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La huella zeta en la capital

La estructura criminal de Los Zetas ha provocado heridas profundas en el país, y el Distrito Federal no es la excepción. 

En la Ciudad de México, los integrantes del Cártel del Golfo, con su brazo armado Los Zetas, comenzaron a disputarle a otros cárteles no solo el control de la venta de droga, también el cobro de cuotas a propietarios de bares, discotecas, lotes de autos y vendedores de discos piratas.

En el 2010, ya separados del Cártel del Golfo, Los Zetas arreciaron la guerra en la capital
Fue el propio Miguel Ángel Mancera, como procurador, quien enfrentó la ola de decapitaciones ocurridas en la Ciudad de México
Las primeras ‘narcomantas’ en las que se abordó la presencia de Los Zetas fueron colocadas en Calzada de Tlalpan y Municipio Libre, en la delegación Benito Juárez, y frente a las instalaciones de TV Azteca
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La estructura criminal de Los Zetas ha provocado heridas profundas en el país, y el Distrito Federal no es la excepción. 

En la Ciudad de México, los integrantes del Cártel del Golfo, con su brazo armado Los Zetas, comenzaron a disputarle a otros cárteles no solo el control de la venta de droga, también el cobro de cuotas a propietarios de bares, discotecas, lotes de autos y vendedores de discos piratas.

Con la reciente detención de Miguel Ángel Treviño, “El Z-40”, líder de Los Zetas, se prevé un reacomodo de posiciones en este grupo criminal con fuerte presencia en la capital.

Su llegada al DF fue anunciada en el 2007 por otros grupos a través de mantas que colocaron en diferentes puntos del Distrito Federal. 

Las llamadas “narcomantas” en las que se dio la bienvenida a Los Zetas, que en ese entonces aún eran el brazo armado del Cártel del Golfo, fueron colocadas en la Calzada de Tlalpan y Municipio Libre, en la delegación Benito Juárez; la segunda en un puente peatonal frente a las instalaciones de TV Azteca.

“Bienvenidos los Zetas…ahora vamos por ustedes y sus familias”, se leía en alguna manta.

En ese tiempo, Marcelo Ebrard estaba a la cabeza del gobierno y el jefe de la policía  capitalina era Joel Ortega Cuevas, hoy director del Metro.

Encienden alertas

La mala fama del grupo, conocido por la violencia extrema de sus sicarios, encendió los focos rojos de la Policía Preventiva, que reaccionaba de inmediato para retirar lo más pronto posible las mantas y evitar la difusión de sus mensajes.

A manera de intimidación y para hacer énfasis al anuncio de su llegada, se colocaron dos artefactos explosivos en las estaciones Miguel Ángel de Quevedo y Copilco del Metro de la capital con mensajes dirigidos a Los Zetas y su arribo. 

Por esas fechas, Los Zetas seguían ligados al Cártel del Golfo, pero ya sin la dirección de su exlíder y fundador Osiel Cárdenas Guillén, detenido en el 2003, y se manejaban los nombres de Heriberto Lazcano “El Lazca”, Miguel Ángel Treviño, el “Z40”, y su hermano el “Z42” como los titulares zetas.

La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) comenzó a documentar la actividad de Los Zetas, mientras la Procuraduría General de la República (PGR) engrosaba el expediente de su expansión en territorio mexicano.

El Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia del Distrito Federal  comenzó, en el año 2008, a documentar el aumento en llamadas de extorsión realizadas por presuntos zetas en contra de comerciantes y dueños de establecimientos mercantiles.

La Cámara Nacional de Comercio del DF (Canaco) documentó algunos casos de intimidaciones personales en contra de propietarios de negocios, a quienes se les exigió dinero a cambio de no secuestrarlos a ellos y sus familias.

Los responsables se asumían como zetas, pero debido al fenómeno de imitación, las autoridades capitalinas no lograron identificar la verdadera autoría de las extorsiones y amenazas.

El llamado cobro a “derecho de piso” fue durante estos años una de las denuncias más recurrentes de dueños de bares, discotecas, lotes de autos y hasta comerciantes informales que detallaban la entrega de altas sumas de dinero a cambio de no sufrir daño ni ellos ni sus familias.

