Ningún muerto se nos sube

Cuando comenzamos a conciliar el sueño o cuando estamos por despertar, hay un momento en el que tomamos conciencia de que hemos sido privados de nuestra capacidad para mover el cuerpo a nuestro antojo.

Un episodio que suele venir acompañado de alucinaciones visuales, táctiles, auditivas o de vibraciones en el cuerpo o en las extremidades e incluso de experiencias fuera del cuerpo, que se traducen en una experiencia aterradora para quienes nos encontramos entre el sueño y la vigilia.

"Cuando los investigadores se valen de estas expresiones culturales “(…) para indagar si la gente lo ha experimentado (el trastorno de parálisis del sueño), las cifras son altas; (pero) cuando se emplean descripciones clínicas, la gente ya no lo distingue con mucha claridad”
Alejandro JiménezCoordinador de la Clínica de Sueño (INPRF)

Cuando comenzamos a conciliar el sueño o cuando estamos por despertar, hay un momento en el que tomamos conciencia de que hemos sido privados de nuestra capacidad para mover el cuerpo a nuestro antojo.

Un episodio que suele venir acompañado de alucinaciones visuales, táctiles, auditivas o de vibraciones en el cuerpo o en las extremidades e incluso de experiencias fuera del cuerpo, que se traducen en una experiencia aterradora para quienes nos encontramos entre el sueño y la vigilia.

Dentro de estas alucinaciones, destaca la “presencia” que sentimos de un ser extraño sobre nuestro cuerpo que oprime nuestro pecho, lo que hace que tengamos la sensación de una dificultad para respirar.

Cuando esto ocurre, hemos sido víctimas de una experiencia a la que en México se alude con la coloquial expresión cultural “se me subió el muerto”. Un “secuestro” en cama a la que estamos esclavizados, sin poder gritar, hablar o patalear.

Pero en realidad este fenómeno responde a una parálisis del sueño (PS), que aparece dentro de la categoría de parasomnias (episodios anormales que se presentan en asociación con el sueño) en La Clasificación Internacional de los Trastornos del Sueño (ICSD, por sus siglas en inglés).

Las parasomnias tienden a estar asociadas a la etapa del sueño que se conoce como MOR, es decir, con “movimientos oculares rápidos” (REM, en inglés), en la que ocurren las ensoñaciones.

Pero antes de llegar a la fase de sueño MOR, pasamos por cuatro distintas etapas del sueño en las que disminuye la actividad cerebral y fisiológica, como el ritmo cardíaco y la frecuencia respiratoria; al llegar a la última etapa, el ciclo se invierte, para después entrar a la fase de sueño MOR, que dura entre 10 y 15 minutos.

Un ciclo que se va repitiendo a lo largo de la noche, cada uno con duración de aproximadamente entre 90 y 100 minutos.

“En el sueño MOR uno tiene parálisis por completo de los músculos antigravitatorios, lo que le llamamos ‘atonía muscular’ (…)” que, se presume, “impide que actuemos nuestros sueños”(…); hay relajación muscular completa en esa etapa del sueño (…)”, por lo que “(…) no podemos movernos”, dice en entrevista para Reporte Indigo, el Dr. Alejandro Jiménez, Coordinador de la Clínica de Sueño en los Servicios Clínicos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente (INPRF).

A decir del también docente de la Maestría en Trastornos del Dormir de la Facultad de Psicología de la UNAM, lo que estudios científicos han demostrado hasta el momento es que este trastorno surge cuando precisamente estas características del sueño MOR (atonía muscular, aunado a ensoñaciones vívidas) se introducen en un estado de conciencia plena de la persona.

Todo esto hace que la “víctima” de este trastorno del sueño tome conciencia de su falta de capacidad motora (con excepción de los ojos, que pueden estar abiertos), la antesala de una ansiedad aguda y una sensación de pánico intenso, con una duración “(…) de uno a varios minutos y desaparece ya sea de forma espontánea o por estimulación externa, especialmente por el tacto o por el movimiento inducido por otra persona”, señala la ICSD.

Esta parálisis puede ocurrir ya sea de forma aislada (“isolated sleep paralysis”, en inglés, o ISP) en individuos sanos, como un síntoma de la narcolepsia (un trastorno de sueño caracterizado por somnolencia excesiva) o bien, transmitirse vía genética.

En el apartado de PS que aparece dentro del manual de la ICSD, también se señala que, “aparentemente para estas tres formas”, los factores que predisponen al paciente al desarrollo de PS incluyen hábitos de sueño irregulares, privación del sueño y otros trastornos del sueño-vigilia.

Los cambios de turnos en el trabajo y el “jet lag” (o el atravesar varios husos horarios), también predisponen el desarrollo de PS en episodios que ocurren específicamente de manera aislada; en algunos casos se han reportado otros factores como el estrés mental, el cansancio excesivo y el dormir boca arriba.

Respecto a la frecuencia de este trastorno común, Jiménez señala que los primeros episodios ocurren en la adolescencia, entre los 12 y 18 años de edad, y la tendencia es que solo se presenten en dos o tres ocasiones, aunque existe una minoría de individuos que sí los llega a experimentar de forma recurrente a lo largo de la vida.

