El poder del asco

Cuando estamos frente a algo que nos parece asqueroso de forma instantánea, ¿en qué más pensamos, además del asco per se? Seguramente el común denominador de las respuestas sería “nada”. 

Es precisamente este escaso valor, “nada”, que carece de la menor importancia, el que hasta años recientes opacó el alcance y la importancia de la naturaleza del asco como emoción humana, limitando su posibilidad de ir más allá de su carácter repugnante y pasar a ser objeto de estudio científico, como del que gozan el miedo o la ira, por ejemplo.

Desde el punto de vista evolutivo, el asco resulta ser un mecanismo de supervivencia humana
Quienes reportaban mayor sensibilidad o propensión al asco, también se reconocían ser más políticamente conservadores; los juicios morales también resultaban ser más estrictos entre el grupo de personas con ideología de derecha

Cuando estamos frente a algo que nos parece asqueroso de forma instantánea, ¿en qué más pensamos, además del asco per se? Seguramente el común denominador de las respuestas sería “nada”. 

Es precisamente este escaso valor, “nada”, que carece de la menor importancia, el que hasta años recientes opacó el alcance y la importancia de la naturaleza del asco como emoción humana, limitando su posibilidad de ir más allá de su carácter repugnante y pasar a ser objeto de estudio científico, como del que gozan el miedo o la ira, por ejemplo.

Tan solo desde el punto de vista evolutivo, el asco resulta ser un mecanismo de supervivencia humana, pues su función biológica sirve de escudo al organismo para evitar causas de contaminación que puedan conducir a enfermedades o a la muerte. 

En la literatura científica se habla de características clave de respuesta ante la sensación de aversión que provoca la emoción del asco, como el temor al contagio, la desaceleración del ritmo cardíaco, náuseas y hasta una expresión facial universal, que viene acompañada de una nariz arrugada y labios fruncidos.

Si bien la investigación moderna del asco comenzó en los 80 con los aportes científicos del profesor emérito de la Universidad de Pensilvania, Paul Rozin, no fue hasta principios de 2000 con la publicación de estudios del psicólogo Jonathan Haidt, de la Universidad de Virginia, que la comunidad científica se interesó en explorar el rol que juega el asco en la vida cotidiana, más allá del disgusto. 

Específicamente, Haidt se dio a la tarea de investigar sobre el asco en la moralidad, demostrando que al inducir esta emoción por medio de hipnosis a un grupo de participantes, estos tendían a aumentar la severidad de sus juicios morales respecto a la violación de aquello que atentara contra el orden social establecido. 

Y es que, señala una revisión de la evidencia científica del asco publicada en el journal Proceedings de The Royal Society B, ”(…) dado a que los objetos repugnantes suelen ser universalmente repulsivos, el asco se ha convertido en una emoción frecuentemente utilizada” para rechazar o repudiar “aquellas actividades y actitudes social y culturalmente inaceptables”.

En 2008, la doctora Simone Schanll, entonces docente de psicología de la Universidad de Plymouth, también indujo la emoción del asco, solo que en esta ocasión lo hizo mediante la exposición física a fuentes de aversión, como un mal olor o un escritorio sucio en el que los participantes debían realizar una tarea. 

Independientemente de que la acción evaluada por los participantes tras ser expuestos a estas condiciones fuese o no desagradable, Schanll encontró que la experiencia del asco por sí sola aumentaba la severidad de los juicios morales de las personas. 

Entre más asqueados, más conservadores

A partir de esta noción del “asco moralizado”, surgió una ola de estudios destinados a investigar el papel del asco en el escenario político. 

Entre estos estudios, destacan los realizados por el psicólogo de la Universidad de Cornell, David Pizarro, quien investigó la correlación entre la sensibilidad al asco y la orientación política de los individuos. 

En diversos estudios realizados junto con Yoel Inbar, de la Universidad de Tilburg, en Holanda, Pizarro encontró el mismo patrón: quienes reportaban mayor sensibilidad o propensión al asco, también se reconocían ser más políticamente conservadores; los juicios morales también resultaban ser más estrictos entre el grupo de personas con ideología de derecha. 

Siguiendo una línea de investigación similar, Inbar y Pizarro descubrieron en un estudio reciente, publicado en Cognition & Emotion, que la exposición a olores desagradables puede acentuar actitudes negativas –tanto en personas liberales como en conservadoras– hacia grupos minoritarios, como hombres homosexuales (la muestra incluyó estudiantes universitarios de ambos sexos, heterosexuales).

Hasta el rumbo de los comicios electorales puede ser trazado por la emoción de asco, sostiene Pizarro, pues dice que de ser desencadenada durante el proceso de elección, puede llegar a convencer a aquellos votantes aún indecisos a inclinarse a favor de una decisión más conservadora. 

El asco llevado a juicio

Dentro de los privilegios de los que goza la emoción de asco, está el ejercer un cierto poder en los jurados que dictan sentencia. 

Y es que el sistema legal tampoco es inmune a la influencia de lo repugnante. 

Sophieke Russell, de la Universidad de Kent, en Canterbury, Reino Unido, llegó a la conclusión de que el asco puede llegar a adoptar un carácter irracional e inflexible en el sistema legal, al demostrar en un estudio que las personas que son víctimas de esta emoción, tienen mayor dificultad para considerar, por ejemplo, aquellos factores clave que puedan contribuir a reducir la sanción de un crimen en un proceso penal. 

También se ha demostrado que el asco puede “nublar” el juicio de un jurado, incluso más que al estar bajo la influencia del enojo, lo que impide llevar a cabo procesos legales de forma limpia y justa. 

Así, la evolución del asco ha permeado la estructura social, al grado de condicionar el comportamiento humano, acentuar juicios morales e impactar la dinámica de las relaciones interpersonales. 

Y aunque las secuelas de esta amplia evolución que merece haber despertado el interés de científicos no necesariamente nos favorecen en todos los campos en los que opera el asco, la epidemióloga Valerie Curtis, Directora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, sugiere explotar positivamente el poder de esta emoción.

Curtis ha estado involucrada en campañas públicas de salud que se valen de la repugnancia precisamente para promover prácticas higiénicas tan simples como lavarse las manos, que logra prevenir graves enfermedades diarreicas –y reduce las tasas de morbilidad infantil a causa de este mal– e infecciones agudas respiratorias, por ejemplo. 

“Sin repugnancia y las conductas higiénicas que ésta provoca, las enfermedades infecciosas causarían mucha más morbilidad y mortalidad tanto en nuestra especie como en todas las especies animales”, dijo Curtis para la BBC.

La política del asco
Plática de Pizarro en TED

Conservadores ‘repugnantes’
Estudio del asco y orientación política

Asco vs. minorías
Estudio completo de Inbar y Pizarro

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