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‘La Corcholata’ en su papel de diputada

Con pasos difíciles por sus pies hinchados, siempre del brazo de su sobrino y de su hermano, ayer la actriz Carmen Salinas, “La Corcholata”, pisó por primera vez el Palacio Legislativo de San Lázaro como diputada electa del PRI.

Enfundada en un traje sastre color durazno, con un peinado de salón que mantenía a raya su pelo quebrado y usando un par de zapatos bicolores, Carmen Salinas llegó antes de las 10:00 horas a registrarse como diputada federal.

Llegó hasta ahí porque la pusieron, según su propio testimonio, para interpretar un “personaje padrísimo”.

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Con pasos difíciles por sus pies hinchados, siempre del brazo de su sobrino y de su hermano, ayer la actriz Carmen Salinas, “La Corcholata”, pisó por primera vez el Palacio Legislativo de San Lázaro como diputada electa del PRI.

Enfundada en un traje sastre color durazno, con un peinado de salón que mantenía a raya su pelo quebrado y usando un par de zapatos bicolores, Carmen Salinas llegó antes de las 10:00 horas a registrarse como diputada federal.

Llegó hasta ahí porque la pusieron, según su propio testimonio, para interpretar un “personaje padrísimo”.

En su cara se notaba el desconcierto. En un sillón de piel colocado afuera del salón donde a los nuevos diputados se les tomaba la fotografía oficial y el registro de sus huellas digitales, Carmen esperaba su turno mientras volteaba, impaciente, a ver lo que ocurría a su alrededor.

Sacó dos celulares de un gastado bolso de la marca Purificación García y se los dio a Gustavo Briones, su sobrino, secretario particular y fiel escudero, quien la acompaña a todos lados como una sombra.

Se retocó los labios antes de pasar a tomarse la fotografía. Detrás de ella, otra diputada electa era peinada por las estilistas que la Cámara de Diputados colocó exprofeso en el lugar para peinar y maquillar a las y los legisladores que lo quisieran.

Cuando estuvo lista, la cara de Carmen fue ceremoniosa, como en una confesión. Con mucha atención, escuchó a todo el personal de la Cámara de Diputados que le dio instrucciones.

“Todo esto es nuevo para mí, es muy nuevo”, decía con sus ojos bien abiertos.

Los reporteros pidieron unas palabras. Ella se acercó y habló de su intención de apoyar a los actores con servicios de salud. El personal de la Cámara baja se acercó para pedirle que no diera entrevistas, sino hasta el final del registro. Ella respondió enérgica, viendo de reojo a su interlocutor.

“Ahí voy, ahí voy. Estoy atendiendo a los muchachos”, contestó.

Dos minutos después, Carmen Salinas entraba al salón donde se le tomó la fotografía, la huella digital y el registro de su firma.

Pasó después al Salón de Sesiones. Se sentó en una de las curules designadas donde se le enseñó cómo pasar asistencia, votar a favor o en contra, activar el monitor, leer la Gaceta Parlamentaria y prender el micrófono.

“¿Le impone el Salón de Sesiones?”, se le cuestionó.

“Claro que impone, es muy hermoso”, dijo.

Pasó después a la parte final del registro, donde recibió un pin con el logotipo de la Cámara de Diputados y un portafolio donde se le entregó la documentación sobre seguro médico, de vida, su tarjeta IAVE para viajar en carretera y otros documentos de bienvenida al Congreso de la Unión.

Al terminar los trámites y después de participar en una conferencia de prensa del coordinador de la bancada del PRI, César Camacho, Carmen Salinas habló sobre sus planes en el Congreso.

En una dualidad entre sus intenciones y el desconocimiento de los temas políticos y económicos sobre los que se le cuestionó, la actriz sabe que tendrá que aprender el lenguaje de quienes ahora serán sus colegas.

Afirmó que le gustaría presidir la Comisión de Cultura y Cinematografía.

“Yo manejo muy bien la cultura popular de este país, de donde yo vengo, de la gente del pueblo”, resaltó.

Ahora tendrá que hablar como mujer de la política y acostumbrarse a vivir un poco más “modestamente”, pues afirmó que ganará menos dinero de lo que percibía como actriz.

