El personaje, según Villoro

Conocí a Carlos Fuentes cuando yo tenía 14 años de edad. Fue durante unas vacaciones en Acapulco. Recuerdo que él llegó y me sorprendió por su dinamismo: era un gran jugador de dominó, jugó con nosotros Scrabble, el juego de formar palabras con el que nos divertimos bastante.

Recuerdo mucho su habilidad para dibujar. En un cuaderno que yo tenía, él trazó unas caricaturas de los que estábamos ahí presentes.

"Cuando yo empecé a escribir nos cruzamos en distintos actos y siempre encontré de su parte una respuesta cordial y entusiasta a lo que estábamos haciendo los jóvenes autores".
Juan VilloroEscritor

Conocí a Carlos Fuentes cuando yo tenía 14 años de edad. Fue durante unas vacaciones en Acapulco. Recuerdo que él llegó y me sorprendió por su dinamismo: era un gran jugador de dominó, jugó con nosotros Scrabble, el juego de formar palabras con el que nos divertimos bastante.

Recuerdo mucho su habilidad para dibujar. En un cuaderno que yo tenía, él trazó unas caricaturas de los que estábamos ahí presentes.

Luego supe que en la revista “El Espectador” Fuentes no sólo escribía artículos, sino que también hacía las caricaturas. Esa revista fue fundada en 1960 por mi padre, Luis Villoro, junto con Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Jaime García Terrés, Francisco López Cámara y Carlos Fuentes.

A partir de ese momento siempre hubo puntos de contacto con él, aunque nunca una relación muy sostenida, entre otras cosas porque él vivió muchos años fuera de México.

Cuando yo empecé a escribir nos cruzamos en distintos actos y siempre encontré de su parte una respuesta cordial y entusiasta a lo que estábamos haciendo los jóvenes autores. La generación de José Agustín y Gustavo Sainz recibió este mismo respaldo que ahora tiene la generación de Jorge Volpi y Cristina Rivera-Garza.

SU VITALIDAD

Lo seguí viendo con mucha frecuencia cuando dirigí “La Jornada Semanal”. Él organizó varias reuniones en su casa para hablar del suplemento, para presentarme con varias personas, de modo que asumió como una tarea personal el apoyar lo que estábamos haciendo en el suplemento.

Recuerdo que fue en su casa, mientras celebrábamos el año nuevo, en 1993, cuando nos enteramos de la rebelión zapatista sucedida el 1 de enero de 1994.

Yo fui muy amigo de su hijo, Carlos Fuentes Lemus, quien fue un notable fotógrafo. Publiqué sus fotografías bajo el título “Retratos en el tiempo”, en el periódico “La Jornada”, y este título quedó para el libro que estuvo conformado por textos de Carlos Fuentes y fotografías de su hijo.

En una o dos ocasiones fui a las reuniones que en diciembre se hacían en casa del escritor Hernán Lara Zavala. Ahí Carlos Fuentes siempre derrochó entusiasmo. Hacía juegos de cuál es la novela con la que nos quedábamos de toda la historia de la humanidad. Siempre hablando de viajes, de descubrimientos y muy preocupado por la situación política.

Creo que cuando uno se relaciona con un colega es mejor no preocuparse tanto por los conocimientos que pudiera tener. Evidentemente Carlos Fuentes sabe muchísimo de cine y literatura. La política ha sido otro de sus intereses, aunque no siempre estoy de acuerdo con lo que opina.

Lo importante para mí no es lo que él sabe, porque eso lo podemos encontrar en sus escritos o en las entrevistas que se le han hecho, sino la vitalidad de su pensamiento, la curiosidad ante las cosas nuevas que está aprendiendo, los desafíos que tiene que resolver, cómo enfrenta los problemas. Eso es con lo que yo me quedo, ¡con la vitalidad del hombre y no con el currículo del escritor!

INVENCIBLE EN EL DOMINÓ

Recuerdo que Carlos Fuentes es un gran jugador de dominó. Hizo una pareja invencible junto con Víctor Flores Olea, el primer presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. A lo largo de todas las vacaciones nadie puedo vencerlos.

Es también un gran cantante. El ser una persona muy histriónica lo hace ser un gran cantante y un buen bailarían. Lo he visto bailar tango, danzón y es absolutamente impecable.

Fuentes es una persona que sabe mucho de ropa fina, de trasatlánticos, porque durante mucho tiempo no viajó en avión, sólo lo hacía en barco. Entonces es una persona muy rica en las cosas que tiene que contar de la vida.

Por otra parte es un gran amigo, muy afectuoso. Muchas de las veces que me lo he encontrado, viene de visitar a un amigo enfermo en el hospital. Por ejemplo, en una ocasión nos encontramos en el restaurante Danubio, en la ciudad de México, y después de la comida me dijo: “Juan, te quiero pedir un favor, vamos a ver a Fernando Benítez que está muy enfermo”.

Benítez había sido el gran director de los suplementos culturales, tanto de la época de Carlos Fuentes como de la mía. Entonces del restaurante nos fuimos directo a la casa de Benítez, en Coyoacán. Ahí pude ver el enorme cariño que Fuentes le tenía, la manera bastante traviesa con la que le preguntaba sobre su vida y, sobre todo, la empatía que tenía con un compañero que estaba enfermo.

Conocemos su obra, que es impresionante por la fecundidad con que se ha producido, pero muchas veces ignoramos esta parte que es muy atenta.

Mi padre en un momento dado se quedó sin casa porque se había divorciado y estaba en el extranjero, entonces Carlos Fuentes le ofreció su casa en México. Así que mi padre llegó a vivir a la casa de Fuentes en San Jerónimo. Son ese tipo de generosidades las que lo han marcado como un amigo excepcional.

EL PADRE INTERESADO

Recuerdo que Carlos Fuentes no se interesa para nada en el rock, pero su hijo era un gran aficionado de esa música. Un día me habló Fuentes y me dijo: “Ayúdame a hablar con él, porque lo que más le gusta es el cine y el rock, y yo de rock no sé absolutamente nada”.

Entonces me empecé a relacionar con Carlos Fuentes Lemus. Hablábamos en inglés porque él había vivido una buena parte de su vida en el extranjero e incluso escribía poesía en inglés.
Era un muchacho muy sensible, un estupendo fotógrafo, tenía muy buena mirada. Establecimos una complicidad extraña: yo le conseguía boletos para conciertos de rock aquí en México.

Luego su padre me hablaba para que yo le contara lo que habíamos hecho, porque sucede que a veces los hijos no quieren hablar mucho con los padres. Entonces se dio una relación con un Carlos preocupado e interesado por lo que hacía su hijo, y él siempre tratando de encauzarlo culturalmente, sin ser demasiado opresivo, porque no es fácil ser hijo de una figura titánica.

Carlos Fuentes ha dicho –y exagera un poco pero tiene algo de cierto–, que más que hablar de literatura con Gabriel García Márquez se han dedicado a cantar, porque García Márquez es un gran conocedor de la música popular, especialmente del vallenato colombiano y Carlos Fuentes tiene una voz extraordinaria.

(Notimex)

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