Coco Chanel, gracias por la comodidad

Corsés, fajas, dolor y delicadeza eran lo que caracterizaban a las mujeres a principios del siglo pasado. No es que mucho haya cambiado, pero las opciones están al alcance de cualquiera a diferencia de lo que podría decirse en ese entonces. 

Y en realidad, tenemos a una mujer a quien agradecer, cuyo legado perdura hasta nuestros días. Gabrielle "Coco" Chanel, que cambió los vestidos ceñidos y escotados, por la soltura de los pantalones y chaquetas lo que combinó por primera vez para la mujer: comodidad y elegancia.

"La moda reivindica el derecho individual de valorizar lo efímero"
Gabrielle "Coco" ChanelDiseñadora francesa.

Corsés, fajas, dolor y delicadeza eran lo que caracterizaban a las mujeres a principios del siglo pasado. No es que mucho haya cambiado, pero las opciones están al alcance de cualquiera a diferencia de lo que podría decirse en ese entonces. 

Y en realidad, tenemos a una mujer a quien agradecer, cuyo legado perdura hasta nuestros días. Gabrielle “Coco” Chanel, que cambió los vestidos ceñidos y escotados, por la soltura de los pantalones y chaquetas lo que combinó por primera vez para la mujer: comodidad y elegancia.

Algo que al día no parece una gran hazaña, pero que lo fue si consideramos que el mundo que se encargaba de vestir a las mujeres estaba dominado por los hombres.

Una tragedia a tan temprana edad es lo que acercó a Gabrielle Chanel a aprender a diseñar ropa: la muerte de su madre. Hasta antes de esta pérdida, vivían en una situación precaria, pero la muerte de la madre de Coco Chanel y el abandono de su padre a ella y sus cuatro hermanos, la llevó a un orfanato en un convento ya que era menor de edad. Sin embargo, fue ahí donde aprendió a coser, bordar y planchar hasta que cumplió la mayoría de edad y salió del orfanato.

Aunque al principio su juventud tomaría caminos extraños como un encuentro seductor con la carrera musical y ratos afables entre la vida lujosa de París gracias a uno de sus amantes, el amor por el diseño ocurrió después de estos pasajes inevitables para llegar hasta donde todos la conocemos.

Ser una mujer independiente, sin embargo, fue para Coco una obligación que se convirtió en una exigencia de vida en una época en la que estaba mal visto no casarse a temprana edad y peor, poseer las habilidades para trabajar. Y eso hizo.

Trabajó duro por la vestimentas de las mujeres para que pusieran su corset aparte, para que los hombres y mujeres pudieran vestirse casi igual sin que nadie los juzgara por no entrar en los estereotipos establecidos entonces.

Esto solo ocurrió en su día a día, fuente típica de su inspiración cuando en la campiña francesa ella no vio cómo podría cabalgar un caballo en una falda. De lado, claro, pero ella se negó y se vistió en pantalones y botas para hacerlo. Parecía casi como si ese estilo la hubiera estado esperando para siempre. 

Incluso, cuentan las buenas lenguas que en algún momento de su carrera en el cual se encontraba fuera del negocio vio cómo Christian Dior intentó poner en boga los corsés de nuevo pasada la Segunda Guerra Mundial. Ella se enfureció tanto al ver que había hecho tantos sacrificios para sacarlos del negocio, que tuvo que regresar a él para volverlos a desaparecer.

Menos es más, decía ella, para quien los corsés no formaban parte de la “vestimenta diaria” de una mujer. Aunque claro, las únicas tareas que muchas tenían era verse lindas y quedarse sentadas. Fue esta tesis la que llevó a que Coco diseñara vestidos sencillos, pero elegantes y pantalones cómodos, pero también chic.

O esas faldas largas y holgadas, pero que ya no llegaban al piso llevando a casa toda la calle consigo, ni esos peinados abultados de Marge Simpson. 

Probablemente esta fue la clave de su éxito, ella convirtió en ropa lo que las mujeres de todas las épocas pensaban, pero que nadie escuchaba. Pues, nuevamente, era una industria cooptada por hombres, famosos por intentar hacer elecciones por las mujeres.

Pronto, todas las estrellas querían ser los rostros de Chanel entre las cuales en ese tiempo destacaban Marilyn Monroe y Audrey Hepburn.

Su marca, fundada en 1909 continúa hasta nuestros días y alcanza ventas de hasta 5.1 billones de dólares al año gracias a sus “pequeños vestidos negros”, el perfume que mejor huele en el mundo “Chanel No. 5”, los trajes de dos piezas para la mujer empoderada y cada nueva tendencia en zapatos que se pueda imaginar.  

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