Hablando el mismo lenguaje

“El investigar la parálisis del sueño puede ser algo difícil, la gente puede no reconocerla, sobre todo cuando en la cultura no hay una frase coloquial que la denomine (…), y cuando sí la hay, como en nuestra población (…), al preguntarle a las personas si ha tenido una experiencia en la que “se le ha subido el muerto”, distinguen la condición “(…) con una claridad impresionante”, señala Jiménez.

Por ejemplo, en un estudio realizado en 2009 por el INPRF con estudiantes de bachillerato en la Ciudad de México, se encontró que poco más del 90 por ciento de los 322 adolescentes encuestados habían escuchado la expresión “se me subió el muerto” (misma frase que se utilizó para realizar la investigación), con la que describían las características propias de un episodio de parálisis del sueño y más del 25 por ciento la había experimentado.

Y es que cuando los investigadores se valen de estas expresiones culturales “(…) para indagar si la gente lo ha experimentado (el trastorno de parálisis del sueño), las cifras son altas; (pero) cuando se emplean descripciones clínicas, la gente ya no lo distingue con mucha claridad”, apunta Jiménez, quien señala que en el continente asiático también existe un amplio reconocimiento del fenómeno.

En la cultura china, por ejemplo, donde la parálisis del sueño se denomina “opresión del fantasma”, se ha encontrado en la población de estudiantes universitarios una prevalencia del fenómeno (por lo menos un episodio a lo largo de la vida) de más de 35 por ciento.

En investigaciones realizadas con estudiantes universitarios en Japón, se ha utilizado el término “kanashibari”, mismo que utilizan los nipones para aludir a la experiencia de la parálisis del sueño, lo que se ha traducido en reportes de una prevalencia de PS de hasta un 40 por ciento.

Pero estas mismas expresiones culturales también nos hablan de la variedad de formas en las que se interpreta la PS en distintos países.

Por ejemplo, en Japón, el “kanashibari” se “relaciona a la magia de uno de los dioses Budistas, Fudo Myohoh”, escriben en una edición de la revista The Psychologist los investigadores Julia Santomauro y Christopher C. French, de la Anomalistic Psychology Research Unit, Goldsmiths, en la Universidad de Londres.

Esto, amplían, ya que “históricamente se creía que los monjes podrían usar esta magia para paralizar a las personas en su sueño”; pero en años recientes “(…) se tiende a creer que los espíritus malignos son los que causan el fenómeno”.

En las sociedades modernas de Europa y Estados Unidos la interpretación de los episodios característicos de la PS es completamente diferente. Se cree, por ejemplo, que la persona ha sido secuestrada por aliens.

Al respecto, Santomauro y French señalan que aunque quizá la interpretación pueda resultar extravagante (o, simplemente, absurda), si una persona “(…) desconoce que (la PS) es un trastorno del sueño que se experimenta de forma común (…)”, entonces podría tener gran interés de buscar alguna explicación de la naturaleza de esta experiencia aterradora.

O las explican en términos de ataques nocturnos por espíritus o demonios, señalan investigadores, “(…) simplemente porque esto les proporciona una mejor explicación sobre sus experiencias perturbadoras, comparado con la alternativa más obvia (…)”, que tiene que ver con la idea de que “se están ‘volviendo locos’”.

De hecho, el doctor Jiménez comenta que una de las razones por las cuales las personas que experimentan la PS no suelen visitar al médico, es “(…) porque hay un temor de que esto signifique un trastorno mental, entonces prefieren guardárselo y no decirle a nadie”, dice.

Pero la PS nada tiene que ver con la etiqueta de “locura”, que malamente se utiliza para aludir a un trastorno psiquiátrico.

Tan es así, que para estos casos de PS que suelen presentarse en pocos episodios, Jiménez recomienda lo que se conoce como “higiene del sueño”, que consiste en una serie de medidas que mejoran la manera en la que dormimos.

El especialista sugiere establecer horarios fijos para acostarse y levantarse, que en los últimos minutos, sobre todo en la última media hora antes de irse a dormir, enfatiza, permanezcamos en una estado de relajación.

Por último, “que uno pueda tener un ritual previo a acostarse (como) leer un poco (…)”, o realizar cualquier actividad que “(…) nos indica que lo que sigue es dormir, como la gente que reza o que prepara su ropa para el día siguiente (…), apunta Jiménez.

Esto, ya que son rituales que, dice, disminuyen el ritmo de actividad física y mental. Un “contexto” quizá nada atractivo para atraer la llegada del ‘muerto que se nos sube’.

Parálisis del sueño (PS)

Puede ocurrir en alguna de estas tres formas: 
— De forma aislada en individuos sanos 
— Como un síntoma de la narcolepsia
— Transmitirse vía genética

Y es provocado por factores como: 
— Hábitos de sueño irregulares  
— Privación del sueño 
— Otros trastornos del sueño-vigilia
— Cambios de turno en el trabajo
— Jet lag
— Estrés mental
— Cansancio excesivo
— Dormir boca arriba

“Higiene del sueño”

Recomendaciones para conciliar un buen sueño:
— Establecer horarios fijos para acostarse y levantarse
— En la última media hora antes de irse a dormir, permanecer en un estado de relajación
— Realizar un ritual previo antes de acostarse 
— Leer un poco o llevar a cabo cualquier actividad que nos indique que lo que sigue es dormir (como la gente que reza o prepara su ropa para el día siguiente)

“Kanashibari”
Artículo completo de The Psychologist 

Más información
“Cátedra” de PS con el Profesor French 

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