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‘Cualquiera puede cocinar’

‘Ratatouille’ cumple 10 años y no solo es una de las películas clásicas de Disney más exitosas y aclamadas, también es una de las enseñanzas de mayor trascendencia para chicos y grandes

Una simple frase lo cambió todo e hizo de una película a cargo de la dupla Disney-Pixar un clásico para chicos y grandes. Y esa frase  es “Cualquiera puede cocinar”.

Sí, el hecho de que se afirme que no hay límites para lograrlo todo, que no hay sueños imposibles y que todos podemos cumplirlos provocó que la audiencia que fue al cine a ver “Ratatouille” en 2007 saliera de la sala inspirada, entusiasmada y confiada de que no hay metas que no puedan alcanzarse.

Así como Remy (Patton Oswalt), la rata cocinera que antropomorfizada por Disney logró que todos olvidaran lo desagradable que son los roedores en una cocina, quien la ha visto se ha emocionado hasta los huesos con el hecho de poder llegar a tener aspiraciones y pasiones como la cocina lo es para él.

Cocinar es un arte y como tal se disfruta al máximo, es una fiesta de sentidos que bien se plasma en la cinta dirigida por Brad Bird.

Las tomas en un sólido guión de Bird –acompañadas de un icónico soundtrack de Michael Giacchino– instintivamente hacen que la veas por primera, décima o veinteava vez, sea inevitable escuchar la cebolla hirviendo en la sartén, que sientas que hueles cómo preparan los alimentos e inclusive que cada utensilio suene como si te encontraras en la cocina del restaurante “Gusteau’s”.

‘Ratatouille’ obtuvo el Oscar, el BAFTA y el Globo de Oro a la mejor película animada

Aunque los personajes animados encantaron al público infantil (todavía hay varios Remy o Emile en la época de Halloween), ésta película también acapara el corazón del soñador que todo adulto lleva dentro.

Como dice Issy Beech de Vice, “en sus mejores momentos ‘Ratatouille’ fue un homenaje a la amistad y a la posibilidad. Pura integridad” y para muchos, fueran o no amantes del cine (o la cocina), representa una experiencia culinaria y sensorial como ninguna.

Además, casi al final de la trama, cuando se presenta el discurso del tajante y severo crítico gastronómico Anton Ego, el espectador recibe una lección de vida que no conoce fronteras o barreras: “No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado”.

Así, a 10 años del estreno de  “Ratatouille” seguimos convencidos de que los prejuicios sólo son limitaciones que nos alejan de conocer grandes artistas, chefs, pintores y, sobre todo, grandes amigos.

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