Galletas Marías, Coca-Cola y una noche en velo

Los habitantes de La Conchita se preguntan preocupados "¿qué va a pasar con nuestra gente cuando dejemos de ser noticia?"

La visita de sus suegros y de sus primos fue casi tan inesperada como el temblor. Los familiares de José Cruz y de su esposa Arseida Martínez arribaron a La Conchita sólo para convertirse en voluntarios y ser testigos del desastre natural al que sobrevivieron sus parientes.

“Afortunadamente todos logramos abandonar nuestro hogar mientras veíamos cómo se derrumbaban las paredes y el techo de la casa que nos tomó construir aproximadamente cinco años; tal vez más”, confiesa Pepe mientras señala una grieta que se formó en el piso y que se encargó de levantar el concreto y de partir la casa en dos.

Una vez a salvo tomaron la decisión de no abandonar la zona de desastre y quedarse a proteger los bienes que quedaron entre los escombros para evitar que se los robaran.

El sismo provocó que todo el barrio se quedará sin luz en un instante. Por suerte Pepe logró salvaguardar un par de alimentos para poder alimentar a sus hijos en lo que esperaban a que llegara la ayuda.  

Al caer la noche, la familia Cruz compuesta por seis integrantes, se encontró rodeada de una oscuridad abismal. Se acomodaron muy pegados entre ellos para concentrar un poco de calor y esperaron los primeros rayos de luz del amanecer para poder seguir removiendo escombros todos juntos.

“La primera noche fue la más difícil. No teníamos nada que comer más que un paquete de galletas Marías y una Coca-Cola. Decidimos dárselas a los niños para que no se quedaran sin comer. Aquella noche nadie durmió; todos nos encontrabamos en estado de shock”, relata Arseida.

Durante los primeros días después del temblor los habitantes de La Conchita tuvieron prohibido usar fuego. El terremoto provocó que muchos tanques de gas se dañaran y temían que la más mínima chispa pudiera rematar lo que ya era una tragedia con una explosión.

Desde entonces la familia Cruz ha recibido muchos víveres, en especial tortas y algunas latas de comida como atún o sardinas.

“Estamos muy agradecidos por la ayuda que nos han brindando. Sin embargo la última caja de tortas que recibimos decidimos donarla a otras personas más necesitadas que nosotros. La verdad es que no estamos acostumbrados a comer tanto pan ni enlatados y tememos que nos vayan a hacer daño.

Las familias que vivimos en la zona chinampera somos los últimos que hemos recibido víveres y algunas de las cosas que nos llegan ya están podridas.

Nuestra dieta es mucho más sencilla. Comemos las verduras que cosechamos, frijoles, tortilla, salsas, caldos y a veces algo de pollo.

Con eso estamos bien, no necesitamos nada más” pronuncian casi al unísono Pepe y Arseida mientras lanzan una pregunta que se queda flotando en la cabeza de muchos después de agradecer reiteradamente las aportaciones que han recibido: ¿qué va a pasar con nuestra gente cuando dejemos de ser noticia?

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