el Vive Latino 2007.

La oportunidad de verlo por primera vez no fue desaprovechada. De nuevo, mi amigo Gus, acompañante en esta aventura. El disco “Ahí Vamos” fue previamente escuchado por nosotros, como parte de la gira, Cerati cantaría varios temas, pero nos sorprendió…una vez más.

El momento había llegado. La primera vez que estaríamos ante su guitarra, su voz, sus chinos. Todo era silencio en el escenario central del Foro Sol, de pronto, luces azules iluminaron el escenario y música electrónica se mezcló con el baile de los presentes.

No lográbamos descifrar la canción que comenzaba a extenderse sin ver rastros de Cerati. La impaciencia crecía cada vez más. Después de dos o tres minutos de ritmos e impaciencia, apareció la silueta ceratiana, justo como lo imaginamos, guitarra a la cintura, cabello esponjado.

Los primeros acordes que arrojó su instrumento nos llevaron a reconocer aquella canción: “Artefacto”, del “Siempre es hoy”. ¡Vaya!, pensamos que era un regalo para nosotros, un premio a la espera. Una canción del disco con el que lo conocimos.

Así transcurrió ese concierto, canciones nuevas, viejas y, por supuesto, de Soda Stereo, como la insuperable “Té para tres” en su versión acústica.

El rockstar se fue, pero volvió en noviembre con un musculoso Soda Stereo que dejó boquiabiertos a los mexicanos en la gira del reencuentro Me Verás Volver. “Un millón de años luz”, una canción que jamás pensé escuchar en vivo, exclusiva para México. Volvió a hacer magia.

 

Su último concierto en la Ciudad de México

La noche del 25 de noviembre del 2009 teníamos una cita de nuevo con él, en el Auditorio Nacional. Todo pintaba para ser una noche única. Gus, nuestras novias, también seguidoras de Cerati, y yo, nos presentamos impuntuales por segundos al recital.

Durante el camino, los cuatro apostamos una cerveza al que atinara cuál sería la canción con la que se abriría ese concierto. El ganador fue Gus; “Fuerza Natural” fue la elegida por Cerati.

Como el músico ya lo había declarado en entrevistas recientes, tocaría completo su último disco (Fuerza Natural) y después recorrería temas de otros, sin descartar los siempre bien recibidos recuerdos de Soda.

Y así ocurrió. Todas las canciones del disco nuevo se escucharon a la perfección, acompañadas de los solos de guitarra del ídolo que llevaba un atuendo negro y una máscara con vivos brillantes. Parecía que había una conciencia negra dentro de sus interpretaciones, quizá era la muerte que rondaba al músico que fumaba cerca de dos cajetillas de cigarros al día, tomaba café en exceso y quizá otras sustancias que también vertía en su organismo.

Terminaron las canciones del Fuerza Natural y desapareció del escenario. Contrastando a la oscuridad del inicio, ahora vestía de blanco; fue como un presunción de burlar el maniqueísmo, de ir del negro al blanco, del cielo al infierno, de lo bueno a lo malo, de un momento a otro.

Tomó su guitarra y dedicó a Mercedes Sosa, quien había fallecido casi dos meses antes, “Zona de Promesas”. Tras ese regalo emotivo para Sosa y para el público del Auditorio, siguió con canciones que en mi vida pensé escuchar en vivo. Una de ellas “Pulsar” del Amor Amarillo y “Paseo inmoral” de Bocanada.

Al salir, una vibra extraña se percibía. Nadie podía interpretar de qué se trataba. Mi primer conjetura después de ver ese concierto, sin saber que sería la última vez que vería a Cerati, fue que ojalá pudiese regalarnos un disco más, pero que en realidad ya todo lo había hecho: discos increíbles con Soda o recorrer los ritmos de los andes, electrónico, rock, pop, música clásica y samba, como solista.

 

La mala noticia

Era una tarde de mayo de 2010, estaba en mi auto, esperando a mi novia para salir. De pronto, en la radio la locutora informó que Gustavo Cerati se había desvanecido después de dar un concierto en Caracas, que todo apuntaba a que había sufrido un derrame cerebral.

La noticia fue impactante, . Pensé que sería fuerte, que podría salir de esa mala pasada. Mi novia abrió la puerta, y le dije lo que acababan de decir. “Se nos van los buenos”, dijo, como un sentencia de muerte que cobró factura cuatro años después.

El día de su muerte, amigos nos llamamos por teléfono para dar el pésame como si Cerati fuese nuestro amigo, reconocimos que fue la influencia de miles de bandas de rock que se atrevieron a empezar a tocar, por el más trillado de sus covers “De música ligera”, por facilidad o por memoria colectiva, pero será un gran referente de la música latina e incluso interncional.

Que si se le extraña…no lo sé. Su legado musical es tan vasto y variado, pienso que nos lo dejó todo. ¡Feliz cumpleaños 58, Gustavo Cerati!

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