Negar las señales

Tres años después de las primeras, una manta atribuida a Los Zetas, ya desligados del Cártel del Golfo, se localizó en marzo de 2010 en la colonia Moctezuma, de la delegación Venustiano Carranza.

El mensaje escrito con aerosol rojo sobre un fondo blanco referían que Los Zetas amagaban con tomar la plaza del Distrito Federal ante la intromisión de otros cárteles.

“Venimos por la plaza, la tierra no es de quien la trabaja sino de nosotros. Venimos por las chivas, aquí no queremos ratas. Atte. Los Zetas”.

Un mes antes, en febrero de 2010, el Centro Nacional de Atención Ciudadana de la Policía Federal recibió una denuncia anónima que alertaba de la presencia de personas armadas en un domicilio de la colonia Los Encinos, en la delegación Tlalpan.

Los federales desplegaron un dispositivo en el que se logró la captura de presuntos Zetas, quienes a decir de las autoridades fueron enviados por sus mandos para tomar el control de la plaza del Distrito Federal.

El grupo viajaba en una camioneta blanca que fue interceptada en la calle de Pompeya, al sur de la capital, y se capturó a Benjamín Ramírez Osorio, “El Puma”; Carlos Ibáñez, “El Seis”; Mario Trejo Larios “El Flaco”; y Jorge Luis Martínez Velázquez, “El George”.

Los nombres que sonaban como los cabezas de dicha organización criminal, que operaba baja reglas estrictas de organización y disciplina, eran Heriberto Lazcano Lazcano, alias “El Lazca”, con clave “Z3”; Leopoldo Flores Soto; alias “El Polo”, El Paisa”, “El Ciro”; Miguel Ángel Treviño Morales, “Z40”, y Omar Treviño Morales, “Z42”; así como José Galán Maya; Alfredo López Rumbo, alias “El Bola”, y Juan Carlos Castro, alias “El Grande”.

Se temía que se refugiaran en el DF como resultado de la llamada guerra contra el narcotráfico emprendida fundamentalmente al norte del país por el gobierno de Felipe Calderón.

La postura del gobierno capitalino de Ebrard, y en ese momento Miguel Ángel Mancera como titular de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), fue como hasta ahora, negar la existencia de grupos de la delincuencia organizada en la capital.

Fue el propio Mancera, como procurador, quien enfrentó la ola de decapitaciones ocurridas en la Ciudad de México. 

La guerra por la plaza ocurrió. Una oleada de lugartenientes huérfanos tras la muerte de sus jefes llegó a la capital para intentar asentarse.

Las delegaciones sureñas del Distrito Federal fueron el escenario de estas batallas, que el Gobierno del DF intentó negar a toda costa pese a los multicrímenes ocurridos en el Ajusco, ajustes de cuentas en Coyoacán y decenas de cuerpos mutilados encontrados en la capital.

Ya no eran sólo Los Zetas, también estaban aquí células de la Familia Michoacana, el Cártel Nueva Generación, Los Pelones, Los Caballeros Templarios y un personaje que sembró el terror y a quien se le adjudicaron alrededor de 900 crímenes en el DF y zona metropolitana, Óscar García Montoya, alias “El Compayito”, líder de la Mano con Ojos.

Para colmo de las autoridades capitalinas, el asesino confeso fue capturado en la delegación Magdalena Contreras del Distrito Federal. 

Hoy como en aquellos años, el titular del GDF y su amigo el procurador capitalino, Rodolfo Ríos, insisten en rechazar la presencia de grupos de la delincuencia organizada en la Ciudad de México, a pesar de que el secuestro de 12 jóvenes de Tepito les recuerde todos los días lo contrario.

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Servando Gómez “La Tuta”, con su imperio del sur; y Omar Treviño “Z-42”, y su control en el norte, cayeron con escasas horas de diferencia.

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Por el contrario, su hermano Miguel Treviño Morales “Z-40”, y Heriberto Lazcano “El Lazca”, exlíderes de este cártel, fueron ubicados por la autoridad federal en terrenos despoblados.

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