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Pesada pobreza

En la epidemia global del sobrepeso y la obesidad, la población más vulnerable es irónicamente la que más sufre de carencias económicas.

Esto debido a que se enfrenta a falta de acceso tanto a una alimentación saludable como a los recursos necesarios para implementar las estrategias más recomendables para la pérdida de peso.

Lejos de ser “males de ricos”, como han sido considerados históricamente debido a la abundancia alimenticia asociados con éstos, el sobrepeso y la obesidad se ven frecuentemente presentes en la población con menos ingresos económicos.

71.3%
de la población adulta de México vive con sobrepeso u obesidad, según datos de la ENSANUT; la OMS señala que a nivel mundial esta proporción es de 39 por ciento
Para México, un país donde el 71.3 por ciento de los adultos tiene sobrepeso u obesidad y donde más del 45 por ciento de la población vive en la pobreza, esta situación resulta en un reto particularmente preocupante
https://www.youtube.com/watch?v=doWKFOhYIyM

En la epidemia global del sobrepeso y la obesidad, la población más vulnerable es irónicamente la que más sufre de carencias económicas.

Esto debido a que se enfrenta a falta de acceso tanto a una alimentación saludable como a los recursos necesarios para implementar las estrategias más recomendables para la pérdida de peso.

Lejos de ser “males de ricos”, como han sido considerados históricamente debido a la abundancia alimenticia asociados con éstos, el sobrepeso y la obesidad se ven frecuentemente presentes en la población con menos ingresos económicos.

Un estudio de la Universidad Johns Hopkins indica que hay una relación inversa entre los ingresos y el Índice de Masa Corporal (IMC); es decir, quienes reciben menos ingresos registran mayores valores del IMC y por lo tanto tienen mayores probabilidades de tener sobrepeso u obesidad.

Investigaciones recientes que buscan explicar esta correlación han revelado que esta no solo se debe a la dificultad de acceso a una alimentación saludable, sino además a que la falta de recursos vuelve más atractivas para la población en situación de pobreza estrategias de pérdida de peso que son inconsistentes con las recomendaciones médicas.

Malas decisiones…

Bajar de peso siempre es un reto, como muestra el testimonio de toda persona que lo haya logrado. 

Sin embargo, el reto es aún mayor para quienes viven en situación de pobreza y cuentan con menos recursos para implementar las estrategias correctas.

Esto se refleja en sus decisiones, como muestra un estudio de la Universidad Concordia de Canadá. Éste indica que los adultos que viven bajo la línea de pobreza son 50 por ciento menos propensos a utilizar métodos de pérdida de peso que se alinean con las recomendaciones médicas.

En comparación con personas cuyos ingresos anuales son tres veces mayores que la línea de pobreza, quienes viven en carencia económica son 50 por ciento menos propensos a hacer ejercicio, 42 por ciento menos propensos a incrementar su ingesta de agua, y 25 por ciento menos propensos a reducir su consumo de grasas y azúcares.

Y es que los que viven en pobreza son mucho más propensos a utilizar métodos como el consumo de píldoras dietéticas, a pesar de que su efectividad no ha sido comprobada y a que  pueden causar daños a la salud.

Los expertos señalan que esto no solo es una cuestión de falta de acceso, aunque es cierto que las membresías a los gimnasios son vistas como un gasto lujoso y los barrios pobres tienden a tener menores recursos de actividad física gratuitos como parques e instalaciones recreativas. 

A esta falta de acceso se agrega el estrés en la vida del pobre, que vuelve más difícil ser constante con una dieta y ejercicio. Un ejemplo de esto se ve en horarios laborales menos permisivos, menor acceso a servicios de salud, entre otros.

… Y mala alimentación

Para la población en situación de pobreza, las dificultades de estrategias de pérdida de peso se suma una mayor dificultad de acceso a una alimentación sana.

El Centro de Investigación y Acción Alimenticios (FRAC, en inglés), reporta que los barrios de menores ingresos frecuentemente carecen de supermercados de servicio completo donde puedan encontrarse frutas, vegetales y productos bajos en grasas.

Esto orilla a esa población a depender de tiendas de conveniencia, donde la oferta alimenticia no es saludable, para su consumo cotidiano.

Además, estudios de las universidades de Connecticut y Washington señalan que aún cuando existen alternativas saludables, éstas son de menor calidad que las ofrecidas en barrios de mayor ingreso y son más caras que la comida rápida, lo que desincentiva su consumo.

 

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