“Yo ni sé cuánto voy a ganar, hija, en serio, yo ni he preguntado”.

“Como 75 (mil pesos) al mes, mínimo”, se le respondió.

“¡No juegues! Voy a ganar menos de lo que gano como actriz, ¡no! Si a mí me dicen ‘afloja’ (para bajarse el sueldo), yo aflojo”, aseguró, entre risas.

Volteando los ojos hacia arriba, con sarcasmo, “La Corcholata” confesó que cambió del show del espectáculo al show de la política porque no le quedó de otra.

“Porque me metieron en esto, hijita, en serio yo no quería. ‘No, que vas a ver, es un personaje que vas a aventarte ahí padrísimo, vas a ganar todos los premios’. Y pus…”, comentó Salinas.

Carmen Salinas es considerada una de las actrices de raíces más populares del país.

Su origen humilde, con una infancia marcada por un padre que la abandonó a ella y a sus siete hermanos, y su madre que tenía que vender palomitas para mantenerlos a todos, la ha conectado con las personas más pobres y sus personajes representan a gente de escasos recursos que viven en los barrios más populares de la Ciudad de México.

Ahora, su vida ha cambiado radicalmente. Narró que su casa la compró hace 50 años con lo que ganó de un billete de lotería que le regalaron, y que ahora está embargada por un juicio laboral.

Reconoció que en Televisa le pagan bien a sus empleados y sí regalan casas a sus actores protagónicos, como ocurrió con Angélica Rivera, la hoy primera dama.

“¿Es cierto que en Televisa se gana muy bien?”, se le preguntó.

“Sí, sí nos pagan muy bien (…) Mi casa es blanca, la pinté de blanco”, bromeó.

“Y a mitad de la Legislatura, por allá en el 2017, ¿no la veremos con una residencia en Las Lomas?”, se le cuestionó.

“¡Ay, no seas payasa!”, se burló, “Pues a menos que me la regale Televisa”, ironizó.

“Pero en Televisa, ¿no le van a dar una?”, se le insistió.

“¡No, qué me van a andar dando! ¡Bombo! Les dan a las primeras figuras, a las protagonistas. En serio. No saben de veras la casa que le dieron a Edith González, a (Fernando) Colunga, la casa que le dieron. Yo no soy protagónica, yo nada más soy de apoyo ahí para los chamacos”, apuntó.

Antes de convertirse en diputada, relató, puso en pausa su contrato de exclusividad con la empresa televisora, porque se le hacía “mala onda” cobrar en los dos lugares.

Con ella, aseguró, estará representado el pueblo en la Cámara de Diputados.

“Todos conmigo, repadre. Cuando voy a echarme mis tacos ahí al (mercado) Martínez de la Torre, a (la taquería) ‘La Corcholata’, me dicen: ‘Órale jefa, la vamos a apoyar, apóyenos usted a nosotros’. Y hay que estar con ellos, hijos. De ahí vengo, hija”, comentó.

Aunque dice no conocer muchas cosas de política, “La Corcholata” sí tiene una certeza:

“En todos los partidos hay buenos y malos. No podemos generalizar que todos sean malandrines”.

Al terminar con todos los trámites de su registro, Carmen Salinas se abrazó y fotografió con varias personas, trabajadores de la Cámara de Diputados o visitantes, que le pidieron una foto “pa’l feis”.

Lo hizo también con Carolina Monroy, quien será su compañera de bancada y se estrenó hace unos días como secretaria general del PRI.

Con abrazos y felicitaciones se despidió también de César Camacho, su líder parlamentario y quien la invitó a formar parte de la LXIII Legislatura.

“Aquí nos vemos el sábado, para la toma de protesta”, le advirtió.

A paso lento, del brazo de su hermano Jesús y su sobrino Gustavo, bajó hasta el sótano donde la esperaba su vehículo Lincoln, con un valor de más de 500 mil pesos.

“¿Ya le dieron su oficina?”, se le inquirió.

“¿A poco nos van a dar oficina? No sabía. ¿Y si no me dan? Pues me bajo a trabajar con ustedes, con los reporteros”, apuntó, entre risas.

“La Corcholata” subió a su vehículo y prometió trabajar en todas las sesiones de la Cámara Baja.

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